Memorias de una vida universitaria que deja huella en las generaciones

Por Fannia Cadena
Fotografía: Juan Ceballos


Festejar los 150 años de vida institucional es un hecho histórico para reconocer que nuestras raíces se han consolidado a través del tiempo, como una academia de prestigio y con visibilidad internacional, afirma el decano de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), Noé Chapa Gutiérrez, que en un paseo por el histórico edificio del ex Hospital Civil de esta casa de estudios evocó los recuerdos que marcaron diferentes épocas de la vida universitaria.

“Estar en condiciones todavía de poder relatarlo, es extraordinario y una verdadera alegría”, expresa el decano, quien con una larga trayectoria académica, participará en los festejos de los 150 años de vida institucional de la UAEH mediante una maqueta del hoy Centro Cultural “La Garza”, en sus diferentes etapas a través del tiempo.

Además, en este marco presentará en mayo una exposición de 60 pinturas propias, además de organizar una reunión de decanos, en la que participarán sus homólogos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y algunos de instituciones extranjeras.

Afable y con una sonrisa en el rostro que mezcla el orgullo universitario y la satisfacción de quien llega a la cúspide de un largo camino, Noé Chapa recorre los pasillos del ex Hospital Civil, reviviendo tiempos pasados.

Las memorias lo trasladan a 1955, cuando tras cursar su primaria en la Escuela Julián Villagrán, entró al Instituto Científico y Literario Autónomo (ICLA), en el edificio central localizado en la calle Mariano Abasolo, hoy Centro Cultural “La Garza”, donde transcurrió su adolescencia durante cinco años, pues en ese tiempo se podían cursar ahí tres años de secundaria y dos de preparatoria.


Nostalgia: el ambiente estudiantil de épocas pasadas


En ese tiempo, recuerda Noé Chapa, el instituto era escenario para las tradicionales “novatadas”, que tienen su origen en la entrada de México a la Segunda Guerra Mundial, cerca de 1944. Como consecuencia, se militarizaron las instituciones de educación media superior, incluyendo este instituto, lo que trajo las viejas prácticas de las bromas pesadas para los de nuevo ingreso.

Desde entonces se estableció que los de primer año eran “perros”, los de segundo eran “gatos”, los de tercero eran “chivos”, los de cuarto eran “monos” y hasta el quinto año eran personas. Desde luego, los “perros” se llevaban la peor parte de la novatada, pues estaban bajo las órdenes de otros: boleaban zapatos, debían andar rapados, eran aventados a la fuente de la Garza, o magullados a la salida de las clases.

Chapa Gutiérrez relata que una de las tradiciones de ese entonces, era la ceremonia en homenaje a La Chancha, diosa del maíz que fue encontrada en 1924, en las escaleras que suben hacia el observatorio.

La veneración a esta deidad se hacía en junio, durante la Semana del Estudiante, donde se suspendían las clases para dar paso a actividades artísticas, deportivas, bailes y la coronación de la reina del instituto. Los llamados “perros” debían reverenciar a La Chancha, mientras eran golpeados, para luego beber “la pócima”, una bebida hecha a base de pulque, detergente, chiles serranos picados y a veces hasta orines.

Pero más allá de esas tradiciones, el decano hace énfasis en las evidencias que apuntan a que en el actual Salón de Actos “Ingeniero Baltasar Muñoz Lumbier” hubo basamentos prehispánicos que pudieron haber sido un centro ceremonial. Además, asegura que en uno de los contrafuertes de los muros del edificio, en la calle de Doria, todavía se puede ver un glifo prehispánico que representa al sol.




Alumnos debían reverenciar a la Chancha, un monolito de piedra prehispánico que representa a la Diosa del Maíz, Chicomecoatl


Noé Chapa recuerda su época estudiantil con agrado, pues el ambiente era más romántico, con las tradicionales tardeadas, los bailes, las serenatas o “llevar gallo”, como se le decía. Las riñas en el callejón de “la muela”, a un costado de la calle de Doria, eran algunas de las secuelas de las serenatas, además de los cantos estudiantiles como el de “Morena”, con versos curiosos como estos:


Los besos del estudiante,
Son como un puñado de azúcar,
Porque la muchacha que los prueba,
Hasta los dedos se chupa.


En 1960, Noé Chapa entró a la Escuela de Medicina del ICLA, cuyo director era el doctor Ricardo García Isunza. Además de ser el creador de la Escuela de Medicina en 1945, y primer director de la misma, García Isunza fue el propulsor de la creación de una universidad autónoma.


1961, nace la UAEH


En esa época los estudiantes cursaban tres años en la Escuela de Medicina, cuyas instalaciones estaban en el Hospital Civil, lo que les daba la ventaja de involucrarse en la vida hospitalaria y fortalecer su formación académica.

Dado el prestigio de este tipo de formación, los alumnos eran recibidos en la UNAM para hacer internados, tras cursar los tres primeros años de la carrera de Médico Cirujano en la UAEH, en las instalaciones de la calle de Ramírez Ulloa.


De alumno a maestro


En 1976 se comenzó a construir la Escuela de Medicina, pues hasta los años ochenta, las clases de este plantel eran en el entonces Hospital Civil, recuerda el decano. Desde entonces, esta Escuela ha visto egresar 85 generaciones de Médico Cirujano.


85 generaciones fueron formadas en las clases del maestro Noé Chapa, quien cumple 44 años ininterrumpidos como profesor dentro de la UAEH


En una de las aulas del antiguo Hospital Civil, el decano revivió las leyendas que corren por los pasillos de esos antiguos edificios donde ha pasado gran parte de su vida, como el edificio central de la calle de Abasolo, y el ex Hospital Civil.

Éste último, un lugar donde se mezcló el sufrimiento del paciente, de sus familiares, la angustia del personal, lo que le da un aire de espiritualidad y misterio a los nosocomios, donde comúnmente suceden cosas extrañas. Hoy este lugar alberga la Dirección de Servicio Médico Universitario.

Como parte de su trayectoria, Noé Chapa rememora la época en que realizó un internado como estudiante de posgrado en Morelia, Michoacán, de donde pasó al Hospital de Ginecobstetricia Número 1, entonces el nosocomio más grande del mundo en su tipo. Eran los años donde no se conocían en México los métodos anticonceptivos, y nacían cerca de 300 bebés al día en ese instituto de salud.

De tal manera, Noé Chapa pasó de ser estudiante, a profesor y posteriormente funcionario de la UAEH, pues durante un tiempo fue el defensor universitario. Actualmente es vocal en el Patronato Universitario, y desde hace tres años, es el decano de la UAEH con la finalidad de asesorar al rector y vigilar que no se transgreda la ética profesional y universitaria, así como la autonomía; igualmente cumple una función de difusión cultural para preservar el patrimonio y memoria histórica de la Autónoma de Hidalgo.




Hoy el maestro Noé Chapa Gutiérrez es reconocido como parte de las memorias, de las raíces vivas, y como uno de los forjadores de la historia de esta Universidad.