Estilos parentales de crianza: una revisión teórica

Resumen

El presente ensayo tiene como objetivo abordar los estilos parentales de crianza desde su origen, significado, tipología, así como algunas de sus implicaciones en el desarrollo y salud psicológica de las personas. La primera parte se centra en definir la crianza y la socialización, en la segunda parte se presentan diversos modelos familiares, hasta finalizar en los estilos parentales de crianza desarrollados por Diana Baumrind, finalmente la última parte enfatiza las implicaciones de los estilos parentales de crianza a través de múltiples estudios.


Palabras clave: crianza, estilos parentales, socialización, familia

Abstract

This paper aims to address parental rearing styles from its origin, meaning, types, and some of its implications in the development and psychological health of people. The first part focuses on defining the upbringing and socialization, in the second part diverse family models are presented to finish in the parental rearing styles developed by Diana Baumrind finally the last part emphasizes the implications of parental rearing styles through multiple studies.


Keywords: parenting, parenting styles, socialization, family.

 

Los estilos parentales constituyen una parte fundamental en el desarrollo de todo individuo, sin embargo, para comenzar a estudiarlos, es necesario abordar otros constructos importantes como la crianza y la socialización. A continuación se desarrollan ambos constructos.

La crianza es definida como las actitudes y comportamientos de padres y madres hacia los hijos e hijas, en el cual se involucran hacia el desarrollo del niño o la niña, por medio de la experimentación de bienestar subjetivo, actitudes y expectativas sobre el desarrollo del infante [1]. Los padres y madres suelen ser la cabeza fundamental de la familia, la cual, socializa a los hijos e hijas por medio de patrones o estilos de crianza, y su estudio es el resultado de investigaciones realizadas a partir de la tercer y cuarta década del siglo XX [2,3].

De igual manera, es por medio de la socialización que las personas aprenden los requisitos culturales y sociales que hacen de él o de ella un miembro de la sociedad, esta asociación le brinda aprendizaje para someterse a las expectativas, tradiciones y sanciones culturales, llevándolo a identificarse con grupos de atracción definidos y a experimentar oposición hacia otros grupos con los que no se identifique. La socialización inicial se adquiere por medio del  núcleo familiar, donde el sujeto interactúa con su padre, madre, hermanos y hermanas y otros familiares, sin embargo, a lo largo de toda su vida, el individuo experimentará la influencia de la sociedad [4].

Bronfenbrenner menciona que el primer agente socializador es la familia, es ahí donde el individuo aprende los valores, creencias, actitudes normas y pautas sociales que corresponden a la cultura dominante [5].

La familia puede ser considerada como un sistema social que sobrevive a través del tiempo. Baumrind [6] menciona que la socialización comienza cuando los niños y las niñas imitan y modelan los hábitos y valores congruentes a la cultura, que es explicada por medio de las interacciones en la familia.

Las interacciones familiares son las primeras en la vida de un individuo y son en gran medida un modelo de comportamiento social cuando la persona se relaciona fuera del hogar [5]. La familia irradia el medio en el que está inmersa. La época, la cultura y el grupo social, influyen para que se adopten estándares que van a delimitar los estilos bajo los cuales, se regirán las relaciones familiares dentro y fuera del hogar [2].

El estudio de la familia desde el enfoque sistémico, parte de los estudios de Olson y sus colaboradores [8] y de Beavers y sus colaboradores [9]. Por un lado Olson menciona las características de la familia orientadas hacia tres dimensiones, que son cohesión, flexibilidad y comunicación. La cohesión se define como la presencia de lazos emocionales entre los miembros de la familia, límites, coaliciones, tiempo, amigos, toma de decisiones y recreación; flexibilidad la cual se define como la habilidad de un sistema marital de cambiar su estructura de poder, roles y reglas o también definida como control, disciplina, estilos de negociación y reglas en las relaciones; y por último la comunicación, la cual es descrita como la dimensión que permite a las parejas o familias moverse en las dimensiones anteriores [7,11].

Por otro lado el modelo de Beavers y colaboradores [12] es un modelo trans-seccional. Por un lado evalúa la estructura, flexibilidad y competencia de una familia y el estilo familiar en otra. La dimensión de estructura puede explicar a la familia como un continuo negentrópico (a mayor negentropía, mayor adaptabilidad y flexibilidad y viceversa) lo cual le permite a la familia enfrentar de una manera más eficaz el estrés. La calidad estilística de la interacción familiar no es un continuo, miembros centrípetos, pueden ver las relaciones más satisfactorias desde dentro de la familia a diferencia de sus opuestos centrífugos que lo visualizan al contrario [9,12], este modelo propone nueve tipos de familia, a continuación se describen brevemente cada una de las familias.

  • Familias óptimas. El grupo uno compone este tipo de familia, en la cual se muestra un funcionamiento óptimo, los límites son claros y bien definidos y si existen problemas son solucionados de inmediato.
  • Familia adecuada. En el grupo dos la familia ejerce más control sobre sus miembros y soluciona sus problemas por medio de la intimidación y fuerza directa. La familia tiene menos intimidad, menos alegría y presentan roles de sexo estereotipados.
  • Familias de rango medio. Grupos tres, cuatro y cinco. El autor de este modelo menciona que estas familias presentan hijos e hijas funcionales pero vulnerables y ambos, madres/padres e hijas/hijos son susceptibles de presentar algún problema psicológico a lo largo de su vida. Es común que este tipo de familias controlen, usando el poder y la disciplina sin negociación. Se invade el espacio personal por parte de otro miembro. Existe favoritismo por parte de los padres hacia algún hijo. Los padres suelen ser autoritarios y las expresiones de hostilidad no son permitidas.
  • Familias limite. Grupo seis y siete. Estas familias presentan caos para ejercer el control. Los miembros presentan deficiencias en el manejo de emociones propias y de los demás. El caos es mayormente verbal, las personas explotan y verbalizan agresivamente y los hijos e hijas suelen aprender a manipular el inestable sistema parental.
  • Familias severamente disfuncionales. Grupos ocho y nueve. Estas familias presentan pocas habilidades para solucionar problemas y poca adaptabilidad. El poder no está definido por nadie de la familia, lo cual lo hace caótico. Hijos e hijas presentan problemas emocionales. Las familias presentan un conflicto severo en cuanto a la independencia de los hijos e hijas y la familia insiste en permanecer unidos, a la par, demandan extrema lealtad a la familia. Hostilidad física y verbal y desprecian la vulnerabilidad, la ternura y la calidez humana.

Los modelos antes mencionados han sido la pauta para la evaluación del funcionamiento familiar y requieren de más evidencia empírica para llegar a conclusiones generalizables ya que sus postulados pueden ser caducos en la actualidad y contienen juicios de valor que parecen alejarse de las posturas teóricas de mayor impacto hoy en día. A continuación se describen otras propuestas [7].

Urie Bronfenbrenner [13] menciona que la familia se ve afectada por estructuras externas y que a su vez, la familia ejerce esa influencia sobre los miembros de la misma.

  • Microsistema: corresponde al patrón de actividades, roles y relaciones interpersonales que la persona experimenta en un entorno determinado. Por ejemplo: la familia, los amigos y amigas, la escuela, el vecindario etc. ámbitos próximos al infante.
  • Mesosistema: se refiere a las relaciones que la persona tiene con otros entornos, como por ejemplo, la persona y la familia o el ambiente escolar.
  • Exosistema: son los entornos en los cuales la persona no está incluida, sin embargo le afecta lo que ocurra en esos entornos, por ejemplo, el trabajo de los padres, amigos y amigas de los padres etc. Es en este sistema donde por ejemplo el empleo de padre y madre afectan el estilo parental.
  • Macrosistema: son los marcos culturales o ideológicos que afectan los sistemas de menor orden, por ejemplo: la cultura, política, modelos económicos predominantes.
  • Cronosistema: el tiempo en el cual los niños y las niñas se desarrollan, el uso de la tecnología. Por ejemplo: vivir en la era tecnológica o haber vivido en un ambiente hostil, de guerra.
  • Globosistema: condición ambiental, cómo el clima y los desastres ambientales afectan el desarrollo del niño o la niña.

El modelo de Bronrenbrenner menciona que la relación padre/madre e hijo/hija va más allá de la cuestión diádica, los diferentes sistemas que interactúan en las relaciones antes mencionadas suelen complementarse con la relación marital de padre y madre, relación con hermanos y hermanas, familiares, vecindario, identificación política, educativa, religiosa y económica en la cual la familia se encuentra inmersa [7].

Por otra parte autores como Nardone, Giannotti y Rocchi [14] postulan modelos de las diferentes formas de interacción familiar. Estos modelos se fundamentan en la condición de que el ambiente social del individuo desempeña un papel fundamental en la crianza y por tanto no existen estructuras fijas sino esquemas o modelos.

  • Modelo hiperprotector: Los padres son los encargados de hacerles la vida más fácil a los hijos, intentan eliminarles todas las dificultades, hasta realizar cosas en vez de ellos. Se intenta evitar la frustración del hijo a toda costa, hay altos grados de comunicación y afectividad, preocupación excesiva por los hijos, mientras que se emplea el rechazo y la culpa como medios de control.
  • Modelo democrático-permisivo: Los padres son amigos del hijo/hija y no figuras de autoridad. Las cosas se hacen por consenso o convencimiento no por imposición. Se acuerdan reglas bajo el supuesto de que todos los miembros de la familia tienen los mismos derechos a través, por ejemplo, de una distribución equitativa de tareas.
  • Modelo sacrificante: La base de este modelo es el sacrificio y tiene como resultado la falta de satisfacción de los deseos personales y la condescendencia de las necesidades y deseos de los demás, ya sean padres o hijos. La comunicación gira en torno al sacrificio y el chantaje  o manipulación  por la incomprensión del sacrificio por parte de los demás miembros de la familia. Los padres llevan la carga más fuerte en las labores familiares de cualquier tipo y se busca la posterior compensación o recompensa por parte de los hijos.
  • Modelo delegante: Las familias de este modelo aceptan los estilos de crianza y vida de sus familias de origen y delegan en los demás su papel de guía o autoridad. Padres e hijos pueden incluso no cohabitar y tener una relación de poca intimidad. Las relaciones son inestables: cuando están todos presentes, se hace inestable la diferencia entre hijos y nietos. Los abuelos pueden sentirse responsables y los padres tienden a estar poco presentes. Se valoran la experiencia, la sabiduría, y la ancianidad.
  • Modelo autoritario: Los padres ejercen el poder totalmente. La familia está marcada por el sentido de disciplina. La comunicación se ve limitada o controlada por el de mayor jerarquía (generalmente el padre), lo errores de cualquier miembro pueden desatar un conflicto. No hay posibilidad de rebelión y la satisfacción de necesidades se logra a través del esfuerzo, el orden y la disciplina.
  • Modelo intermitente: Los miembros de la familia no tienen un modelo definido y oscilan de un modelo a otro. Existe una ambivalencia constante, existe todo el tiempo una comunicación verbal y no verbal contradictoria. No hay reglas fijas y por tanto los miembros de la familia nunca saben si su comportamiento es correcto o incorrecto, apropiado o inapropiado y tienden a cambiarlo constantemente.

En México, Díaz-Guerrero propuso la teoría histórico-biopsicosociocultural del comportamiento humano, más adelante designada como la teoría del ecosistema humano y más recientemente etnopsicología [15-17].

Este autor afirma que la etnopsicología debe empezar aceptando que el desarrollo del hombre está sujeto a una muy compleja y variada estimulación. Crece e interactúa en un muy intrincado ecosistema. El ecosistema humano, más allá de las variables que los biólogos determinan para otras especies, incluye un poderoso ecosistema subjetivo, es decir, la forma como el individuo y los diversos grupos perciben su funcionamiento y el del ecosistema objetivo y variables antropológicas, sociales, estructurales y económicas objetivas, ambas se evidencian a través de una serie de normas socioculturales.

Díaz Guerrero y Peck [18] indican que estas normas socioculturales son una guía de comportamiento dentro de la familia, el grupo, la sociedad y las superestructuras institucionales. No obstante, la dirección de estas normas también afecta el desarrollo de la personalidad, las metas de vida, el estilo de afrontamiento, la percepción de la humanidad, la masculinidad, la feminidad, etc. [19].

González y Castellanos [20] afirman, por ejemplo, que la educación informal que se da a través de la familia permite integrar el singular guion de los papeles, donde se reproducen los códigos sociales, las expectativas, la comunicación, el afecto, el apoyo, el control de la conducta, la distribución de tareas, las responsabilidades y los intereses de hombres y mujeres.

En cuanto a estructura, se debe enfatizar el hecho de que en la cultura mexicana existe una rígida disposición jerárquica, que adjudica respeto y poder a los de arriba, en especial padres y parientes. La internalización de estas premisas produce abnegación, rasgo cardinal de la cultura mexicana. A su vez derivada del poder y la obediencia, se produce una clara jerarquía vertical en la cultura, evidente en la forma de ejercer la autoridad en la familia (“un hijo debe siempre obedecer y respetar a sus padres”) [21].

De acuerdo con Díaz Guerrero [22] el patrón dominante de la familia mexicana se fundamenta en dos proposiciones principales: la supremacía del padre, y el necesario y absoluto sacrificio de la madre. El esposo debe trabajar y proveer. Sólo demanda que todos lo obedezcan y que su autoridad sea indiscutible. Hacia sus hijos muestra afecto, pero antes que nada autoridad. La madre mexicana es profundamente afectuosa, tierna y sobreprotectora del infante. El infante es hondamente amado, acariciado y admirado durante los primeros años y luego con presión de intensidad siempre creciente, el infante y el niño o la niña deberán llegar a ser bien educado. Tanto el niño como la niña de la familia mexicana deben ser obedientes respecto a la familia. Deberán convertirse en los niños modelos que tendrán por fuerza que encajar en el sistema de obediencia absoluta de los padres.

Por otro lado, los teóricos de la socialización se centraron en explicar las relaciones entre padres/madres e hijos/hijas que influyen en el desarrollo social de la persona en forma de conductas de crianza y estilos parentales. De esta manera los niños y las niñas son receptores del ambiente socializador que los padres y madres vierten sobre ellos y ellas y dentro de estos modelos se encuentran los trabajos de Diana Baumrind. Su propuesta menciona que los cuidadores juegan un papel fundamental en el desarrollo psicosocial del niño y la niña, inteligencia, carácter y competencias [7].

De igual manera menciona que el cuidador o la cuidadora de niño o la niña, muestra el proceso de socialización y los retos que implica la iniciación a las reglas sociales por medio de tres elementos fundamentales que son: escases, reciprocidad e indeterminación.

  • Escases: los cuidadores enseñan al niño o la niña que no todas sus necesidades serán saciadas al instante que sean demandadas.
  • Reciprocidad: todos los sistemas estables, incluida la familia requieren de gratificación mutua. Niños y niñas cuando son crecen, son adultos y adultas que esperan recibir algo de valor al momento de las mismas características.
  • Indeterminación: capacidad para intercambiar roles para aceptar y superar la imperfección humana.

Los estilos parentales de crianza o también llamados estilos educativos paternos (de aquí en adelante sólo llamados estilos parentales) constituyen uno de los elementos claves de la socialización familiar. Dichos estilos han sido definidos como esquemas prácticos que reducen las múltiples y minuciosas prácticas educativas parentales a unas pocas dimensiones que, cruzadas entre sí en diferentes combinaciones, dan lugar a diversos tipos habituales de educación familiar [23]. Uno de los modelos más elaborados es el de Diana Baumrind [24-26] y sus trabajos clásicos de los años 1967 y 1971, en el que se tiene en cuenta la interrelación de variables paternas básicas como el control, el grado de comunicación y la implicación afectiva.

Baumrind [25-26] realizó una sucesión de investigaciones en las que demostró la existencia de una serie de patrones básicos en cuanto a los estilos parentales de crianza que muestran los padres respecto a sus hijos. Estos patrones difieren en cuatro dimensiones:

  • Grado de control: Hace referencia al grado de control que los padres ejercen sobre sus hijos con la finalidad de influir sobre su comportamiento, a través de estrategias como el castigo físico, la amenaza, la privación, el retiro de afecto, las demostraciones de enfado, decepción, desaprobación o inducción.
  • Comunicación padre-hijo: Hace referencia al grado de transmisión de mensajes entre padre e hijo, puede hacerse en dos niveles alto y bajo. El nivel alto incluye al hijo y le permite expresarse, el nivel bajo impide la expresión de los hijos.
  • Exigencias de madurez: Hace referencia a las exigencias de los padres hacia los hijos. Los padres que exigen altos niveles de madurez a sus hijos son aquellos que ejercen presión y fomentan el crecimiento y la autonomía. Los padres que exigen poca madurez no plantean retos  y subestiman las competencias de sus hijos.
  • Afecto en la relación o implicación afectiva: Hace referencia a las conductas de aceptación y estimación por los hijos. Aquellos padres altos en afecto, expresan interés y afecto de manera explícita están interesados en las necesidades del niño, de sus emociones o preocupaciones. Los bajos en afecto, rara vez expresan interés o preocupación por las necesidades emocionales de sus hijos.

La identificación de estas dimensiones y las diferencias que existen dentro de las mismas permitieron considerar la existencia de diferentes estilos parentales. Autores como Baumrind [24-26], Maccoby y Martin [27] posteriormente los complementaron dando como resultado cuatro estilos parentales: 1) autoritario, 2)  autoritativo (democrático), 3) permisivo (indulgente) y 4) negligente.

  • Estilo autoritario: Padres sumamente estrictos e intransigentes que exigen obediencia absoluta. Imponen reglas que deben ser practicadas sin objeción. Valoran el control y la obediencia, tienen alto grado de control, con altos niveles de exigencia de madurez, poca afectividad y poca comunicación con los hijos.
  • Estilo democrático: Padres que delimitan reglas dentro del hogar y las transmiten a sus hijos. Atienden a las necesidades de sus hijos sin romper las reglas y teniendo alta comunicación con sus hijos. Tienen alto grado de comunicación padre-hijo y afectividad en la relación, bajos en exigencias de madurez y moderado nivel de control empleando la negociación y el castigo limitado y juicioso.
  • Estilo permisivo: Padres tolerantes al extremo que autorizan todo a sus hijos, acuden a la menor demanda de atención, se oponen a impartir castigos o restricciones. Valoran la individualidad del hijo y las reglas dentro de la familia. Valoran la autoexpresión y autorregulación. Tienen bajos niveles de control respecto a las normas y baja exigencia de madurez a sus hijos, pero se muestran altos en comunicación padre-hijo y afectividad.
  • Estilo negligente: Padres tolerantes en extremo que no atienden las demandas de sus hijos y se muestran indiferentes a la interacción. Se concentran primordialmente en sus propias necesidades más que en las del niño o la niña. Son bajos en control, bajos en exigencias de madurez pero también en afecto y comunicación con sus hijos.

Baumrind [24-26] condujo uno de los estudios longitudinales más complejos para examinar el efecto de los estilos parentales sobre el desarrollo de niños de tres a quince años. Los resultados observados fueron consistentes con su teoría y trabajos previos. Encontró que el buen ajuste de los niños se asoció con padres que usan una disciplina consistente y firme, pero a la vez son solidarios y afectuosos (autoritativos). Los adolescentes que reportaron que sus padres eran tolerantes y abiertos, reportaron elevado consumo de drogas y alcohol a diferencia de los anteriores. Los adolescentes de hogares permisivos (padres solidarios y laxos) eran menos competentes y autorregulados que los adolescentes de hogares autoritativos.

Los resultados de las investigaciones de Baumrind [28] han sido corroborados por una serie de estudios que se han ocupado de demostrar su utilidad teórica, los cuales han aportado evidencia sobre el estilo parental autoritativo que está asociado a niños y niñas con un buen desempeño escolar, pocos problemas de conducta y prosociales, a diferencia de los niños con padres negligentes o no solidarios [29].

En México, diversos investigadores como Díaz-Loving, Andrade y Palacios han encontrado asociación entre estilos parentales y conductas de riesgo en adolescentes [30-32]. Los autores encontraron que las prácticas negativas de control psicológico e imposición de ambos padres se asocia con sintomatología depresiva y con problemas emocionales y de conducta [33].

Por su parte Aguilar y cols. [34] investigaron el impacto de los estilos parentales sobre el desarrollo psicosocial, al ajuste personal, escolar y social en la adolescencia y en estudiantes de recién ingreso a la universidad donde evaluaron: la autoconfianza, la competencia académica y la satisfacción de vida; en sus resultados reportaron una asociación significativa y positiva entre estos constructos y los estilos autoritativos, además de una relación negativa con los estilos autoritario y negligente. De igual forma Aguilar y cols. descubrieron que los estilos democrático o autorizativo y permisivo se asocian a mejores niveles de desempeño, en las variables de competencia académica y autoconfianza, mientras que el estilo negligente se asocia a niveles más bajos en las mismas variables.

Una investigación del Reino Unido con 356 estudiantes de universidad, indicó que existen correlaciones fuertes positivas entre la calidez de la madre en la infancia y la autoestima en el estudiante universitario y por el contario la sobreprotección de padre y madre correlacionó fuertemente de forma negativa con autoestima y la percepción de valor por parte de los y las estudiantes [35].

Como se puede observar los estilos parentales permean el desarrollo psicológico y social de todas las personas en nuestra sociedad. Es en la familia donde se educa y moldea al individuo. Es el primer modelo de interacción social en el que participa el sujeto. Algún estilo poco equilibrado en el grado de control, afectividad, exigencia y  comunicación entre los padres/madres e hijas/hijos puede tener implicaciones de suma importancia en todo el proceso de desarrollo individual. Es por tanto, fundamental prestar atención a este tipo de interacciones, identificarlas y estudiarlas mediante el método científico para posteriormente tener la posibilidad de diseñar un modelo de investigación aplicada que sea pertinente, efectivo y eficaz para nuestra sociedad.

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[a] Alumno de Maestría en Ciencias Biomédicas y de la Salud del Instituto de Ciencias de la Salud de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.

[b] Profesor Investigador del Instituto de Ciencias de la Salud de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.

[c] Profesora Investigadora del Instituto de Ciencias de la Salud de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.

 

Correo de Correspondencia: javier_higareda88@yahoo.com