DEMOCRACIA Y CRISIS: O DEL DIFÍCIL ARTE DE GOBERNAR.

Crisis es una palabra que ha adquirido enorme relevancia en las últimas décadas, tan relevante y destacada que hay personas que se consideran como miembros de una generación de la crisis. Los argumentos apuntan a las dificultades presentes en todos los planos (político, económico y social), tal como nos reporta la situación vivida al final de los ciclos sexenales que se suceden de Luis Echeverría a Ernesto Zedillo, es decir, hablamos de un periodo de tres décadas, que sin tregua ni pausa afectan las condiciones de vida de enormes segmentos de la población, aunque también podemos sumar al actual Presidente que afirma ?sólo falta que explote el volcán?. Si bien, tal es el contexto prevaleciente en el ámbito nacional, en el plano internacional la situación no se encuentra a la saga y, por tanto, no es nada halagüeña tal como lo destaca, en los setenta, el Informe de la Trilateral sobre la Democracia, elaborado por Huntington, Crozier y Huatanabe. El Informe es una especie de acta de defunción de un modelo político, económico y social, el del llamado Estado de Bienestar. Previamente, en la década de los sesenta, el Informe Cooms, sobre la crisis mundial de la educación encontrará una especie de reedición en el Trabajo de Juan Carlos Tedesco de los años noventa, pero en este caso el autor propone que la crisis es multidimensional y afecta el sistema de valores, los procesos económicos y laborales y políticos, en este tenor, Tedesco afirma que la educación es un territorio en permanente estado de crisis. Sin duda la educación es un espacio destacado en todo sistema social, pero sus características devienen del tipo de régimen y hoy día vivimos en condiciones que muestran un alejamiento entre las instituciones gubernamentales y la mayoría de la población. Se trata de una crisis de representación y de gestión en razón del alejamiento de tareas específicas de las instituciones gubernamentales, como la relativa a velar por el bienestar colectivo.