Salvador Novo, vivir en closet de cristal cortado

“Y soñamos sueños y algunos escribimos sueños”
Salvador Novo, Nuevo Amor

Resumen

En este ensayo se describe la figura de Salvador Novo: escritor, novelista, ensayista y cronista de la Ciudad de México, su papel en la vida cultural de principios del siglo XX. Además, su estrategia de utilizar la literatura como una forma de asumir su sexualidad y algunas reflexiones sobre su obra.

Palabras clave: Salvador Novo. Homosexualidad. Literatura.

Abstract

This essay describes the figure of Salvador Novo: writer, novelist, essayist and chronicler of Mexico city, his role in the culture life in the early 20th century. In addition, his strategy of using literature as a way of assuming his sexuality and some reflections on his work.

Keywords: Salvador Novo. Homosexuality. Literature

¿Debemos permanecer en el closet?

Una pregunta se propaga como eco no sólo interminable sino insidioso, inquietante, y taladra el ánimo: ¿El clóset es para guardar la ropa? La respuesta sigue suspendida sobrevolándonos a todos, tanto homosexuales como a heterosexuales que callan, esconden y disimulan algunas cosas que sienten, piensan y hacen. Consecuentemente, cada quien responde la pregunta para sí mismo como puede o, quizás, como le permiten o imponen las circunstancias que median nuestro vivir. Incluso antes de nacer. Apunta Paco Vidarte:

…las circunstancias nunca vienen luego: están dadas de antemano y aterrizamos en ellas precipitados desde el útero materno. Y lo que sale del útero no es un yo. No en todos los casos […] `Yo soy yo y mi circunstancia` sólo lo puede decir un individuo estupendamente instalado en el tejido social: ha nacido tan entre algodones que trae un pan, un yo y unas circunstancias estupendas debajo del brazo. Algunos hemos nacido sólo con un pan y unas circunstancias, pero sin yo, despolitizados socialmente (Vidarte, 2010:34)

En un orden político-social acotado por una ideología de exclusiones y confrontaciones, las minorías sociales, raciales, religiosas, de preferencias sexuales diversas, con necesidades educativas especiales, etc.,  descubren que han nacido en un entorno hostil. En un escenario en el que están establecidas unas circunstancias para la vida que son adversas, unas circunstancias  que condenan a cadena perpetua o a vivir en libertad condicional,  tolerada, justificándose, rindiendo cuentas. Por lo que, bajo protesta de guardar silencio y “las formas”, se conmina a fingir, ocultar o maquillar el Yo, con el fin de parecer aceptable, respetable, confiable ante los demás. La circunstancia en la que nace y se hace todo integrante de una minoría lleva implícita la demanda de no hacerse evidente, que permanezca en el clóset. Aunque con fugaces escapadas, quizás pueda disfrutar momentos de serenidad.

Algunos placeres apenas murmurados y experimentar una falsa y efímera sensación de libertad. Pero reconozcámoslo, a lo largo de la vida todos construimos un Yo más allá de las expectativas de los demás, de la opinión de los otros, de los supuestos sociales. Ese Yo es el que ocultamos por conveniencia, miedo, represión o inseguridad.  Nos vemos comprometidos a tomar una de dos vías: el sometimiento o la resistencia; aceptar las circunstancias impuestas y plegarnos a la voluntad de los demás o incidir y provocar cambios, abrirnos camino y construir alternativas. La inclusión es hoy en día un reto.  

En cualquiera de sus modalidades, el clóset implica mentiras sumisas teatralizaciones y silencios, fingimientos y borramientos mediados por el miedo, por amenazas reales o imaginarias y por una obsesiva gana de “ser alguien” ante los ojos de los demás, por el deseo de quedar bien con el otro.

Salir del closet no es sencillo, no resulta fácil, cada quien necesita vivir su propio proceso para conseguirlo; para unos es más difícil, largo, tortuoso, lacerante y doloroso que para otros, pero una vez fuera de él se descubren los lados luminoso de haberlo hecho.

Consideramos importante reencontrarnos con  modelos pasados, en los que los integrantes de estas minorías, no solo combatieron fingimientos, vergüenzas o culpas, sino que lucharon con sus propios elementos, aun sin saberlo, para ganar un espacio, una deconstrucción de las exclusiones y un respeto a su diferencia.

Un breve preámbulo

A lo largo de su vida, Salvador Novo (1904-1974), irrita y fascina por la provocación y deslumbra por el talento. Desafía con su conducta y tranquiliza con su ingenio. Él posee un don para perturbar con el escándalo. Además, una clara inteligencia y una personalidad única. Salvador Novo, a juicio de varios estudiosos, es uno de los intelectuales mexicanos más brillantes de las primeras décadas del siglo XX. Maestro del humor, del sarcasmo y la mofa. Como escritor, Novo, incursionó con éxito en casi todos los géneros.

Sobresalen sus crónicas, poemas y obras de teatro. Fue nombrado oficialmente como Cronista de la Ciudad de México en 1965. Crítico mordaz, polémico. Se debatió con implacable sagacidad y filo con casi todos los intelectuales de su época, muchos de los cuales, a falta de argumentos, recurrieron al fácil expediente de atacarlo por su homosexualidad, la cual por otra parte, ostentaba como le venía en gana.

Pionero de una homosexualidad belicosamente reconocida y asumida, Novo, es uno de los escritores más complejos y contradictorios del siglo XX en el mundo de habla hispana. Prosista excelente, poeta de obra breve, director de teatro, dramaturgo, experto en gastronomía. Sin embargo, el escritor, en su época, fue víctima de toda clase de comentarios tanto elogiosos como despreciables. Con el ingenio literario y con la demostración reiterada de su talento, Novo resiste el acoso, y al hacerlo, ofrece un testimonio único sobre la implantación de espacios de la diversidad en una  sociedad que ni siquiera la concibe.

En el México que le toca vivir, Salvador Novo, ciertamente, no es ejemplar. Y como ningún otro de los homosexuales, sus semejantes, está al tanto de la estrategia de resistencia. Por eso, subraya la singularidad y alienta las murmuraciones y el morbo. Acentúa rasgos de conducta y se le ubicará como un ser meramente ridículo, un fenómeno menospreciable.  En los albores de la modernidad urbana, Novo va a los extremos, y en sentido contrario, al prototipo nacionalista de aquella época. Obtiene el espacio de seguridad indispensable en el tiempo en que los prejuicios morales son el único juicio disponible. Lo que su comportamiento le niega, su destreza lo consigue, y por eso Novo desprende de su orientación sexual,  practicas estéticas, estratagemas para decir la verdad, desafíos de gesto y escritura. Como en muy pocos casos, en el suyo, es perfecta la unidad entre persona y literatura, entre la frivolidad y lecciones de diversidad, entre operaciones de sobrevivencia anímica y decisión de sacrificar la gran obra por el placer de verse a sí mismo. El expulsado, el agredido, que ostenta su “debilidad” como una fortaleza.

El derecho a la inclusión

En el México decimonónico y albores del siglo XX, época en la nace Salvador Novo,  había un ausentismo de leyes o reglamentos a propósito de las minorías sexuales, o la inexistencia de artículos libros, personajes literarios o incluso representaciones caricaturales de la gente gay. En este sentido, Monsiváis apunta que el vacío del código Napoleónico, en el tema, fundamenta esta omisión (Monsiváis, 2008:22). La situación contrasta con la de Europa y Estados Unidos,  Karl Heinrich Ulrichs en 1876 apuntaba en una carta dirigida a varios miembros de su muy conservadora y religiosa familia:

El tío Wilhelm opina que los uranios [homosexuales] son una amenaza para el orden de Dios en la sociedad, y da a entender que por eso habría que meterlos en prisiones o manicomios. Respondo: sólo alteran y modifican aquella sociedad que está construida en forma exclusivamente dionia [heterosexual]. Pero la mayoría dionia no tiene ningún derecho a construir la sociedad en forma exclusivamente dionia. Tal construcción constituye más bien un abuso indignante: porque nosotros tenemos tanto derecho a la existencia en sociedad como vosotros (Lizárraga y Juárez, 2009:15).

En ese entonces, una amplia mayoría de homosexuales seguían sin oponer resistencia a ese abuso que denunciaba el gran jurista alemán. El homosexual de clóset se sometía a las dinámicas y reglas del orden heteronormativo, participando en el juego de las apariencias; y para ello, se adiestraba en las artes del ocultamiento, borraba socialmente su yo y adoptaba el fingimiento, el engaño como modo de vida: dibuja sonrisas complacientes incluso cuando le hieren los comentarios o chistes homófobos, y teje una mentira tras otra para complacer a mamá, al maestro, al policía, al jefe e incluso al anónimo transeúnte con quien se cruza en la calle (Lizárraga y Juárez, 2009:25).

¿Por qué es importante rescatar la figura de Novo hoy en día? Analicémoslo desde el punto planteado por Sánchez Vázquez (2012:9): “En México la discriminación y la intolerancia son las formas más lacerantes de la desigualdad, dan como resultado conductas de desprecio hacia quienes son considerados no solo diferentes sino inferiores e indeseables”.

Salvador Novo, en su tiempo, asume una postura frente a esta consigna. En la literatura de Novo y en su obra la conclusión se encuentra explicita. Una respuesta es adelantada a esta problemática, lo vivido con pasión que a nadie daña se justifica a sí mismo. Este es el mensaje oculto de Novo, quien escribe para ser leído algún día y para ser leído al instante por sí mismo. Por eso, en primera instancia, su obra no es provocación, sino ejercicio a través de la escritura, de los derechos negados. Lo que fue “vulgaridad indecible” reaparece hoy como un valioso testimonio del cambio de costumbres y del ser excepcional que, sin programa explicito, aceleró cambios sociales. Además de construir un importante legado para la vida cultural de México.

Infancia es destino

Salvador Novo nace en el seno de una familia de clase media el  30 de julio de 1904 en la Ciudad de México. Cuando inicia  la Revolución de 1910, su familia huye al norte del país, la violencia desatada marca el rumbo de su existencia. “Ahí localiza su extrañeza ante la realidad inhóspita, su repudio de la barbarie, su decisión de asumirse como lo que es porque los demás proceden de igual modo sin ser casi nada” (Monsiváis, 2008:23).

La íntima furia reaccionaria y el testimonio abrumador es determinante para su obra posterior. En varias ocasiones. Novo refiere su horror a esa revolución, a los gritos de muerte y de victoria, a los saqueos, a su madre enfrentándose a la turba enardecida que le perdona la vida del esposo porque ya mataron al tío. En su reflexión poética sobre la infancia, Espejo, Salvador Novo divide la sensibilidad en dos órdenes: la conciencia de la fragilidad y la certidumbre de la inteligencia, definida entonces como un despliegue de su curiosidad.

La relación fundamental de la vida de Salvador Novo, en la infancia, es su madre: Doña Amelia. Con ella entabla el tipo de relación que los primeros grandes divulgadores del psicoanálisis esperarían de un niño con tendencias “equivocas” (Monsiváis, 2010). La educación del niño Salvador, muy esmerada y cuidadosa. La madre sobreprotectora y vigilante de este niño “rarito”. El proceso es indetenible y se afirma con certeza la diferencia. Este conocimiento biográfico parte del mismo escritor, quien como  propia fuente de información, divulga la inclinación irrenunciable en la que siente atrapado.

Para la generación de Novo, la experiencia fundamental es la Revolución Mexicana,  su horizonte imprescindible. Esta revuelta ocasiona que Novo, al igual que muchos niños de su generación, vaya de un lado a otro. Después de vivir un tiempo en Chihuahua, llega a Torreón, en donde se instala en 1910; estudia en el Colegio Modelo, la única escuela privada del municipio y que estaba dirigida a educar solo a mujeres. Termina la primaria en 1915 y en 1917, al avecindarse la familia en la colonia Guerrero de la capital, ingresa a la Escuela Nacional Preparatoria.

El contexto transformador

La Revolución de 1910 significó un giro a la vida política, social e intelectual del país. Los viejos esquemas estaban carcomidos por el tiempo y fustigados por las nuevas formas de pensamiento. La transformación que sufría México exigía un nuevo sentido. Era necesario empezar la reconstrucción de un país, cuyos habitantes, estaban afectados por la violencia.  El costo de las batallas entre los grupos de choque había sido demasiado alto. Por otro lado, La Revolución reabrió la vieja cuestión de la identidad nacional: “La Revolución asestaba un golpe de asombro, y de angustia, a la endeble conciencia de nación heredada del siglo XIX” (Sheridan, 2007).

La Revolución daña severamente la estructura de silencios culpabilizadores, entre masas que se desplazan a la fuerza y señoritas que pierden o que venden la virginidad por unas horas. La moral pública se modifica considerablemente entre luchas intestinas, migraciones masivas con las soldaderas adjuntas, legiones de hijos sin padre y oleadas de prostitutas, todo lo que hace inocultables los desplazamientos del machismo y del deseo.

La Revolución, de alguna manera, sexualiza la vida social, surge el teatro frívolo o como lo refiere Monsiváis “las realidades corporales” (Monsiváis, 2010:25), el entorno de una vida diferente que se vive sobre todo en forma nocturna y anónima. En la práctica, se pulverizan en una década, estructuras promovidas por la decencia y la moralidad. Al eliminar un gran número de convencionalismos, la Revolución le da fluidez a la secularización. Quedan en pie las prohibiciones eclesiásticas y familiares y las reacciones machistas pero disminuye esa vigilancia casi policiaca de las conciencias, el sentimiento de culpa. Desde luego, esto se da de modo desigual y combinado, pero en la capital se afianzan los espacios de tolerancia, lo que se expresa en una frase de la época: “por mí que cada quien haga de su culo un papalote”. Persisten las aspiraciones de suprema decencia pero cada vez más provienen de convenios sociales. El conjunto de prejuicios acepta incluir algunos cambios.

La segunda década del siglo veinte, se distingue por la divulgación de inventos, modas y avances científicos que modificaban radicalmente la vida del mundo en general. Era la época de la postguerra; el fin de la primera guerra mundial marcaba nuevos paradigmas a la humanidad. Nuevas corrientes de pensamiento, literarias y artísticas, afloraban en Europa y Estados Unidos que se extendían al resto de los países. En especial, la revolución social, derivada de las diferentes revueltas, equilibraba en muchos sentidos, la liberación de la mujer y de otros colectivos y minorías que  garantizaban su entrada en terrenos antes restringidos.

En México, en la primera década del siglo XX, una corriente de pensamiento: el positivismo, aun dominaba el panorama intelectual de México. Sin embargo, no todos los sectores, especialmente el cultural, estaban contentos con esta forma de construir conocimiento: En 1906 el filósofo, Antonio Caso, fundó la revista Savia Moderna, en la que confluyó un grupo de intelectuales críticos. Era un grupo de intelectuales entre los que destacaban: Isidro Fabela, Alfonso Reyes, José Vasconcelos, que mediante la corriente predominante en El Ateneo de la Juventud, fundado en 1910, pensaban que al llevar el conocimiento a este método, estrictamente racional,  pasaban por alto la intuición y otras fuerzas propias del género humano  que servirían para desarrollar nuevos modelos de conocimiento y de pensamiento. 

En México, durante los años veinte, la estructura cultural proveniente del porfiriato, estaba devastada por la lucha armada.  En este contexto, surge la búsqueda de la esencia del país lo que transformó la cultura mexicana. Su actor principal: José Vasconcelos. El vasconcelismo, se inició con una fuerza avasalladora en las letras y en las artes plásticas, la pintura representada en el muralismo, parecía en sí misma, todo lo que se quería contar acerca de esta nueva nación que surgía  de sus cenizas, de una lucha cruenta y desgastante. Durante la segunda década del siglo XX aparecen publicaciones, ensayos, libros, reportajes en los ámbitos cultural, social, científico,  que intentan trazar el nuevo orden de conocimiento en el país. Una de las tempranas muestras literarias de esta actitud, la encontramos en los XX poemas de Salvador Novo, publicados en 1925. El paisaje urbano y los elementos de modernidad invaden los versos. El autor no se preocupa de lo poco poéticos que pudieran resultar, más bien son divertidos, sugestivos, imágenes que transfiguran la realidad y están muy lejos de lo que hasta entonces se había hecho.

Juventud divino tesoro…

En 1917, Novo ingresa a la Escuela Nacional Preparatoria, en ese momento, además de ser una institución de enseñanza,  funcionaba como un extraordinario centro cultural. Se hace compañero de Carlos Pellicer y conoce a Jaime Torres Bodet que siendo muy joven ya era secretario del plantel;  y para 1921,  secretario del ministro de Educación José Vasconcelos.

Torres Bodet presenta a Novo con sus amigos, todos poetas: Bernardo Ortiz de Montellano, Enrique González Rojo y José Gorostiza. Villaurrutia añade al grupo a dos escritores brillantes Gilberto Owen y Jorge Cuesta. Todos ellos unidos por la poesía, el espacio de desenvolvimiento era el centro de la Ciudad de México. Las librerías, los cafés,  las cantinas, los cuartos de azotea, tertulias literarias enmarcaban su universo creador. Novo empieza a despuntar con su habilidad y talento en el ambiente cultural y en contraparte inicia el despertar de una sexualidad diferente.

La década baja el telón, hacia 1928, con la publicación de la revista Los Contemporáneos, que marcaría definitivamente la contracorriente del nacionalismo. Alrededor de ella se reunió un grupo de jóvenes escritores que compartían influencias literarias y la formación de una trayectoria periodística.

En esta publicación, los jóvenes escritores, compartían una actitud respecto al arte. Ponen en tela de juicio, con sus propias expresiones literarias, el pensamiento de que la mexicanidad no está necesariamente reñida con la universalidad. Cada poeta Pellicer, Novo, Cuesta, Owen, Ortiz de Montellano, Villaurrutia, González Rojo, Gorostiza y Torres Bodet.  Escribían de una manera muy personal y muy propia (Pérez Gay, 2009)

Aunque todos se iniciaron bajo la autoridad política y cultural de José Vasconcelos, no compartían la visión del vasconcelismo. La propuesta literaria de este grupo surge y se desenvuelve a contracorriente del nacionalismo cultural. Su extraordinaria creatividad se fundamenta en una pasión literaria en la que  unieron un profundo conocimiento de la literatura del siglo XIX mexicano y un talento excepcional para incorporar las tendencias de vanguardia. Estos escritores impulsaron el teatro, iniciaron la crítica de las artes plásticas, introdujeron autores hasta entonces desconocidos en México, batallaron contra la censura, eligieron el humor como estilo y actitud ante la vida cultural.

Los de condición “dudosa”


La izquierda marxista y el nacionalismo revolucionario coinciden ampliamente durante el auge del radicalismo en varios paradigmas. Uno de ellos, la emancipación de las mujeres representadas por las “pelonas”, como se reseñará posteriormente. Otro punto es el desprecio hacia los homosexuales. En un artículo intitulado “Arte puro: puros maricones” (Choque, órgano de la Alianza de Trabajadores de las Artes Plásticas, numero 1, marzo de 1934), reproducido en Textos polémicos, El Colegio Nacional (1999),  Diego Rivera se explaya contra el arte purista, “el método lacayesco de ofrecer al burgués que paga un producto que no amenace sus intereses” y reclama:

Por eso el arte puro, arte abstracto es el niño mimado de la burguesía capitalista en el poder, por eso aquí en México hay ya un grupo incipiente de seudoplástica y de escribidores burguesillos que diciéndose poetas puros, no son en realidad sino puros maricones (Rivera, 1934 en Monsiváis, 2010:24).

Los integrantes de la tendencia cultural o grupo que toma su nombre de la publicación misma Contemporaneos, son de alguna manera marginados y señalados porque, así trabajen en la burocracia oficial; la cultura que proponen es inesperada en el país y por constituir un círculo que en materia de comportamiento es diferente. Son etiquetados como maricones. Aunque, algunos de ellos como Owen, Ortiz de Montellanos, Cuesta,  no lo sean, la difamación es general.  El propio Alfonso Reyes a su regreso a México, se asombra y le confía a su amigo Antonio G. Solalinde (25 de agosto de 1924): “Yo siempre creo que los jóvenes tienen razón. Hay entre ellos mucha mariconería, enfermedad nueva aquí, y eso me aleja de muchos y me hace sufrir, pues no soy tan escéptico e indiferente como yo mismo me lo figuraba” (Monsiváis, 2010:25).

La campaña contra los homosexuales es implacable. Década de 1920, José Clemente Orozco los caricaturiza en El Machetes “Los Anales” y en los muros del edificio de la Secretaria de Educación Pública, Diego Rivera se burla de Antonieta Rivas Mercado, su mecenas cultural.

Son muy vastas las resonancias del linchamiento moral. Entonces, la animadversión a los homosexuales es asunto de la “naturaleza social” y lo que en gran medida depende del ínfimo lugar concedido a lo femenino. Un homosexual se degrada voluntariamente al asemejarse a las mujeres, renuncia a la continuidad de la especie y a los valores fundamentales de la nación, y esto se empeora cuando se hace visible la presencia de los “diferentes” al grado de dejarse ver en campos donde ni siquiera se le percibía. La persecución se acrecienta y se expone la inconformidad. En 1925 Jiménez Rueda se queja del “afeminamiento de la literatura” (Monsiváis, 1980:26).

Para las artes del momento, encargadas de alimentar el mito del revolucionario como aprovisionamiento de virilidad, Los Contemporáneos, encarnan un modelo paradójico con los vicios más visibles de la burguesía, la actitud desdeñosa ante el esfuerzo físico, la frivolidad como recurso del individualismo, la ausencia de compromiso social, estos elementos provocan fuertes y mordaces críticas.

No hay lugar en la cultura proletaria para el intelectual y el artista que no abrazan con fervor y gallardía las causas populares. A los intelectuales de espíritu cosmopolita con la mirada colocada más en París que en el resurgimiento de un indigenismo exaltado, el prejuicio los califica de parásitos. Ellos son “los raros”, “los invertidos”, “los de miradas lánguidas y ojos soñadores”. Es elocuente el linchamiento moral dirigido contra el grupo de Los Contemporáneos. Sus integrantes son víctimas de todo un alud de suposiciones maliciosas sobre su vida personal y su conducta.

La burocracia gubernamental les ofreció trabajo y ascenso para su vida profesional pero en sentido contrario, la marginalidad los acosa respecto al gusto dominante y los estilos de vida. Bonfil refiere “que al homosexual ya sea letrado o analfabeto, se le asigna la misma condición de ciudadano de la república de la exquisitez —un territorio totalmente alejado de la patria bronca—” (Bonfil, 1996).

Con el paso del tiempo, el aporte de Los Contemporáneos, a la vida cultural de México  es indiscutible y reconocido.  Para Gonzalo Celorio, Salvador Novo, junto a Carlos Pellicer, Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen, Bernardo Ortiz de Montellano y José Gorostiza, “son iconos dentro de un contexto iconoclasta, de modernidad y en cuya obra se ponen en tela de juicio muchos de los valores que tendían a sacralizarse dentro de la cultura” (Celorio, 2009:109).

De acuerdo a Emmanuel Carballo, Los Contemporaneos, forman el grupo más valioso de las letras mexicanas en el siglo XX. Los distingue la conciencia artística, la cultura vasta y al día, la técnica eficaz que emplean en el verso y la prosa. Su protesta auténtica concitó la ira y los denuestos de las otras banderías. Manuel Maples Arce, guía espiritual de Los Estridentistas, los cree unidos por cierta indeterminada “complicidad”. Ermilo Abreu Gómez dice, refiriéndose a ellos: “Este grupo ha pretendido sin capacidad de cultura suficiente, sin hombría cabal, sin relación eficaz con la tierra en que se vive, regir la eficacia de las letras que maduran fuera del predio alquilado para sus debates” (Carballo, 2003).

¡Un dandi en México!


Salvador Novo, como parte del grupo de Los Contemporáneos,  se caracterizó por un anhelo de modernidad un tanto contestataria con respecto a ese proceso de institucionalización de la cultura posterior a la Revolución mexicana, tuvo una disciplina y una posición propia al momento de escribir. Es un escritor culto, responsable, en tanto que intenta hacer de la poesía, como afirmó Ali Chumacero:  “un renovado instrumento de expresión” (Carballo, 2003:286). En 1926, Novo inicia entre  la serie de sonetos y décimas de “La Diegada”, una etapa del pleito con Diego Rivera, y los amigos del escritor Jorge Cuesta, que se casa con la ex mujer de Diego, Lupe Marín. Frente a chistes, imitaciones, desprecios y rechazos, se levantan los sonetos que inundan de oprobio al artista de la Revolución. En uno de los murales de la Secretaría de Educación Pública, Diego Rivera hace un retrato despiadado de Novo, y él responde con “La Diegada” en él hace alusión al adulterio cometido por la compañera del pintor inclusive se olvida del refinamiento y se atiene al arte del insulto.

Como poeta, soporta en sus comienzos los influjos determinantes de esos momentos. Conserva una línea propia. En más de una ocasión coincide con los estridentistas y, tal vez crea algunas de las obras más significativas de esa tendencia. Se aproxima a los surrealistas y a los imagistas y trasciende sus recetas.

Entre los ensayistas nacidos en este siglo, Novo, tiene un sitio impar: nadie lo aventaja, ni nadie lo iguala. El crea sus propias retóricas.

Para 1927, escribía la primera línea de su ensayo Return Ticket: “Tengo veintitrés años y no conozco el mar…” En Return Ticket estaba ya la gracia, la precocidad, el toque moderno, la inteligencia y la complicidad con el lector que dejaba en claro una cosa: Novo y su estilo fueron únicos desde un inicio. No fue un memorista apasionado como José Vasconcelos, no escribió una gran novela, como Martín Luis Guzmán, no intentó el poema de largo aliento como José Gorostiza, no llegó a lo más alto de la carrera burocrática como Jaime Torres Bodet; sin embargo, Novo tiene una de las obras más intensas y disfrutables de la literatura mexicana (Carballo, 2003:423).

La producción de Novo es muy extensa, la poesía pequeña en la que se especializó, está estructurada de tal forma que su sencillez y elegancia son evidentes. Hace del soneto y la rima sus ingredientes principales. Hablar de Salvador Novo como fenómeno cultural, gracias a su vasta obra, es incuestionable. La redacción y su estilo son impecables, con frecuencia roza con lo sublime y el mundo de un lenguaje hiriente y sarcástico. En opinión del dramaturgo José Antonio Alcaraz, amigo del poeta, su poesía tenía nexos muy cercanos con grandes poetas de su tiempo como: Hart Crane, Langston Hughes y Robert Lowell con un antecedente de Quevedo y de Francisco de Rojas. Salvador Novo maneja un fino humor nacido de la observación de la sociedad que lo rodea y que muchas veces lo rechaza, su desfachatez iba de la mano con su inteligencia (Carballo, 2003:423).

El dandismo de Novo es toda una leyenda. Octavio Paz cita:

En aquel México lleno todavía de supervivencias del siglo XIX, Novo afirmaba casi como un desafío, su voluntad de ser moderno. Nos azoraban sus corbatas, sus juicios irreverentes, sus zapatos bayos y chatos, su pelo untado de stacomb, sus cejas depiladas, sus anglicanismos. Su programa era asombrar o irritar. Lo conseguía (Paz, 1989:294).

Frívolo, insolente, elegantísimo, en muy poco tiempo Salvador Novo se adueña del círculo cultural mexicano. Su erudición, su presencia en los periódicos y sus relaciones con políticos poderosos, hacen de él un verdadero “niño terrible”. Son numerosas las anécdotas de su humor, de su ingenio, de su desprecio olímpico, de su irreverencia como las sandalias doradas con que fue calzado a la escuela de Jurisprudencia; los feroces sonetos que asestaba a sus amigos; ni Pellicer, ni Villaurrutia, ni Torres Bodet escaparon, que decir de sus enemigos: Diego Rivera, Ermilo Abreu Gómez, Agustín Yáñez. Los epigramas y las burlas despiadadas: “por hacer un chiste sacrificaba hasta su madre. Muchas veces lo escuché hacer chistes crueles de su mamá” (Solana, 1994:167)

Novo, en esta época, acepta de manera incuestionable su homosexualidad. A lo largo de su vida, el escritor y el hombre exhiben su preferencia sexual escandalizando las buenas conciencias. En este sentido, Novo  define la imagen que tenía de sí mismo y la muestra a los demás. Novo se desenvuelve, en un contexto en el que la homosexualidad era satanizada, perseguida y condenada. Sin embargo, él decide asumirla, la recupera y la enfrenta, Escribe su libro autobiográfico: La estatua de Sal y es en este documento, al margen de una prosa correcta y un estilo propio, donde narra las experiencias que lo llevan a aventurarse en el reprimido mundo homosexual de los años veinte:

Aquella era sin duda, la casa más pecaminosa de cuantas visitábamos. Al entrar en el patio lleno de tendederos, las mujeres de la vecindad y los chicos que jugaban entre los lavaderos nos bañaban en una mirada de desprecio y de lastimera curiosidad. Sabían muy bien la clase de gente pervertida que visitaba a los misteriosos moradores de la vivienda más oculta y sombría donde no entraba nunca mujer alguna y que permanecía siempre cerrada, impenetrable a sus inquisiciones y espionajes (Novo, 2008:103).

El Novo homosexual, era indudablemente el norte de la brújula, la estrella polar del mundo gay mexicano en su momento. Todo mundo lo sabía sin necesidad que él lo proclamara: su relación con choferes, militares y toda clase de tipos populares era abierta e inclusive expuesta en su obra.  No pocas veces hace referencia a ella en sus escritos, tanto sentimental como sexualmente. Novo se trata a sí mismo sin misericordia y, con el vigor complementario, se mofa de los valores de quienes lo rechazan.

Si yo tuviera tiempo, escribiría
mis memorias en libros minuciosos;
retratos de políticos famosos,
gente encumbrada y de gran valía
¡Un Proust que vive en México! Y haría
por sus hojas pasar los deliciosos
prohibidos idilios silenciosos
de un chofer, de un ladrón, de un policía.

Pero no puede ser, porqué juiciosa-
mente pasa la doble vida mía
En su sitio poniendo cada cosa.

Que los sabíos disponen de mi día
Y me aguarda en la noche clamorosa
La renovada sed de un policía.

Es esta una poesía hecha juego, imaginativa, innovadora, frívola aparentemente sin solemnidad ni mensaje profundo. Y es que su trascendencia radica precisamente en su falta de pretensiones. Por primera vez en la poesía caben los personajes y los objetos cotidianos y sobre todo para Salvador Novo, la ciudad.

Grupos de artistas y escritores intentaban sobresalir en terrenos artísticos o culturales, el escritor resulta ser una especie de inspiración.  Adriana Malvido en su libro Nahui Ollin. La mujer del Sol lo refiere: “En el imperio del machismo, la participación femenina en la época de los contemporáneos es definitiva. La represión sexual es fuertísima. Contra el homosexualismo ni se diga: Salvador Novo es el único que lo asume retando a todo el mundo” (Malvido, 1993).

Sin proponérselo Novo acelera entre 1920 y 1940 una nueva mirada social. Retratarse jactanciosamente sin necesidad del expediente y el acta del Ministerio Publico, simplemente porque se le da la gana; salir a la luz del día, envuelto en vestuario multicolor, manos cuajadas de anillos, la pose y los gestos. Contradecir la apariencia de virilidad que la Revolución reclama. Novo usa su estampa como arma en su propia batalla de construir la imagen que se espera de los desviados, y al ajustarse a las ideas preconcebidas las trasciende.

Salvador Novo tiene el valor de vivir su homosexualidad, a plena luz, sin hacer lo que hoy se llamaría salir del closet, sino asumirlo en forma explícita. Eso permitió, de manera un tanto histriónica, entender las cosas, para que se reafirmara dentro de sí su convicción. Es un proceso que ha sido explicado con más claridad al paso del tiempo, Novo, en su época, podría haber asumido lo que describe Lizarraga,  que para vivir y sobrevivir para quien es considerado, socialmente diferente,  es necesaria la resistencia creando horizontes y perspectivas diversas, estrategias para hacerse manifiestos.

Y eso sólo es posible haciéndonos visibles ante nosotros mismos y frente a los demás, obligando a que se nos vea como lo que somos, no como quisieran que fuéramos. Debemos escucharnos y hacer que nos escuchen, aunque desafinemos en los coros que entonan en casa, en la escuela, en el trabajo o en la calle (Lizárraga y Juárez, 2009:27)

La identificación homosexual es la conciencia y aceptación de una serie de elementos que culminan en una coincidencia de deseos, sentimiento, actos y conciencia, que culminan en la aceptación de la propia homosexualidad. Es un acto de autodefinición, estos elementos no pueden surgir simultáneamente, sino en épocas diferentes de la vida. Y no siempre se dan en el mismo orden: en una persona pueden aparecer primero los deseos y luego el amor, luego los actos; en otra puede ser todo lo contrario. No hay un orden, ni una progresión en el tiempo, que sea común a todos los homosexuales.

El caso de Novo es particularmente interesante, ya que él afronta y confronta su homosexualidad, en un tiempo donde esta condición era totalmente vedada, excluyente y represora. Además, hace de su inteligencia y el ingenio, el arma principal para enfrentar a sus detractores.

A consideración de Carlos Monsivaís, esta postura desafiante fue alentada por razones culturales “la difusión de Freud, el fin del aislacionismo informativo, los cambios en la cultura y las nuevas corrientes  literarias internacionales” (Monsiváis, 1980:23).

Es un hecho que la Revolución Mexicana, había contribuido a un nuevo orden de ideas: la posición anticlerical, las batallas de facciones que incluían romper esquemas como las familias tradicionales, el acoplamiento de las parejas en los campos de batalla, inclusive en términos violentos; el abuso de los beligerantes a los colectivos femeninos ocasionados por el desorden y la impunidad, contribuyeron a la decadencia de la estructura de una sexualidad silenciosa y reprimida. La moral pública se modifica considerablemente entre tomas de ciudades, migraciones, oleadas de mujeres que al no tener otro modo de subsistencia ejercen la prostitución.

En la década de los años veinte y treinta, los colectivos reprimidos estaban representados sobre todo por las mujeres. La nueva conciencia les hace  desconocer los antiguos cartabones: se cortan el pelo, dejan atrás los vestidos largos y cubiertos. La imagen reinventada es una nueva forma de enfrentar el cambio. Los homosexuales, al margen y en la oscuridad, deben haber tomado conciencia de los nuevos estereotipos. No es irreflexivo incluir en este sentido, una analogía con  décadas más recientes, en donde los homosexuales toman ejemplo y aman a las divas, sean de Hollywood, de la ópera, del cine mexicano o de la canción popular, y de ellas desprenden el tono fársico y adquieren gestos, frases, y una redención incondicional (Monsiváis, 1980:83).

Novo, a la largo de su vida, exhibe su preferencia sexual escandalizando, pero al mismo tiempo, creando un espacio para un nuevo modelo de vida. El intelectual sarcástico e ingenioso, el dandi refinado y amanerado que alterna con las figuras en el poder pero que al mismo tiempo las rechaza,  el hombre que se mantuvo soltero hasta el final de sus días, el sujeto que no intenta disfrazar su preferencia tras una relación fingida con el sexo opuesto.

No fue sino hasta entonces, a pesar de que todo el año vagamos juntos, cuando David y yo nos confiamos abiertamente nuestras idénticas inclinaciones. Quizás adivinamos a su descubrimiento simultáneo al recordar a los compañeros de escuela; al admitir , mientras los describíamos para identificarlos, que Fulano y Zutano eran muy guapos y que nos gustaría besarlos (Novo, 2008:113).

Ante esta actitud desafiante, Salvador Novo, recibe admiradores y detractores admiración y desprecio en dosis similares.

Una nueva mirada

La vida de Novo nos permite acercarnos a la teoría social de la homosexualidad. Según esta perspectiva, la homosexualidad es un fenómeno histórico, tanto  personal como social. Es un hecho y también una idea que se inserta en la ideología como cualquier otra idea. Algunos autores, piensan que siempre han habido actos homoeróticos, pero el concepto de la homosexualidad solo aparece en la era moderna y en el mundo occidental. Apenas a partir del siglo XIX, emergen individuos que son identificados y se identifican a sí mismos como  seres esencialmente diferentes por su comportamiento sexual. Como lo describe Foucault “El sodomita había sido una aberración momentánea; el homosexual se volvió una especie” (Foucault, 1987:232).

Surge así, la proclama de una homosexualidad que no está dada por la biología, sino que se construye y se expresa a través de un estilo de vida, una comunidad y una sensibilidad cada vez más consciente de sí misma. Tal como el individuo reconoce paulatinamente su orientación hasta asumirla plenamente, así la cultura occidental ha reconocido y asumido, poco a poco, la existencia de una homosexualidad que no es mera  preferencia personal sino una identidad social.  No se trata de un individuo, sino de una comunidad; no se traduce sólo en una orientación sexual, sino en gustos, modas y una manera de pensar.

A principios del siglo XX, el movimiento homofilo encontró a sus principales aliados entre los intelectuales. De hecho, en países como Francia e Inglaterra, algunos de los pensadores, escritores y artista más destacados eran homosexuales, y las campañas en favor de sus derechos, recibieron el apoyo de figuras tan eminentes como Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir.  De manera similar, en México y como efecto cascada, los grupos de intelectuales, (entre los que por supuesto estaba incluido Novo), empiezan a formar alianzas, identificándose por su sentir y vivir y su expresión alternaba frecuentemente con los espacios del arte como la pintura y literatura. Se establece esta dualidad y complicidad.

Invité a Xavier, a Delfino y a Montenegro a mi nueva residencia, Xavier había dejado de ser amante de la Virgen y aprendió a procurarse por si los golfitos pasivos que gustaban. Empezaba a ser amigo de Agustín Lazo, sobrino de Antonio Adalid. Antonio me había dicho: -‘tengo una sobrina muy hipócrita, ojalá se soltara el pelo. Te lo voy a presentar’-. Y una noche invitó a merendar a un joven narigón, introverso de pelo planchado, que chorreaba cultura e inhibición por todo su traje abotonado. Pintaba y estaba al día en la literatura y en música. Insistían en hablar de arte y ruborizaba a cada broma de su ruidoso tío que lo observaba y me picaba a lograr la reticente confianza de la sobrina (Novo, 2008:110)

A mediados de los años setenta del siglo XX, la revolución sexual y su contracultura, sacan a la luz, ahora si con toda intencionalidad, la diversidad sexual. Nuevas formas de interactuar y de relacionarse entre individuos que ejercen una preferencia diferente. Los grupos marginados que habían permanecido en la clandestinidad, reclaman su visibilidad. Circunstancia, que ellos mismos asumen bajo la connotación de: “salir del closet” (Lizárraga y Juárez, 2009:39).

Amar es este tímido silencio

En sentido contrario, se ha llamado permanecer en el closet, a las personas que no asumen su condición sexual. Novo, adelantándose a su época y contexto, vivía en un closet totalmente trasparente. Él asumía su homosexualidad. Un verdadero desafío para su época. Inclusive, se regodea de esta actitud: los bisoñés, los chalecos de raso y satín, los anillos de diamante monumentales, las pañoletas y los bastones, formaban parte de una apariencia fascinante que muchos rechazaban pero al mismo tiempo admiraban.

Al respecto, recordemos lo apuntado por Serge Moscovici:

La minoría por definición no debe agradar. Una minoría vive con el desagrado de la mayoría, es una realidad. No deben inventarse minorías agradables, las minorías agradables no han sido nunca verdaderamente muy influyentes. […] la capacidad primera de una minoría es crear un conflicto y ser capaz de guiarlo, sino no hay invención, no hay cambio. […] El conflicto es un dato fundamental, no solamente de la historia sino de la creación de la subjetividad. Sería mejor que todo mundo se amara, pero la realidad no es así (Acosta, 2009).

Novo, es paradigma en diversos sentidos, es un escritor de primer orden. Un poeta finísimo, un sonetista perturbador asociado siempre con la provocación. Un gay que le concede un rostro talentosísimo a su predilección. Un admirador de Oscar Wilde, su modelo de poses radicales. Es un practicante del “afeminamiento”, que al subrayarlo, satisface, y casi anula las expectativas del voyerismo social; es un estratega del deseo que transcurrida su juventud hace uso del cinismo más arrasador.

Al igual que su prosa, la precocidad fue notable en la poesía de Novo. Desde sus primeros poemas contribuyó, con un tono modernísimo, extraído de la poesía vanguardista en lengua inglesa, a la transformación de la literatura mexicana. Sus libros posteriores como Espejo (1933), Nuevo amor (1933) y Poemas Proletarios (1934) contienen muchos de los poemas infaltables en cualquier antología, en ellos nunca se refiere al ser femenino que inspira poesía y deseo. Salvador Novo, Xavier Villaurrutia y Carlos Pellicer, fueron particularmente hábiles para decir lo que querían decir sin decirlo: fingía, fingiendo sin sentir.

Novo espera en el crepúsculo de la tarde, ante la tierra seca, cuando cierra la puerta de la noche, a un ser que no se llama Susana, Juana, María. Su audacia consistía en saber hasta dónde se puede ir demasiado lejos. Sus poemas, uno a uno, evocan al ser amado: “oigo el marcial acento de tu paso”, donde hace referencia  claramente de quien está hablando. Nos describe de forma implícita su posición, nombra indefinidamente al sujeto deseado y amado. En este sentido, apunta Dorfles: “En verdad una de las características de cierto arte y cierta poesía se esconde tras la peculiar ´no verdad´ , o mejor dicho, ambigüedad de los conceptos expresados” (Dorfles, 1993:67)

Amar es este tímido silencio
cerca de ti, sin que lo sepas,
y recordar tu voz cuando te marchas
y sentir el calor de tu saludo.
Amar es aguardarte
como si fueras parte del ocaso,
ni antes ni después, para que estemos solos
entre los juegos y los cuentos
sobre la tierra seca.
Amar es percibir, cuando te ausentas,
tu perfume en el aire que respiro,
y contemplar la estrella en que te alejas
cuando cierro la puerta de la noche.

Según José Emilio Pacheco, los precursores de la “antipoesía” son: Henriquez Ureña, De la Selva y Novo, “la otra vanguardia” hispanoamericana, extraña al experimentalismo europeo, más realista e impregnada de ironía: “Andando el tiempo, esta corriente, será vehículo de una poesía de la resistencia, apuntalará muchas expresiones liricas de la Revolución Cubana  y sustentará el mejor libro de poemas políticos escritos después de Neruda” (Pacheco, 1979:10).

Para Salvador Novo, la literatura lo es todo menos un espacio consagrado. El talante de dandi frívolo, irreverente, y burlón penetra en lo que escribe. De esta manera también revoluciona y moderniza la prosa mexicana. Así como Wilde señala que “el arte es la única cosa seria del mundo y el artista es la única persona que nunca es seria.” Novo, relaciona sucesos, cualidades y personajes heterogéneos, pone en duda datos indiscutibles, saca conclusiones absurdas o extravagantes y con ello obliga al lector a plantearse con humor sus convicciones y valores. Nunca se toma nada en serio, nunca impone conclusiones: su estilo es mucho más sutil. Desde la trivialidad, “Salvador Novo elabora para el lector una postura antidogmática,  la posibilidad de ver el mundo como mejor le plazca: una libertad hermenéutica que ahora casi nadie ofrece” (Monsiváis, 2008:29)

En 1964,  Novo compiló cuarenta años de ejercicio literario en un grueso volumen al que el mismo tituló Toda la prosa. En él, están los temas predilectos de Novo, la mayoría de las veces conectados con la vida cotidiana y salpicada por una erudición tan natural como su propio impulso narrativo. Se refería el resto de su prosa como “algo evaporado en la arena de las publicaciones periódicas”. Reunió aquellos textos en tres libros: La Vida en México que fueron producidos durante los sexenios de Lázaro Cárdenas, Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán. Estas páginas pueden leerse ahora como una novela sin ficción, y con personajes reales de las atmosferas del México al que Novo se dedicó en cuerpo y alma.

Y contemplar la estrella en que te alejas cuando cierro la puerta de la noche…

El 13 de enero de 1974 muere Salvador Novo. Se le entierra en el Panteón Jardín, ante un cortejo de actores, familiares, amigos, funcionarios, gente del pueblo.

En el imaginario y la memoria colectiva queda la conquista de la ciudad y el ejercicio del poder de la seducción de un personaje que vivió con una pasión que a nadie dañaba, pero que a muchos incomodaba. Lo que vivió y quedó plasmado en su obra, es ahora evidencia, a través de la escritura, de los derechos negados, de la visión de lo marginal, de la historia oculta y censurada que por muchas décadas permaneció silenciosa pero viva.

Novo fue congruente y coherente consigo mismo; su actitud ante la vida y sus contradicciones no son cualidades ni defectos,  sino elementos básicos para entender y gozar su obra. Prototipo de una visión del mundo: la diversidad sexual.  Sus críticos le auguraron, pese a su considerable talento, un papel deslucido y poco digno, incapaz de trascender su época. Fue llamado frívolo, reaccionario, indigno de figurar en la literatura mexicana.

Sus detractores no imaginaron que esos adjetivos degradantes serían algunas de las características positivas de Novo. Su postura le otorgó el conocimiento de otras maneras de ser y mirar la vida, las que adaptó a las letras mexicanas. Sus costumbres, “indignas”, lo llevaron a crear algunos de los poemas de amor que figuran entre los textos más desolados, sinceros y bellos;  imbuidos por el deseo surgido de la propia inseguridad de asumir una condición diferente. Por eso, es importante rescatar su obra como un testimonio valioso del cambio de costumbres y del ser excepcional, que en una lucha a contracorriente, sin tener como hoy en día un esquema de equidad e inclusión a la mano, aceleró cambios sociales y creó una literatura magnifica donde se enriquece nuestra diversidad.

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[a] Egresado de la Licenciatura en Historia de México, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.


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