Sección: Lánzate de movilidad

Carta a mis compañeros: la movilidad en Francia


Colaboración de la Dirección de Relaciones Internacionales e Intercambio Académico
Escrito por Misael Rodríguez Delgadillo, alumno de Comercio Exterior.
Realizó movilidad en L'Université de Montpellier, Francia



El alumno Misael Rodríguez Delgadillo, de la Licenciatura en Comercio Exterior, compartió con Garceta, a través de la Dirección de Relaciones Internacionales e Intercambio Académico, su experiencia de movilidad en Francia. Una carta que envía a sus compañeros para que se animen a vivir esta posibilidad que todos los alumnos de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH) tienen:

Mi nombre es Misael Rodríguez Delgadillo y soy estudiante de la licenciatura en Comercio exterior. Realicé intercambio en Montpellier, una ciudad al sur de Francia, al que adopté como mi hogar.

Así como tú, leí muchas historias acerca de los estudiantes que se habían ido de intercambio a diferentes países, cada una de ellas tenía algo interesante y diferente, y al fin, he podido escribir la mía.

Realizar una movilidad internacional es una experiencia inolvidable, desde que logras pasar tú examen del idioma que necesitas para aplicar, ya sea inglés, francés, alemán o algún otro, hasta que la afamada carta de aceptación llega a tu correo electrónico, con lo cual sentirás emociones indescriptibles y ahora sí, estás casi del otro lado.

Por supuesto los primeros días son los más difíciles, pero una vez que te acostumbras y que comienzas a hablar con la gente, todo es mucho más fácil.

No esperes recibir siempre buenas noticias, o cosas positivas, los problemas o las complicaciones que se dan durante todo el proceso, antes de salir de México, durante tu estancia en el país al que vayas e incluso antes o durante tu trayecto de regreso, van a darte todas esas anécdotas, aprendizajes y experiencias que al regresar serán muy divertidas.

Quizá pueda ser frustrante no usar tu idioma materno y no saber cómo decir o expresar algo, olvidarte de las tortillas y del chile, saber que estás sólo, que no habrá nadie para ayudarte si te enfermas, que ya no tienes dinero, que tienes que inventar una nueva comida porque no están los ingredientes que solías usar, que no sabes cómo pagar tu estancia en un país donde el tipo de cambio es 1 a 23, y, te aseguro, tendrás más problemas de los que puedas recordar y escribir aquí.

Como quizá ya lo has leído en muchas otras ocasiones, vas a probar comida extraña y muy diferente a lo que estás acostumbrado, vas a poder viajar, hacer amigos de diferentes partes del mundo y conocer diferentes culturas, pero creo que lo más importante que tienes que hacer es dejar que la vida te sorprenda.

Hay muchas cosas para lo que no estás ni estarás preparado. Por ejemplo, nadie me dijo que me quedaría perdido en Londres; que montaría un camello en Marruecos; que estaría en la misma mesa con una persona de cada continente del mundo; que junto con los demás chicos de México conocería la torre Eiffel; que vería los escenarios de las películas que más me gustan; que unos brasileños me enseñarían a bailar; que mis dotes culinarios mejorarían; que debía tener cuidado con lo que decía en el transporte público pues nunca sabes quien también habla español; que extrañaría a mi familia; que me daría cuenta lo grande y hermoso que es mi país, pero que todas y cada una de esas cosas para las que no estaba preparado, ni las esperaba, me mostrarían lo divertido que es la vida.





¿Qué si lo volvería a hacer?

Por supuesto, claro que volvería a perderme, claro que volvería a extrañar a mi familia, claro que volvería a hacer amigos de otros países, claro que volvería a necesitar comida mexicana, pero sobre todo, claro que sería feliz.

Deja de leer todas estas historias y mejor comienza a vivirlas, ¡vamos!, ¡inténtalo! Sal a llenarte de experiencias, a perderte para encontrarte, a ver los atardeceres desde otro país, a encontrar el amor, a ver la vida desde otro punto de vista.

Si al final me preguntas si tendría algo que decirle a alguien, sería a mi propia vida, y le diría: Perdóname vida por todas esas veces que me olvidé de vivir.