Reflexiones de nuestra memoria histórica desde el Archivo General
El Departamento de Normal en el ICL

Archivo general

Colaboración del Archivo General
Por Gonzalo Aquiles Serna Alcántara
Fotografía: Archivo General


En la edición de septiembre de Gaceta UAEH damos continuidad a la publicación del estudio que realizó en el Archivo General de nuestra casa de estudios el profesor investigador Gonzalo Aquiles Serna. En este número se presentará la tercera entrega del artículo “El Departamento de Normal en el Instituto Científico y Literario de Pachuca, México (1930-1936)”, publicada en el Anuario Mexicano de Historia de la Educación.

Las primeras partes de este interesante estudio se pueden encontrar en la edición de julio y agosto de nuestra revista universitaria.



La vida en el Instituto



El Instituto Científico y Literario (ICL) tenía como sede el antiguo edificio de la Orden religiosa de San Juan de Dios, ubicado en el centro de la ciudad de Pachuca, a solo tres cuadras del famoso Reloj Monumental. Para la tercera década del siglo XX era la institución que congregaba a jóvenes pachuqueños y de poblaciones circunvecinas, con la meta y recursos suficientes para cursar los estudios de secundaria y preparatoria.

En contraste, la alternativa de bajo costo en Pachuca consistía en estudiar la secundaria y la carrera de profesor en la Escuela Normal. Como podemos colegir, cuando los estudiantes de ambas escuelas se concentraron en el Instituto hubo diferencias muy evidentes. Los alumnos “institutenses” eran traviesos, a veces hasta temerarios y muy bromistas. Los de la Normal, aún los más jóvenes, más serios y formales. La siguiente anécdota, contada por Nicolás Soto Oliver, exinstitutense, da cuenta de ello:

“Una vez, allá por los años treintas, llegó un grupo de huastecos, algunos para estudiar para maestros y otros el bachillerato de Leyes (Hernández Lara y Nava Tejeda entre ellos). El hecho es que, como ya estaban grandecitos, decidieron no someterse a las novatadas, lo cual era un abierto reto a las tradiciones del ICL y al machismo de los alumnos. Primero, hubo dialogo y se fracasó; después hubo trompadas” en peleas singulares y se defendieron bien.

Raulito Berber salió golpeado por ellos. Después les hicieron “bola” y los huastecos sacaron las pistolas y, aunque fueron desarmados, se había llegado a un callejón sin salida, porque la dignidad de la grey exigía el rape del cabello de los novatos; pero la dignidad de los recién llegados que, como dije, ya eran hombrecitos, exigía no permitir la humillación. La solución se encontró nombrando a la señora Lima, representante de Dalila y así perdieron el cabello sin humillación [Soto, 1986, p. 431].”

Los normalistas eran más proclives a cumplir con sus obligaciones y llevaban una vida más sosegada, asistiendo a sus clases y realizando sus tareas. Participaron en campeonatos deportivos “intramuros” del ICL. La figura 1 da cuenta de ello: jóvenes luciendo uniforme y una gran N en su camiseta, de pie en el borde de la fuente de la legendaria garza, ubicada en el jardín central del vetusto edificio, sede del Instituto y actualmente de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.



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Las clases del Departamento de Normal iniciaban a las siete de la mañana y concluían a medio día. El Plan de Estudios y los docentes estaba distribuido como se muestra en la tabla 1.

El gobernador Ernesto Viveros Pérez (1933-1937) dijo en su informe del 1 de marzo de 1934: “El Departamento de Normal se reorganizó debidamente a efecto de adaptarlo a los planes de la Escuela Nacional de Maestros para su equivalencia de Estudios” (POGE, 1934).

El Instituto Científico y Literario (ICL) tenía como sede el antiguo edificio de la Orden religiosa de San Juan de Dios, ubicado en el centro de la ciudad de Pachuca, a solo tres cuadras del famoso Reloj Monumental. Para la tercera década del siglo XX era la institución que congregaba a jóvenes pachuqueños y de poblaciones circunvecinas, con la meta y recursos suficientes para cursar los estudios de secundaria y preparatoria.

En contraste, la alternativa de bajo costo en Pachuca consistía en estudiar la secundaria y la carrera de profesor en la Escuela Normal. Como podemos colegir, cuando los estudiantes de ambas escuelas se concentraron en el Instituto hubo diferencias muy evidentes. Los alumnos “institutenses” eran traviesos, a veces hasta temerarios y muy bromistas. Los de la Normal, aún los más jóvenes, más serios y formales. La siguiente anécdota, contada por Nicolás Soto Oliver, exinstitutense, da cuenta de ello:



Una vez, allá por los años treintas, llegó un grupo de huastecos, algunos para estudiar para maestros y otros el bachillerato de Leyes (Hernández Lara y Nava Tejeda entre ellos). El hecho es que, como ya estaban grandecitos, decidieron no someterse a las novatadas, lo cual era un abierto reto a las tradiciones del ICL y al machismo de los alumnos. Primero, hubo dialogo y se fracasó; después hubo “trompadas” en peleas singulares y se defendieron bien. Raulito Berber salió golpeado por ellos. Después les hicieron “bola” y los huastecos sacaron las pistolas y, aunque fueron desarmados, se había llegado a un callejón sin salida, porque la dignidad de la grey exigía el rape del cabello de los novatos; pero la dignidad de los recién llegados que, como dije, ya eran hombrecitos, exigía no permitir la humillación. La solución se encontró nombrando a la señora Lima, representante de Dalila y así perdieron el cabello sin humillación [Soto, 1986, p. 431].



Los normalistas eran más proclives a cumplir con sus obligaciones y llevaban una vida más sosegada, asistiendo a sus clases y realizando sus tareas. Participaron en campeonatos deportivos “intramuros” del ICL. La figura 1 da cuenta de ello: jóvenes luciendo uniforme y una gran N en su camiseta, de pie en el borde de la fuente de la legendaria garza, ubicada en el jardín central del vetusto edificio, sede del Instituto y actualmente de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.

Las clases del Departamento de Normal iniciaban a las siete de la mañana y concluían a medio día. El Plan de Estudios y los docentes estaba distribuido como se muestra en la tabla 1.

El gobernador Ernesto Viveros Pérez (1933-1937) dijo en su informe del 1 de marzo de 1934: “El Departamento de Normal se reorganizó debidamente a efecto de adaptarlo a los planes de la Escuela Nacional de Maestros para su equivalencia de Estudios” (POGE, 1934).



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Mayor trascendencia para el normalismo constituye el hecho de que solo tres de los docentes del Departamento de Normal fueran mujeres. La inequidad se hace más injusta si consideramos que la gran mayoría del alumnado del Departamento de Normal estaba constituido por jóvenes mujeres, estudiosas y dedicadas a su futura profesión.

También la nómina de pagos nos apunta a la suspensión del turno vespertino para cursar la carrera docente, ignorando a las maestras y maestros en servicio, quitando la alternativa que fuera gran acierto de la Normal durante el periodo de gobierno de Matías Rodríguez.

Los sueldos de los docentes habían sido fijados en el Decreto 161 publicado el 14 de marzo de 1930, el mismo día que se dispuso la adscripción de la Escuela Normal al Instituto. Este decreto establecía el salario de 11 pesos diarios a quien fungiría como Jefe del Departamento de Normal y profesor de los tres cursos de Práctica y Técnica Escolar. La nómina oficial generada posteriormente no marca el pago a alguna persona que desempeñara ese puesto. Los profesores Salvador Lecona y Aurora Spínola aparecen en la nómina como profesores de esa asignatura en los dos primeros y tercer curso, respectivamente, pero no hay evidencia de que hayan ocupado el cargo de Jefe del Departamento, por lo que considero que permaneció acéfalo durante los años que la Normal estuvo adscrita al Instituto (POGE, 1930).



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Para el caso de los docentes, el decreto estableció el pago por la impartición de cinco horas semanales. El sueldo diario sumaba 2.50 pesos. Las materias de tres horas semanales tenían fijadas 1.50 pesos de sueldo diario. El sueldo a los docentes del Instituto se pagaba cada diez días; es decir, los primeros recibían 25 pesos cada decena y los segundos tan solo 15 pesos. La modestísima paga sumaba 75 pesos mensuales para los profesores de cinco horas por semana y 45 para los que impartían tres. El tipo de cambio en 1934 era de 3.60 pesos por dólar, lo que nos arroja un sueldo mensual de 21 dólares para el primer caso y 12.50 dólares para el segundo; si lo convertimos a la cotización del año 2020 nos indica que estos profesores del ICL ganarían hoy 300 pesos al mes, mientras que los primeros cobrarían 504 pesos. Como podemos observar, la diferencia se hace mayor en cuanto se comparan los sueldos mensuales.

Las razones de cómo se asignaban las materias no aparecen en los pocos documentos disponibles, lo que me lleva a colegir que no se fundamentaban ni en la experiencia o la dificultad de la asignatura impartida. Era, creo yo, una decisión basada en que los licenciados y doctor impartían asignaturas análogas o equivalentes en la secundaria y preparatoria del Instituto. Las y los profesores de educación primaria tenían conferidas las materias relacionadas con el trabajo docente en las escuelas primarias.