En el presente texto busco un análisis general de como la nostalgia afecta a la gente, en el aspecto positivo como negativo y como eso genera la sociedad que tenemos hoy en día, en México. Se analizan unas cuantas definiciones de lo que es la nostalgia y la empatía, y como la autenticidad de uno de ellos pone en riesgo el desarrollo social. En forma general se da un rodeo alrededor de lo que implica ser una persona nostálgica en la sociedad y el daño que este puede traer, tanto en la psicología personal como en la psicología social. Todo esto, de acuerdo a como está guiado por la actual cultura que en términos generales es pobre y carece de un sentido ético verdadero.
Palabras clave: nostalgia, sociedad mexicana, identidad, individualidad psicológica, empatía
This essay talks about the nostalgic expression on the people, through a general analysis of the environment and the human reasoning; how this generates negative and positive affect in the actual Mexican society. I see for how the lack of empathy take the society to a limit of no developing, all of this by taking some definitions about nostalgia and empathy. We can make a trip around the society treatment for nostalgic people and harming of the first to people and society itself, damage for the personal and social psychology. Nowadays poor culture and with weak etic rules guide the forming and view of the nostalgic personas.
Keywords: nostalgia, mexican society, identity, psychological individuality, empathy
El nostálgico es un soñador. La nostalgia es una expresión del subconsciente indicando una búsqueda por la comprensión, donde la persona que mejor te entiende es uno mismo. El ser se vuelve protagonista debido a la pérdida de identidad junto a la sociedad y el comportamiento en masa; al observarse como unidad, desde afuera, se magnifican los aspectos negativos de vivir en sociedad y todo aquello a lo que se renuncia al formar parte de un “todo” que a la vez resulta en un campo insuficiente para la expresión del ser humano (en sus sentimientos, sus emociones, sus metas y su desarrollo de la empatía) y en un detonante fraccionario de los estratos sociales.
Creamos una historia de nosotros mismos, dándonos el valor como persona que creemos perdido, para poder sentir que efectivamente podemos formar parte de una sociedad que, aunque en apariencia externa no es así, exige demasiado de cada sujeto que la compone, creando un ambiente hostil y cargado de riesgos.
Aunque debemos hacer la exploración adecuada de todas las emociones del ser humano, considero que la nostalgia es una emoción y sentimiento, que actualmente está tomando protagonismo en la vida de muchos mexicanos. Algo tan fuerte y propio del ser humano como las emociones y la expresión de sus inseguridades no deberían ser tabú en ninguna clase de sociedad que desea el crecimiento y desarrollo apropiado.
La pérdida de identidad individual debido a la generación de una cultura de masas crea un aislamiento de los entes biológicos como seres emocionales y sentimentales, aunada a la creciente cultura de un neo-machismo y un “hembrismo” más agresivo, tenemos un desprecio objetivo y auto justificado de la expresión emocional-sentimental. Incluso llegando a olvidar que en la actualidad se vive a través de una expresión sentimental-ser social-emocional.
La búsqueda por la felicidad se vuelve una competencia activa de los valores pseudomorales y de objetos materiales; un juego del tipo “soy más feliz que tú porque…” o del tipo “no luces feliz y por lo tanto no eres feliz”.
E incluso podemos asegurar que la creciente actividad nostálgica se debe en gran parte a esa parte de nuestra cultura que nos hace considerar el valor de las personas y de sus emociones a través de las impresiones visuales y/o de lenguaje verbal, sin comprender que, cada ente individual de la sociedad tiene sus propias dudas, sus propios temores, sus propios problemas y además sus propias creencias que, en muchas ocasiones son menospreciadas y disminuidas a meros sueños sin cumplimiento.
Extrañamos aspectos profundos de nuestro psique y de los constructos emocionales que alejamos por propia cuenta (más no efectivamente por deseo propio), absteniéndonos de recuperar dichos aspectos: por miedo, inseguridad, angustia y/o una costumbre “conformista” propia del México del siglo XXI.
Es la construcción de nuestra nueva sociedad basada en una mezcla de nuevos y viejos prejuicios, donde los ideales de la gente comienzan a basarse puramente en el éxito monetario dejando de lado la importancia de la empatía, de la ayuda al prójimo y más importante aún, dejando atrás la búsqueda por el propio bienestar sentimental.
No olvidemos que el sentimiento es la expresión de la psicología que dicta tanto los pensamientos como las motivaciones para desarrollarse en su persona como en el intelecto, y después tenemos a las emociones que expresan (en su estado más natural) aquellos sentimientos, a través de actos, palabras o expresiones faciales y corporales.
Sin embargo, en nuestra nación hoy en día, suelen ser más importantes las apariencias y las referencias que la sinceridad de los actos de las personas, es por esto que la gente no expresa libremente sus emociones.
Creamos un montón de personas que, por su propio bienestar (en muchas ocasiones) tienen que recurrir a una expresión ‘hipócrita’ de sus emociones, luciendo felices, luciendo conformes, luciendo cómodos y en ánimos de vivir cada día como una dura batalla, dejando dentro de si todas sus emociones y quejas, sin expresar todas las dudas que pudieran tener ni compartir sus sentimientos propios de los pesares que sufren.
Muchas de estas personas que se han negado a vivir con libertad sus emociones, forman parte de nuestra creciente demanda por la eficiencia sin tiempo a irregularidades.
Creemos que hemos madurado porque hay vivencias que en nuestra juventud hacíamos y que en la actualidad no se han repetido: esto mismo hace que transformemos el madurar en una especie de sinónimo social de amargura y eterna seriedad, y cuando alguien escapa de dicha existencia monótona (rebelándose, si así lo queremos decir, o incluso por falta de conformidad) de la vida social (que en general llamamos vida) para gozar su propia vida (siempre que no se autoinflinja daño, pero cae en la vivencia de experiencias de su juventud) le llamamos inmaduro/a, infantil, irrespetuoso/a, irresponsable e incluso, se le acusa de vivir en un mundo de fantasía.
Nota: Cabe aclarar que me referiré en este texto, por la palabra juventud, a la etapa de vida anterior (si se es adulto, recordar cuando se era joven-adulto, cuando se es adolescente recordar la niñez) o alguna anterior (ser adulto y recordar la niñez) o el conjunto de varias etapas de vida anteriores.
Ahora bien, no hay que confundir a la gente que ve “el mundo color de rosa” con las personas que suelen ser acticas emocionalmente y socialmente, ni tampoco confundir a estas personas que viven día a día buscando la felicidad con aquellas personas que actualmente suelen justificar sus comportamientos peligrosos, nocivos y estúpidos bajo la primicia del YOLO (You only live once, o “vida solo hay una” para quienes desconozcan el significado de esta frase).
En los casos más extremos acusamos a dicha persona rebelde de ser un enfermo mental, dado, además, a la creciente cantidad de enfermedades mentales o a su nueva subcategorización, donde pareciera que la única población sana radicara en el 1% (dicha cantidad solo tiene la finalidad de hacer una metáfora) del mundo, generando la idea de una nueva élite que desde luego, no existe.
La empatía es la capacidad de una persona para vivenciar los pensamientos y sentimientos de los otros, reaccionando adecuadamente. Diferenciamos en la empatía dos componentes: cognitivo y emocional. El componente cognitivo comprende los pensamientos y sentimientos del otro.
El componente afectivo comparte el estado emocional de otra persona. Supone la identificación de un individuo con el estado de ánimo de otro1. No obstante, este rango se podría decir que ya no es válido, porque, pese a que la idea de la empatía (el lado cognitivo de esta misma) sigue presente en la cultura de la gente del siglo XXI, no queda expresada adecuadamente por aquello mismo que ya se dijo sobre la errónea idea de la madurez.
Pero pese a eso, lo que se ve más afectado es el componente sentimental de la idea de la empatía, ya que ni siquiera nos disponemos a comprender el posible sufrimiento, dificultad o pesar que pueda vivir una persona, esto radica principalmente en tres hechos que interfieren con la forma de ver a las personas:
Como se puede observar claramente a lo largo del país, siempre se tiene la idea (en especial entre las personas de mayor edad, criadas en un siglo anterior) de que una persona por ser joven “no sabe de la vida, jamás ha tenido dificultades y le falta madurar para aprender el valor de las cosas”, siendo que este mismo razonamiento hace que las personas más jóvenes, además de tener que enfrentar sus propios problemas, deben afrontar las constantes críticas que minimizan el valor como persona que ya tienen, e incluso llegan a ridiculizarle por expresar su necesidad de ayuda y comprensión.
Mucho ha influido esta idea en la cultura de la gente, apoyada por las nuevas “Ciencias de la Felicidad” y los libros de auto apoyo, donde las ideas son tomadas erróneamente, haciendo que la gente busque siempre el estar felices, olvidando (aquellos que no están cerca de la psicología) que el vivir siempre en un mismo estado de ánimo o vivir siempre la felicidad es realmente, un estado patológico, una enfermedad crítica de la psique humana. Empero, la gente está tomando esta idea como si fuese la verdadera naturaleza del ser humano y el estar feliz fuera lo importante, incluso llegando a considerar al enojo, la tristeza o el dolor, como algo peor que un desastre o peor que un pecado (en el caso de los religiosos).
No quisiera profundizar mucho en este tema, ya que las razones para el machismo surja de nuevo en la sociedad son varias, algunas muy profundas, tales como el miedo a afrontar la creciente participación de la mujer en la sociedad. Con respecto a este punto, solo quiero dejar en claro que a los hombres de las nuevas generaciones se les está enseñando de nuevo que el demostrar emociones tales como tristeza, dolor, pena, vergüenza o angustia, son sinónimo de debilidad e incluso de homosexualidad (siendo que está aún no está aceptada), forzándolos a que, como en generaciones pasados, sus rostros sean similares a monolitos y las presiones de la sociedad hacen que sus expresiones lleguen a ser volátiles y agresivas (punto en el cual, tampoco indagaré).
Está claro que cada vez hay más gente en el país (y en el mundo) que toman a la diversidad sexual como algo natural, pero por cada persona que lo mira con naturalidad, hay otra que “pelea con uñas, garras y dientes” por hacer ver de dicha expresión de la preferencia sexual como algo anormal, enfermizo, devastador para la sociedad e incluso como una expresión de pecado (en el caso de algunos fanáticos religiosos). Desde luego, en esos aspectos la expresión de la empatía es casi inexistente para muchas sociedades, y por ende, muchas personas no heterosexuales (enlistar las diversas orientaciones tomaría demasiado tiempo, y no quisiera dejar fuera alguna que no conozca) viven en un tormento continuo cuando tratan de vivir como alguien heterosexual, negando a veces la expresión de su propia naturaleza.
Todo esto nos niega la posibilidad de vivir en un México que conserve la identidad individual de cada ser humano, más sin embargo, son los mismos prejuicios los que en ocasiones hacen que la identidad de la sociedad se conserve, la cual en muchos lugares del mundo o es una identidad apropiada; se nos ha llegado a reconocer como retrógrados, gente ignorante, caóticos y poco educados, inseguros y como una nación de poco progreso.
El concepto de Identidad tiene que entenderse siempre en el momento histórico y en el grupo social en que se genera, es relativo. Para los humanistas es la consciencia de las limitaciones de uno mismo frente al ambiente en que se tiene que desarrollar lo que va generando, en su desarrollo lo que se entiende por identidad.
Esto nos dice que nuestra “Identidad” se ve reducida a unas pocas libertades que tienen que estar bien justificadas frente a uno mismo y frente a los diversos estratos de la sociedad (ricos, pobres, clase media, trabajadores, desempleados, alumnos, hijos, padres); aunque considero que la identidad debería ponerse en términos de la construcción del psique humano personal, ya que en el rango de los humanistas, podría pensar que el conformismo es correcto.
El concepto afectivo de la empatía es la respuesta emocional apropiada de un observador al estado emocional de otra persona. Somos criaturas sociales y nuestra supervivencia depende de entender las intenciones y emociones que traducen las conductas manifiestas de los demás1.
Creamos nuestras propias trampas minimizando la posibilidad de recibir y fomentar la empatía, apartándonos de los demás entes psicológicos de la sociedad, haciendo crecer la idea de la soledad así como la idea de que “si alguien no se queja es porque la sociedad está bien, y el problema radica en uno solo”.
Entonces la posibilidad para dejar de lado este aislamiento de los miembros de una sociedad radica en la necesidad de romper con los prejuicios y paradigmas, como en superar los miedos personales a la expresión emocional en la zona donde se vive.
La capacidad de simular lo observado tiene una especial relevancia para la comprensión e interacción social, creando un espacio de acción compartido, necesario para las conductas prosociales y las relaciones interindividuales.
Y la mente es el conjunto de pensamientos, intenciones, y emociones. Y el comportamiento de las personas se debe a lo que tienen en su mente1
Basamos nuestras justificaciones (como sociedad) en las apariencias y prejuicios, dejando de lado el hecho de que los sentimientos con constructos biológicos y psicológicos internos y, pese a que están relacionados con las emociones, no tenemos una relación sentimiento-emoción en la expresión del ser humano.
Aún en los casos de total ignorancia sobre el psique y la mente, la gente tiene conocimiento de los prejuicios, estereotipos y sugestiones sociales, marcando una pauta intermedia (consciente e/o inconsciente) en la expresión de los sentimientos debido a la influencia social, creando una expresión sentimiento-ser social-emoción3.
En una especie de adicción emocional, el constante uso de la remembranza nostálgica, sitúa a las personas (cada una a diferente nivel) cada vez más apartadas de la felicidad.
Siendo además, que van reduciendo sus recuerdos felices conforme pasan los años y creando así, un análisis cíclico que ronda sobre los mismos recuerdos nostálgicos, ‘encasillando’ al cerebro, atrofiando las zonas del cerebro dedicadas a la expresión y comprensión emocional, además de otras funciones del psique e incluso hasta generar malestares fisiológicos en general (como se ha observado en otros casos, la depresión conlleva a fallas cardiacas, aumento de peso, disfunción sexual, entre otros).
La intención-emoción queda asociada a acciones específicas que le dan expresión y cada acción evoca las intenciones-emociones asociadas1. Esto es, que generamos la búsqueda de recuerdos alegres para inducir un estado de ánimo exclusivo de felicidad pero a la vez, basamos dicha felicidad (que además podemos añadir que es pasajera) en los recuerdos a los que recurrimos, por lo tanto vivimos en el pasado y no en nuestro presente, mucho menos se piensa en el futuro o bien se piensa como algo inaguantable y de alto nivel de sufrimiento.
Evocamos aquello a lo que creemos que es nuestro último recurso para anclarnos a la realidad, buscando esa energía necesaria para cubrir nuestra rutina diaria; y he ahí otro problema, estamos tan aferrados a que lo que necesitamos como bienestar emocional que aceptamos a la rutina como un precio a pagar. Poco a poco, las intenciones de los mexicanos en nuestra cultura y tradición nacional, se orientan hacia la supervivencia y no a la vida.
El que añora recuerda con gratitud y tristeza al amor, la amistad, el ideal o el objeto perdidos. Pero se siente culpable por no hacer hecho lo suficiente para impedir que la pérdida se diera. Se añora lo perdido y para amortiguar la culpa, se hace arte, poesía, pintura, música, se practica una forma de política en la que la culpa se socializa, se le hace creer al individuo que de esa manera puede conjurar sus demonios. Al resentido lo mueve la amargura y el desamor. Es víctima de su presente.
Al nostálgico lo conmueve la utopía, ya sea de pasado o de futuro, pues el presente no lo apremia, aunque lo angustia3. Mas el ser humano se da cuenta, o NO QUIERE darse cuenta en ocasiones, de que la perdida de aquel pasado añorado y maravilloso, es parte de las acciones o falta de toma de acciones que se tiene a lo largo de su vida (independiente como un ser individual con identidad, tanto como partícipe de un conglomerado de personas que requieren unas de otras).
La empatía es un rasgo característico de las relaciones humanas que está presente en otros constructos teóricos como inteligencia emocional4,5.
Las metas y las necesidades dan forma al pensamiento individual de las personas, dicho fenómeno se le conoce como cognición motivada. Estos mismos guían el pensamiento de los individuos hacia conclusiones/metas deseadas6-8.
Es ahí cuando queda cimentado el porqué de la creciente nostalgia consciente. El ser humano busca alcanzar y superar sus metas, optando por dos principales vías (como se sabe, las personas suelen ser extremistas en ocasiones, una situación o es blanca o es negra): primero, el enfrentar todos los obstáculos y con ellos, enfrentar la negativa de la gente hacia la rebeldía de quienes no se conforman con los ofrecimientos de la sociedad, en segundo lugar, tenemos aquellos que sacrifican su individualidad para formar parte de una sociedad (a veces decadente) creciendo dentro de la misma, como una especie de simbiosis o vivencia parasitaria hasta conseguir los medios para alejarse de dicha sociedad conformista.
El sujeto nostálgico es un sujeto que sufre3. La nostalgia es un condicionante social; es un escape a la ruda realidad y una expiación de la toma de responsabilidad sobre las acciones y sus consecuencias. Sufrimos en secreto nuestra nostalgia, lo cual no sería un gran problema de no ser porque incluso frente a las nuevas generaciones también fingimos un bienestar inexistente.
Cuando convivimos entre nuestros amigos, familias y compañeros de trabajo/estudio, sabemos que como nosotros ocultamos nuestros pesares, los demás podrían hacer lo mismo, sin embargo, las nuevas generaciones, aquellas pocas personas que aún permanecen en desconocimiento de la estructura de la sociedad, aprenden por imitación a resguardar sus emociones negativas. Creyendo que estas emociones negativas son perjudiciales y en cambio, muchas veces sirven para hacer una búsqueda profunda de lo que nos falta en la vida o de nuestros errores.
Un ser humano es aquel que ya entendió que la fantasía se teje en los telares de la cotidianidad. Todos los caminos de la fantasía y de la nostalgia pueden conducirlo a un solo sitio, su propio corazón3.
La memoria autobiográfica se caracteriza porque incluye los recuerdos de vital importancia para la historia vital de los individuos, conlleva una elevada implicación emocional y larga duración.
Cuando un individuo rememora un episodio de su vida reconstruye de forma transitoria el recuerdo, uniendo diversos tipos de información, almacenadas en distintas regiones cerebrales, desde múltiples subsistemas; vincula información visual y sensorial, recluta información verbal y emocional, establece relaciones causales y narrativas11.
La nostalgia es como una droga mental, nos aparta de nuestra realidad a través de imágenes que no están ahí (ya no al menos), sonidos que no están ahí, y lo único que existe de esos recuerdos son los sentimientos (los cuales son generados de nuevo por nosotros mismos).
El recuerdo del pasado personal implica una experiencia subjetiva visualmente viva, emocionalmente intensa, y tiene un significado relevante, con implicaciones para la autoestima o el auto concepto11. Básicamente nos vemos magnificados en una época en la cual éramos felices, libres y por lo tanto, poderosos.
El ser humano piensa que ha perdido poder o capacidad para escribir su propia vida debido a que, en el pasado, su vida era mejor. De alguna forma ve o cree, auto justificándolo, que es la sociedad la que merma su poder y su capacidad para ser feliz, ignorando (a veces de forma subconsciente para protegerlo de enfrentar los hechos) que aún como miembro de la sociedad, tiene poder sobre su propio “destino”.
La nostalgia evoca una obsesión improductiva por el pasado. Es un esfuerzo inútil por recuperar lo vivido, con la misma fuerza y emotividad de su expresión primera; es la evocación del pasado, sin posibilidad de actuar sobre el presente para transformar el futuro.
Es la magia de la utopía, es el hechizo de una realidad que se quiso distinta y se nos evaporó de las manos. La nostalgia es una emoción, un afecto, un sentimiento un resentimiento. Es todas esas cosas juntas y, al mismo tiempo, es también una actitud frente a la vida; en especial la de todos los días
Nostalgia es una palabra compuesta, consistente de nostos (regreso) y algos (dolor), por lo cual es, en relación a su etimología, es el sufrimiento provocado a la imparable añoranza de la tierra natal9. En nuestro caso, no añoramos la tierra natal, como si estuviésemos lejos, añoramos a un viejo México donde pareciera que había más justicia, más comprensión o al menos una forma más fácil de hacerse escuchar.
A veces olvidamos que nuestro país ha pasado por múltiples épocas complicadas. Lo que ahora forma parte del ser humano es un psique más sentimental que en épocas pasadas, con una mayor afronta de variados prejuicios.
Nosotros argumentamos que la nostalgia es una emoción social, predominantemente positiva, auto relevante, llave para varias funciones psicológicas.
La narrativa nostálgica refleja en mayor medida afectividad positiva que negativa, colocando al individuo dentro de la sociedad como el protagonista de la línea narrativa. La nostalgia es activada por estados disfóricos, tales como el humor negativo y la soledad9 Sin embargo, Wildschut et al9 proponen que la nostalgia fortalecen los lazos sociales.
Además, amplifica la percepción del apoyo social, contrarrestando el sentimiento de soledad.
Es que ni las revoluciones nos han dado las respuestas que andábamos buscando3. Creo que aquí el autor con respecto a su propio trabajo, se contradice, ya que asegura que la nostalgia del imperialismo nos permite crecer y contribuir al desarrollo de la sociedad.
Pero, lo que ocurre con las revoluciones es que, como muchos sufrimientos de la humanidad, nos dicen la verdad de la forma más ruda y cruda que se puede; es decir, cada vez que superamos una revolución vemos que las respuestas que estábamos buscando son, en parte, demasiado difíciles para aceptarles y hablamos de que dicha pelea por libertad solo nos dejó con las manos vacías.
El hombre necesita de sus fantasmas, los añora. Es por eso que el sujeto nostálgico, sino tiene o no encuentra los objetos de su nostalgia, se los inventa.
Para eso tiene la razón, el razonamiento y todo tipo de racionalizaciones de su cotidianidad.
La raza humana (y en especial en México) necesitamos cubrir con culpas a otras personas, otras naciones, otras razas, otras guerras, deudas, prejuicios, violencia… sin detenernos a pensar que nosotros creamos las naciones, creamos los estados, nosotros dividimos a la humanidad en razas, nosotros creamos las guerras, creamos las deudas por vanidad, creamos los prejuicios para no tener que explicar razones de la diversidad humana, creamos la violencia porque es más fácil afrontar los problemas de una manera explosiva en un instante que irlos resolviendo poco a poco, conforme se vaya construyendo la historia y la familia.
Hay que construir el futuro, pero desde un presente explicado y comprendido a la perfección3.
Esto es lo que necesitamos más ahora que nunca, en nuestro país. Truncamos todos nuestros recursos y los dejamos olvidados como si fuera un mal recuerdo (siendo que erróneamente, dejamos los malos recuerdos como si fueran inútiles y no como una enseñanza de vida, claro, esto hablando de una porción de la población y no de su totalidad): la fuerza de la juventud que quiere cambiar al país y a la cual se le llama juventud irresponsable y soñadora, las grandes ideas para fortalecer el desarrollo tecnológico, nuestros profesionistas mejor capacitados que muchas veces deben irse al extranjero para poder conseguir una migaja de pan.
En cambio, atraemos hacia nosotros cosas que no sabemos si son apropiadas para nuestra sociedad o que fracasaron en las culturas más desarrolladas.
Nos olvidamos de que las personas de hoy en día somos entes sumamente sentimentales y psicológicos, cuyo razonamiento dejó de ser flexible hacia unas pocas generaciones, para tomar a todas las personas y convertirlas en una especie de engranaje para que funcionen en un país automatizado, que cumple una tarea cíclica y del cual no se puede esperar otra cosa que la rutina y productos similares o ligeramente alterados debido a esos errores de la maquinaria, que traducidos de nuestra metáfora, son las intenciones de gente aun independiente que quiere un mejor país para vivir y criar nuevas generaciones.
Somos una decadente sociedad que de seguir con el mismo rumbo está destinada a la mediocridad (más no a la extinción). Queremos un país más justo y siempre exigimos a los “lideres” de la sociedad (políticos, sacerdotes, jefes del trabajo) sin volvernos lo suficientemente flexibles para aceptar los problemas de los demás, e incluso en un sentido más profundo, la gente se niega a aceptar que los problemas, pesares y dificultades dependen de las vivencias no de la edad: debemos entender que hay jóvenes que a sus 16 años deben cargar con el peso de mantener a su familia, así como hay jóvenes que se dedican solo a divertirse y desobligarse de todos, siendo estos últimos, los únicos a los que la gente pone verdadera atención.
Es lo mismo para todas las edades, adultos que no aceptan a sus hijos, ancianos que viven haciendo la vida difícil a sus parientes, niños berrinchudos… todo esto, con su correspondiente “gemelo social” que se guía por la buena moral.
Estamos perdiéndonos a nosotros mismos. Perdemos nuestra identidad como personas, como nación, perdemos el espacio y el tiempo para contrarrestar esta cultura de la decadencia, conformismo y una visión ciega hacia los auténticos problemas de la sociedad que radican en el mismo pensamiento de las personas. Debemos dejar de criar autómatas que se dediquen a cumplir con las expectativas (bajas y “cuadradas”) de la sociedad, ocultando sus propios problemas y dejando que su psique y su salud se vayan mermando hasta que se vuelven lo suficientemente pusilánimes para unirse al actual México para seguir con el ciclo de dar nacimiento a más personas pusilánimes.
Está en nuestra propia cultura el crear una mejor nación. Debemos romper con los paradigmas mentales que nos impiden fomentar la empatía, dejar de lado todos los prejuicios que rondan en la sociedad mexicana (de edad, de raza, de sexo, de orientación sexual, de educación, etc.).
La nostalgia, debe quedar como una saludable práctica para recordar los buenos momentos únicamente con la intención de alentarse para crear nuevas experiencias alegres.
Más sin embargo, debemos evaluar nuestros bellos recuerdos con la finalidad de comprender que enseñanzas podemos extraer de las vivencias negativas.
Debemos transformar la nostalgia de nuestro país en una herramienta óptima para el apropiado desarrollo de la psique humana. Así como en otros países, vivir cada expresión emotiva como algo propio del ser humano y no censurarlas por estar alejadas de la felicidad, ni similares y solo censurarlas cuando las personas traten de expresar sus sentimientos en formas dañinas para la sociedad como para sí mismos.
1 García García E, González Marqués J, Maestú Unturbe F. Neuronas espejo y teoría de la mente en la explicación de la empatía. Ansiedad y Estrés. 2011; 17 (2-3): 265-279.
2 Fernández E. Identidad y personalidad: o como sabemos que somos diferentes de los demás. Revista Digital de Medicina Psicosomática y Psicoterapia. 2012; 2 (4).
3 Quesada Monge R. La lógica de la nostalgia. Historia y cultura en el siglo XX. Diálogos Revista Electrónica de Historia. 2001; 2 (2): 0.
4 Extremera N, Fernández Berrocal P. Inteligencia emocional percibida y diferencias individuales en el meta-conocimiento de los estados emocionales; una revisión de los estudios con el TMMS. Ansiedad y Estrés. 2005; 11: 101-122.
5 Fernández-Berrocal P, Extremera N. La investigación de la inteligencia emocional en España. Ansiedad y Estrés. 2006; 12: 139-153.
6 Dunning D, et al. Flawed self-assessment implications for health, education and workplace. Psychol. Sci. 2006; 5: 69-106
7 Kunda Z. The case for motivated reasoning. Psychol. Bull. 1990; 108: 480.
8 Taylor S.E., Brown J.D. Illusion and well-being: a social psychological perspective on mental health. Psychol. Bull. 1988; 103: 193-210.
9 Sedikides C, Wildschut T, Arndt J, Routledge C. Nostalgia. Past, Present, and Future.
10 Wildschut T, Sedikides C, Arndt J, Routledge C. Nostalgia: Content, triggers, functiones. Journal of Personality and Social Psychology. 2006; 91: 975-993.
11 T. Boyana, José. Bases neurológicas de la memoria autobiográfica. Revista Chilena de Neuropsicología. 2012; 7 (3): 98-101.
[a] Lic. en Física. Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas. Universidad Autónoma de Nuevo León.
Correo de correspondencia: nestor.floresmr@uanl.edu.mx