La pintura de Roberto Cueva del Río en el Patrimonio Indígena del Valle del Mezquital, Ixmiquilpan Hidalgo.

Resumen

El artículo describe y analiza el programa mural que el pintor mexicano Roberto Cueva del Río realizó en el edificio del Patrimonio Indígena del Valle del Mezquital en la ciudad de Ixmiquilpan en 1951. Este mural, junto con otros dos realizados por el mismo autor en las ciudades de Sahagún y Pachuca en los años cincuenta, constituyen uno de los pocos y últimos ejemplos en Hidalgo del Movimiento Muralista Mexicano que logró una trascendencia internacional. La obra de Cueva del Río comparte con este movimiento no sólo la maestría de su ejecución, sino además el hecho de reflejar gráficamente de manera muy precisa y artística, el contexto histórico, cultural y social y político tanto nacional como local en que fue realizada.


Palabras clave:Roberto Cueva del Río, Pintura Mural, Ixmiquilpan.

Abstract

The article describes and analyzes the mural program that the Mexican painter Roberto Cueva del Río did in the building of the Patrimonio Indígena del Valle del Mezquital in the city of Ixmiquilpan in 1951. This mural, with two others made by the same author in the cities of Sahagún and Pachuca in the fifties, constitute one of the few and last examples in Hidalgo of the Mexican Muralist Movement that achieved an international transcendence. The work of Cueva del Río shares with this movement not only the mastery of its execution, but also the fact of graphically accurately and artistically reflecting the historical, cultural and social and political context both national and local in which it was realized.


Keywords:Roberto Cueva del Río, Mural Paint, Ixmiquilpan.

Introducción

Uno de los últimos representantes del Movimiento Muralista Mexicano, Roberto Cueva del Río (Puebla, 28 de abril de 1908 - Ciudad de México, 24 de junio de 1988), dejó en el estado de Hidalgo tres importantes murales en la década de los cincuenta del siglo XX, bajo el patrocinio del entonces gobernador Quintín Rueda Villagrán. El más conocido de ellos se encuentra en el cubo de la escalera del antiguo convento franciscano de Pachuca, hoy Centro de las Artes de Hidalgo. Este mural es un compendio visual de los principales hitos de la historia del estado de Hidalgo desde la época prehispánica hasta el momento en que fue pintado.[1] El segundo está en el cubo de la escalera de la escuela primaria Fray Bernardino de Sahagún en esta ciudad y da cuenta del nacimiento de este importante polo industrial mexicano.[2]El tercero fue pintado en el cubo de la escalera del edificio del Patrimonio Indígena del Valle del Mezquital en 1951 y es el tema del presente artículo.

El Patrimonio Indígena del Valle del Mezquital

El Patrimonio Indígena del Valle del Mezquital (PIVM) fue fundado por el gobierno federal el 25 de junio de 1951. Fue creado para realizar proyectos de desarrollo que contribuyeran a mejorar la calidad de vida de la población ñhañhú del Valle del Mezquital, una de las más pobres y marginadas del país. A través del PIVM se realizaba la coordinación de las diferentes secretarías de estado nacionales y estatales para la realización de obras como la introducción de drenaje, agua potable, electricidad, sistemas de riego y salud, entre muchas otras. Esta institución adoptó la entonces vigente política indigenista que consideraba necesario incorporar al indígena al desarrollo del país. Si bien se trataba de un organismo descentralizado, en gran medida ejecutaba las políticas que establecía el gobierno federal, fungiendo como mediador entre éste y las comunidades indígenas.[3]

El mural

El mural de Ixmiquilpan se encuentra, como en los otros dos casos, en el cubo de la escalera del edificio. Este mural se distribuye en seis paneles o lienzos adosados a los muros, igual que el de Sahagún, y a diferencia del pachuqueño que está pintado directamente sobre el muro. Son tres los temas principales pintados por Cueva del Río en Ixmiquilpan: la obra material de infraestructura desarrollada o por desarrollarse en la región, la cultura material y espiritual ñhañhú, especialmente las artesanías, y algunos aspectos de la historia prehispánica local. Veamos cada uno de ellos.

Realizaremos la descripción de cada panel de izquierda a derecha (desde el punto de vista del espectador) y de arriba hacia abajo. Existen algunos aspectos generales como el hecho de que todos los indígenas varones están vestidos de blanco como corresponde al estereotipo del indio mexicano. Asimismo, los hombres generalmente portan sombrero de tornillo, que es el característico de esta región de México.

En el primer panel, entrando al edificio del lado izquierdo, figura en primer lugar parte del paisaje característico del Valle del Mezquital: grandes yucas también conocidas como “palmas”, algunos cardones, mezquites y lechuguillas o magueyes. Hay dos casas de pencas de maguey y dos camiones cisterna del PIVM, uno de los cuales vacía agua en un pequeño depósito de piedra al tiempo que varias mujeres con cántaros de barro en las manos o a la espalda esperan para recoger agua y llevarla a sus casas. Como es de suponerse, el vital líquido es sumamente apreciado en el semidesierto del Mezquital. En primer plano tres campesinos cuidan una pequeña milpa y a la derecha se muestra la actividad de varios mineros que con picos, palas y perforadoras neumáticas rompen la piedra para llevarse el mineral.[4]Una pala mecánica vacía lo extraído en un camión de volteo y se puede apreciar también un malacate de mina. En el extremo derecho del panel, algunas personas se divierten en el agua, prefigurando lo que a la fecha es una de las principales actividades económicas del valle: los balnearios de aguas termales que en su mayoría están en manos de cooperativas ejidales.

El siguiente panel es una continuación del anterior. En la parte superior algunos trabajadores están alrededor de lo que se mencionó como malacate de mina, pero que también podría ser una torre de red eléctrica, frente a una pequeña construcción. Debajo de ellos se observan trabajadores mineros que a manera de los tamemes prehispánicos, cargan costales con mineral, mientras son acicateados por el capataz. El tema central de este panel es una mujer morena con el torso desnudo y largos cabellos negros que representa a la madre tierra, que generosa derrama agua con su mano derecha y frutos de la tierra con la izquierda. Esta agua se complementa con la de las presas que fueron construidas en el Valle del Mezquital para aprovechar las aguas negras de la ciudad de México y que cambiaron el panorama visual, ambiental y económico de la parte sur del Valle al permitir una agricultura intensiva que aprovecha estas aguas sucias pero cargadas de nutrientes.[5]Debajo de la mujer una placa metálica que reza: “Por acuerdo del C. Presidente de la república Lic. Miguel Alemán se creó el Patrimonio Indígena del Valle de Mezquital con el fin de mejorar las condiciones de vida de los pueblos otomíes de esta inhóspita región hidalguense. Esta es la casa del indio. Sus puertas se abren en esta fecha bajo el símbolo augusto de su redención. En ella encontrará solución a sus problemas y la orientación firme y generosa para la superación de su vida material y espiritual. Quintín Rueda Villagrán, gobernador constitucional del estado de Hidalgo. Ixmiquilpan Hgo., a 20 de noviembre de 1952”.

El panel se prolonga al muro de la derecha y muestra en la parte superior, dentro de una especie de remolino que parece una prolongación del cabello de la madre tierra, una imagen panorámica de Ixmiquilpan en la que se pueden apreciar los cerros que rodean el Valle, el río Tula que es atravesado por un moderno puente por el que transitan dos vehículos, instalaciones fabriles con chimeneas humeantes como hasta entonces se representaba en la gráfica nacional a la industria; imágenes de viejas haciendas, colonias populares, plantíos, construcciones modernas y un estadio deportivo, todo ello representando el progreso. Del lado derecho se muestran cinco personajes en tonos grises: dos mujeres, dos hombres y un niño. La primera lleva una gran bandera, el hombre, con un rastrillo en la mano izquierda, señala el camino del progreso, un niño con libros bajo el brazo y un rastrillo en el brazo izquierdo mira hacia adelante y atrás de ellos, una mujer con rebozo carga un niño pequeño. En el rostro de todos ellos se aprecia la esperanza por una vida mejor.

Del lado izquierdo, figuras de tonos grises que no tienen un significado concreto pero que pudieran ser máquinas (muy semejantes a las que Roberto Cueva pintó en su mural de Ciudad Sahagún). Frente a ellas la mano morena de la mujer que derrama generosa los frutos de la tierra y del trabajo, son recogidos y puestos en costales y canastos por siete personajes, tres hombres, dos mujeres y un niño. A continuación el edificio del Patrimonio Indígena del Valle del Mezquital con sus siglas en la parte superior; frente a él, camiones cargan costales que otros personajes vestidos de blanco acarrean. En primer plano un ingeniero topógrafo manipula el teodolito y del lado derecho aparecen más personas: tres deportistas con balones y raquetas en las manos (atrás de ellos un edificio en construcción con albañiles trabajando), un maestro con un libro, un médico con una jeringa, dos enfermeras que atienden un enfermo o lesionado y cinco artesanos que hilan y tejen el ixtle de lechuguilla. Un pequeño juguete de palma que representa un jinete complementa esta imagen. Atrás de ellos, en un muro se lee: “Patrimonio indígena del Valle del Mezquital, 1951”.

El siguiente panel que está en el muro de la derecha es un compendio visual de cultura material otomí. Aparecen en la parte superior izquierda tres personas que recolectan lechuguilla en un pequeño cerro. Esta planta junto con el maguey -el árbol de las maravillas-,[6]han sido parte importantísima del sustento de la población local pues de ella se extrae una fibra conocida como ixtle con la cual se tejen diversas prendas y utensilios como ayates y costales. Se le llamó “de las maravillas” porque prácticamente toda la planta se aprovecha.

A continuación, cinco personas fabrican objetos de barro. Se distinguen perfectamente los cántaros pulqueros como los que se elaboran en la comunidad de Pino Suárez, municipio de Tepetitlán. Una persona alimenta el horno de ladrillo, otra coloca las piezas recién modeladas y tres más apalean el barro con que se elabora la alfarería. A continuación dos manos morenas de mayor dimensión que el resto de las figuras hilan el ixtle en un malacate.[7] Esta técnica prehispánica sigue muy vigente en el Mezquital para el hilado de las fibras duras e incluso blandas como la lana.[8] A la derecha, dentro de un marco a la manera de los portales de cucharilla con que se adornan las portadas de las iglesias en las fiestas patronales -y que muestra una cartela con las siglas PIVM sostenida por águilas paradas sobre nopales-, tres personajes trabajan en un telar de madera como los que se usan en algunas comunidades del Valle para hacer cobijas, como es el caso de Santuario Mapethé en Cardonal. Junto a ellos una persona trabaja en lo que parece ser un tapete anudado a mano, como los que se hacen en esa misma comunidad. Abajo en primer plano una muchacha parece hilar, un anciano elabora huaraches, un niño sostiene algo en sus manos que pudiera ser un juguete, una persona que porta un sombrero de palma “de tornillo” o xamati toca una vihuela, un personaje carga un torito pirotécnico y una mujer con quexquémitl azul elabora cohetes de vara.[9]

Debajo de la imagen del cerro, bajo un manteado hecho con un petate de palma que se sostiene en dos árboles, 16 hombres, mujeres y niños están elaborando artesanías de fibra de maguey, lechuguilla y lana es decir, fibras duras y blandas. Tres hombres tallan pencas de maguey sobre tablas inclinadas para obtener el ixtle. Una mujer con ayate en la cabeza y un hombre manipulan la fibra, probablemente la están lavando y otro la escarda.[10] Abajo hacen lo mismo pero con lana utilizando otro tipo de instrumentos: una mujer con rebozo azul en la cabeza que está de perfil sostiene dos cardas manuales mientras otro hila en una rueca rústica (también llamada “redina”) hecha con rueda de bicicleta sobre un banco de mezquite. A la derecha, debajo de la mano morena de mayor dimensión que manipula el malacate, el pintor plasmó la actividad artesanal por excelencia del Valle: la elaboración de ayates de fibra de maguey en telar de cintura, en la que aparecen dos mujeres y dos niños.[11]

En la parte central del panel, bajo las manos que hilan en malacate, tenemos en primer lugar herreros como los que hay en Santuario Mapethé, alfareros que sostienen ollas de barro blanco[12](la mujer carga un niño del que sólo se ven los pies en su ayate); un hombre que confecciona con palma el sombrero de tornillo característico del hombre ñhañhú y una mujer que confecciona artesanías de carrizo, en particular una especie de jaula con torres de iglesia.[13] A continuación, un hombre con gabán de lana y morral de fibras sintéticas como los que se elaboran en el barrio de San Nicolás Ixmiquilpan, observan una leyenda pintada en un muro que dice: “No podríamos seguramente arrancar al otomí de una tierra donde por siglos ha esperado su redención económica. Queremos que esta tierra produzca, plantaremos en ella lo que sea apropiado a su clima y enseñaremos al indio a que sea el vencedor en la lucha por dominar a la naturaleza. Quintín Rueda Villagrán, C. Gobernador del Estado de Hidalgo”.

Bajo el letrero se pintaron las siguientes artesanías: un par de huaraches de cuero, un canasto de carrizo con un lazo de lechuguilla y un atado de escobetas del mismo material, una blusa bordada con motivos otomíes, un “cuartillo” de madera para medir el maíz en el tianguis, un copalero trípode de barro, un machete, otro cántaro pulquero, una guitarra, canastos de carrizo, morrales tejidos, tenates de ixtle y palma,[14] un aventador de palma, flores de cera “escamadas” y figuras zoomorfas de palma.

Subiendo la escalera, en la pared de enfrente, Cueva del Río pintó tres cabezas humanas que emergen y se confunden con la roca de la montaña, a la manera del monte Rushmore. De izquierda a derecha representó al gobernador Quintín Rueda Villagrán (sin lentes); al en ese entonces ex presidente Manuel Ávila Camacho en medio, y al presidente en funciones Miguel Alemán Valdés del lado derecho. Los tres personajes (y muchos otros más) serán nuevamente representados por Cueva del Rio en el ex convento de San Francisco de Pachuca algunos años más tarde. Abajo pintó nuevamente un homenaje al vital líquido: dos trabajadores abren la compuerta de una enorme presa (aparentemente hidroeléctrica) que generosa derrama el agua en un canal y es recogida en un cántaro por una mujer otomí que porta faja, blusa bordada y ayate a la cabeza, acompañada de su hijo. Del lado derecho una procesión de campesinos con sombreros de palma, palas y picos avanzan mostrando las espaldas desnudas. Este tema recuerda mucho el estilo de los grandes pintores de la época como Siqueiros y Rivera. En la parte media se aprecia un paisaje de montaña con árboles, un camino, un río y un caserío del lado derecho. Al centro un campesino vestido de manta blanca con ayate terciado, faja y sombrero en la mano izquierda, mira al frente y sonríe satisfecho con la obra material que se ha representado.

El panel en la parte superior derecha del cubo de la escalera narra un pasaje de la historia prehispánica de Ixmiquilpan, en la que nuevamente se puede ver la vegetación semidesértica del Valle del Mezquital (cardones, garambullos, mezquites, nopales, magueyes, palmas), que enmarca en un primer plano a un grupo de guerreros mexicas, que se identifican por las vestimentas de órdenes guerreras y armas que portan (escudos, arcos, flechas, macanas y lanzas), quienes atacan y vencen a algunos nómadas cazadores-recolectores semidesnudos, que se defienden con arcos, flechas y hondas con piedras. Esta imagen recuerda las escenas de batalla entre nómadas y sedentarios de la iglesia de San Miguel Arcángel que fueron pintadas en el siglo XVI.[15] En la esquina superior izquierda, deidades como Ehécatl (dios del viento) son también actores de la guerra. Ixmiquilpan fue, en ese entonces, la zona limítrofe entre los nómadas de la Gran Chichimeca y los sedentarios mesoamericanos, por lo que se constituyó como la primera frontera de la Nueva España.

Los primeros pobladores otomíes del Valle del Mezquital y, principalmente de Ixmiquilpan, sufrieron continuas embestidas guerreras, primero de los toltecas y después de los mexicas, con el fin de obtener no solo tributo sino también conformar un grupo de aliados que cooperaran en la expansión del imperio. Se tiene noticia, por ejemplo, que en el año de 1498 el tlatoani mexica Tizoc organizó una expedición en contra del señorío de Metztitlán, con el apoyo de los otomíes de Ixmiquilpan.[16] A mediados del siglo XV, todos los otomíes del altiplano central estaban bajo el dominio mexica.[17]

Debido a las guerras frecuentes, el pueblo otomí debió migrar a otras tierras. En una hilera que atraviesa todo este panel se observa precisamente la migración de hombres, mujeres, niños y ancianos que cargan bultos, canastos y un venado muerto, quienes finalmente se establecen en una cueva en la que preparan y asan carne en una fogata. Ahí un personaje inmaterial, con una lanza en la mano, les da protección. Esta figura quizá haga referencia a alguna deidad otomí, ya sea Otontecuhtli, el primer señor de los antepasados, o bien, Yocippa, al que celebraban con comida y bebida en el campo durante cuatro días.[18]Comienza entonces la elaboración de tejidos en telar de cintura, la hilandería y la cestería por parte de las mujeres, quienes también realizan la tarea del cuidado de sus hijos.

A manera de conclusión

Reconocer en los murales de Roberto Cueva del Río la historia y el devenir, las tradiciones y las costumbres de los pueblos, los rasgos culturales materiales e inmateriales, los elementos de “progreso y modernidad”, las condiciones de los grupos indígenas, lo cotidiano y lo sobrenatural, son solo algunos de los elementos por los que debemos conocer, difundir y rescatar la obra de este importante muralista mexicano.

Por desgracia, el mural localizado en Ixmiquilpan se encuentra en completo abandono. Es a través de la mano maestra del pintor como podemos darnos cuenta de la riqueza del Valle del Mezquital, no sólo en cuanto a los recursos naturales (a pesar de vivir en el semidesierto), sino también patrimoniales, ejemplo de esto son la gran cantidad de artesanías que elabora el pueblo otomí y que todavía perduran desde tiempos prehispánicos. Como en el caso de Ciudad Sahagún, Cueva del Río hace una apología de la obra tanto del Patrimonio Indígena del Valle del Mezquital como de los principales actores políticos que intervienen en ella. Este culto a la personalidad de los gobernantes podría parecer un tanto aberrante en la actualidad, pero sin duda en su momento constituyó un reconocimiento legítimo a la voluntad de hacer prosperar a los siempre marginados pueblos originarios, especialmente si tomamos en cuenta que se trata de una de las regiones más pobres de México, en una época en que aún se escuchaban los ecos de la Revolución Mexicana.

Roberto Cueva del Río fue sin duda fue un extraordinario muralista y retratista, fue un artista comprometido con las mejores causas de México pero además refleja nítidamente en su obra su meticulosa preparación para representar la historia y cultura locales, lo que constituye una gran lección a las nuevas generaciones de artistas. Toca a nosotros proteger su obra.

[1]Dan cuenta de él: Lorenzo Monterrubio Carmen. “El mural de la Escuela de Artes del Estado de Hidalgo”, en Presencia de Hidalgo en museos de Europa y América, México, Gobierno del Estado de Hidalgo, Pachuca, 2004 y Escorza Rodríguez Daniel y Eladio Vera Trejo, Los colores de nuestra historia, el mural del Centro de las Artes, Pachuca Hidalgo, Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo, Pachuca, 2014.

[2]Vergara Hernández Arturo La obra hidalguense de Roberto Cueva del Río: “El Nacimiento de Ciudad Sahagún”, Boletín Magotzi UAEH, número 9, enero de 2017.

[3]Moreno Alcántara Beatriz, María Gabriela Garret Ríos y Ulises Julio Fierro Alonso, Otomíes del Valle del Mezquital, pueblos indígenas del México contemporáneo, CDI, México, 1990, pp. 44-45.

[4]Desde el siglo XVI ya existía actividad minera en la zona de Ixmiquilpan. Alonso de la Villaseca construyó un camino que conectaba Ixmiquilpan con el Camino Real de Tierra Adentro que iba de México a Zacatecas donde también tenía minas. Otros enclaves mineros del Valle del Mezquital en el siglo XVI fueron Cardonal, Chalchiutepec y Los Álamos o La Pechuga. Modesto Bargalló, La minería y la metalurgia en la América española durante la época colonial, México y Buenos Aires, 1955, p. 204.

[5]En 1856 se inició la construcción del Gran Canal de Desagüe de la ciudad de México para drenar sus aguas residuales al Valle del Mezquital. A fines de los años treinta del siglo XX se puso en servicio el sistema Taxhimay-Requena y actualmente existen tres distritos de riego que beneficia a 43 mil hectáreas del Valle del Mezquital que incluyen a las presas Endó, Requena y Taxhimay. Danú Fabre Platas Una mirada al Valle

[6]“El árbol de las maravillas es el maguey, del que los nuevos [...] suelen escribir milagros, de que da agua y vino, aceite y vinagre y miel y arrope e hilo y aguja y otras cien cosas...”. José de Acosta. Historia natural y moral de las Indias. Fondo de Cultura Económica, México, 1962, p. 171.

[7]Del náhuatl malacatl (vuelta), es un instrumento de origen prehispánico que consiste en una vara de capulín de unos 20 centímetros que atraviesa un contrapeso circular de barro con un orificio central. Este instrumento se hace girar con los dedos, en ocasiones apoyándolo en una vasija de barro.

[8]La introducción de borregos en el siglo XVI cambió el panorama del Valle del Mezquital pues sufrió un acelerado proceso de desertificación. Ver Plaga de ovejas, consecuencias medioambientales de la conquista de México, de Elinor G. Melvile, Fondo de Cultura Económica, México, 1999.

[9]Algunas comunidades pirotécnicas en el Valle del Mezquital son La Blanca en Santiago de Anaya, Lagunilla en San Salvador y El Nith en Ixmiquilpan. Arturo Vergara Hernández, Artesanías tradicionales del Estado de Hidalgo, UAEH, en prensa.

[10]Para ello hay varios métodos, uno consiste en pasarla entre los clavos de una tabla para que se “peine”. No se aprecia en la imagen, pero por la posición del artesano parece que ese es el que se quiso representar.

[11]Infinidad de comunidades del Valle realizan este trabajo, que es una supervivencia técnica de la época prehispánica en todas sus fases. Este telar funciona con varios “palos”: un carrizo grueso que sirve para separar los hilos pares e impares, un palo delgado que lleva un cordel que jala determinados hilos a lo largo del urdido, otro que lleva unos palitos que sirven para dar el espacio al cuadriculado del ayate, y otro palo plano que sirve para abrir el espacio de la lanzadera y apretar el tejido. Los ayates que se elaboran en infinidad de comunidades del Valle, son vendidos en las plazas y tianguis de las comunidades de la región, principalmente Ixmiquilpan. Andrés Medina y Noemí Quezada. Panorama de las artesanías otomíes del Valle del Mezquital, UNAM-IIA, México, 1975.

[12]Además de Pino Suárez en Tepetitlán, comunidades alfareras del Valle son Tlaunilolpan y Zimapantongo en Chapantongo, así como San Pablo Oxtotipan en Alfajayucan. Arturo Vergara Hernández, Artesanías tradicionales…

[13]El carrizo se trabaja entre otros lugares, en el barrio “La Otra Banda” y San Juanico de Ixmiquilpan, Achichilco y La Palma de Tezontepec de Aldama, Lázaro Cárdenas Francisco en I. Madero, Pañhé en Tecozautla, Candelaria en Tasquillo, Chilcuautla cabecera municipal y San Agustín Alfajayucan. Arturo Vergara Artesanías tradicionales…

[14]Estas artesanías que combinan ixtle y palma pintados son características de las comunidades de Naxthey y Taxhié en Alfajayucan. Arturo Vergara Artesanías tradicionales…

[15]Vergara Hernández Arturo. Las pinturas del templo de Ixmiquilpan ¿Evangelización, reivindicación indígena o propaganda de guerra? UAEH, 2010.

[16]Carmen Lorenzo Monterrubio. El lugar de la luna. Metztitlán en el siglo XVI. Instituto de Artes, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Pachuca, Hgo., México. 2014, p. 45.

[17]Raúl Guerrero Guerrero. Los otomíes del Valle del Mezquital (Modos de vida, Etnografía, Folklore). DIF-Hidalgo, Gobierno del Estado de Hidalgo, Centro Regional Hidalgo, Instituto Nacional de Antropología e Historia. Pachuca, Hgo., 1983, p. 82.

[18]Raúl Guerrero Guerrero. Los otomíes…, p. 86.

Bibliografía:

Acosta, José de. Historia natural y moral de las Indias. Fondo de Cultura Económica, México, 1962.

Bargalló, Modesto. La minería y la metalurgia en la América española durante la época colonial, México y Buenos Aires, 1955.

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Vergara Hernández, Arturo. La obra hidalguense de Roberto Cueva del Río: “El Nacimiento de Ciudad Sahagún”, Boletín Científico Magotzi, Número 8, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, Enero 2017.

Vergara Hernández, Arturo. Artesanías tradicionales del Estado de Hidalgo. Instituto de Artes, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (en prensa).

[a] Profesores del Instituto de Artes de la UAEH. Miembros del Sistema Nacional de Investigadores nivel 1.


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