EN ESTA ESCUELA, AL QUE NO ES CÁBULA, LO CABULEAN. BREVE ANÁLISIS SOBRE LA VIOLENCIA ESCOLAR EN MÉXICO

Resumen

El texto que a continuación se presenta, analiza el fenómeno de violencia escolar más allá del concepto del bullying (violencia entre pares). Consideramos que es necesario matizar entre los diversos tipos de violencias que se viven al interior de las instituciones educativas y que en muchas ocasiones pasan totalmente desapercibidas para la opinión pública. Con este escrito, pretendemos superar la visión simplista y reduccionista que presentan los medios de comunicación y las autoridades educativas sobre el fenómeno de la violencia escolar. Apoyados en el análisis de dos instituciones educativas de nivel básico y medio superior.


Palabras clave: violencia escolar, institución educativa, bullying, actores sociales

Abstract

The text below presents, analyzes the phenomenon of school violence beyond the concept of bullying (violence between peers). We believe it is necessary to clarify between the various types of violence that are experienced within educational institutions and often go completely unnoticed by the public. In this paper, we aim to overcome the simplistic and reductionist view presented by the media and education authorities on the phenomenon of school violence. Supported by the analysis of two educational institutions.


Keywords: school violence, school, bullying, social actors


Introducción

El objetivo del siguiente escrito es analizar en forma descriptiva el fenómeno de la violencia en las instituciones educativas, particularmente enfatizaremos sobre la violencia escolar, que se manifiesta o se materializa en la cotidianidad de la institución educativa. Para alcanzar el objetivo antes planteado dividimos el documento en dos campos analíticos. En el primer segmento, exploramos teóricamente el concepto de violencia escolar, mientras que, en el segundo apartado, analizamos la violencia escolar a partir de  investigaciones representativas que muestran como se materializa la violencia en las escuelas, en la cotidianidad del aula.

 

De la definición del bullying a la violencia escolar

Habitualmente cuando escuchamos hablar sobre violencia escolar, la primera imagen que salta en nuestras mentes es la de estudiantes golpeando u hostigando a otro u otros estudiantes en distintos contexto escolares. Conceptualmente esta imagen, altamente influenciada por los medios de investigación masiva, correspondería con el termino bullying, es decir, la imagen que referenciamos hace alusión a la violencia que se da entre pares (estudiantes). Ahora bien, por alguna razón, casi nunca nos preguntamos acerca de las formas de violencia que trascienden la concepción del acoso escolar entre pares (estudiantes) (Zapata et al., 2014). Sin embargo, si nos detenemos a reflexionar  a partir de nuestra experiencia personal como alumno o como docente en las instituciones educativas, es casi un hecho que todos los que asistimos o laboramos en alguna institución,  pudimos ser testigos que el bullying solo es un forma más de la violencia escolar, debido a que existen otras formas de violencia más sutil, sin golpes, ni gritos, con otros actores involucrados, pero igual de lasciva que la violencia física (Blair, 2009).

La violencia escolar se caracteriza por: a) existencia de una clara diferencia de poder entre el agresor y la víctima, b) intención expresa de infligir dolor físico y/o emocional, c) carácter repetitivo, d) naturaleza relacional, que se muestra en la necesidad de distintos actores para el mantenimiento de la conducta agresora, y e) manifestación dinámica, ya que las posiciones de los actores no se mantienen estables, y es común encontrar cambios en las mismas (Blair. 2009, Figueroa, 2007).

       

     Si analizamos brevemente la expresión “las letras con sangre entran”, que a menudo escuchábamos de nuestros padres cuando nos contaban de sus experiencias en las escuelas “de antes”, donde el maestro era la figura omnipotente y omnipresente que podía hacer y deshacer con los alumnos, llegando hasta la agresión física, nos permite entender dos cosas: Uno, que no solo existe el  bullying, en las instituciones educativas, es decir, violencia entre pares (alumnos), sino que los abusos de poder pueden ser ejercidos del docente al alumno, del directivo sobre el personal administrativo, del personal administrativo hacia los docentes u alumnos, etc.  Dos, contrario a lo que plantean los medios de comunicación masiva la violencia escolar no es un fenómeno reciente pues la frase anteriormente citada era común desde principios del siglo XX hasta la década de los ochenta (Figueroa, 2007, Velázquez, 2011). 

De acuerdo con Michel Foucault (1995), la violencia en la sociedad actual, forma parte del régimen biopolítico moderno, gobernador y artífice no solo de nuestra muerte, sino también de nuestra vida, actuando como productor y reproductor de corporeidades y discursos que  reproducen las prácticas sociales. “La violencia no es solo (ni fundamentalmente) destructiva, sino que también constructiva: está en el origen mismo de nuestros cuerpos y sus relaciones, de nuestras formas de comportamiento social, sexual y laboral en un grado tan intenso que resulta imperceptible y lo que es peor altamente tolerada” (Ruido, 2015. P.27). Por ejemplo, el abuzo de poder que muchos profesores cometen con sus alumnos al amenazarlos que si no cumplen con “ciertas conductas” los van reprobar, o la exclusión escolar que algunos profesores ejercen sobre los alumnos (Fonseca, 2011) O más recientemente, como lo expusieron ampliamente los medios de comunicación tradicionales y alternativos (redes sociales) los abusos sexuales que cometieron, trabajadores administrativos sobre niños de preescolar en la ciudad de México. 

De modo que, la violencia escolar, coloquialmente conocida como bullying, no es un fenómeno reciente, pero si una problemática que en la última década ha sido ampliamente tratada por medios de comunicación masiva nacionales e internacionales, tanto en prensa escrita como en programas de televisión y radio, lo que ha repercutido para que se conozca ampliamente entre las masas y en el estudio y comprensión del fenómeno de forma crítica de parte de especialistas en el tema. Lo mismo que la difusión masiva por medio de las redes sociales de algunos videos espeluznantes, ha servido para que la sociedad preste atención a un tema tan relevante y que afecta a un número creciente de sujetos sociales.

         

   De acuerdo con, Valdez, (2014), en el fenómeno de la violencia escolar existen dos actores principales: los agresores y los agredidos. En primer lugar,  los que actúan como agresores se caracterizan por presentar problemas a corto plazo tales como bajo rendimiento académico y conflictos con las normas escolares y los docentes. Además presentan, con mayor frecuencia, a mediano y largo plazo, problemas de conductas externalizantes que se manifiestan en conductas antisociales, abuso de alcohol, dificultades para asumir responsabilidades, desempleo, rupturas matrimoniales y trastornos psiquiátricos ( Domínguez, 2011). En segundo lugar, aparecen los agredidos o las víctimas de la violencia escolar, quienes experimentan problemáticas tales como: rechazo a asistir a la escuela, disminución del desempeño académico, ansiedad, depresión, retraimiento, baja autoestima e incluso intentos de suicidio (Domínguez; 2007  Herrera, 2009; Pérez, 2015).  Generalmente, los agredidos presentan un perfil psicológico bastante definido pues “son personas débiles, inseguras, ansiosas, cautas, sensibles, tranquilas y tímidas y con bajos niveles de autoestima, se menciona que la opinión que llegan a tener de sí mismas y de su situación es muy negativa” (Domínguez. 2011, P.14).

Nosotros podríamos incluir un tercer actor involucrado en los casos de violencia escolar, el observador o espectador, quien por omisión se hace partícipe directo del fenómeno. El observador, es un actor al que se le presta poca atención en los estudios sobre la violencia escolar. Sin embargo, son parte fundamental del fenómeno de la violencia en las instituciones educativas.  Los observadores o espectadores, habitualmente, presentan un comportamiento extrañamente pasivo, indiferentemente o también pueden participar de manera activa, estimulando o festejando la violencia, en público o en privado, fomentado con ello, las conductas antisociales. . De modo que, con la interacción social de estos tres sujetos sociales (agresor, víctima y observador), en la institución educativa, se completa el proceso en donde se practica la violencia escolar.

Por lo anteriormente expuesto, dependencias educativas Federales, Estatales y particulares, lo mismo que investigadores de diversas instituciones de educación superior, desde los años setenta a la fecha, han desarrollado una serie de exploraciones tratando de explicar el fenómeno. De acuerdo con Figueroa (2007), el interés social y mediático en este tema se explica porque afecta a los implicados (agresores, víctimas y observadores), además de que tiene efectos sobre el autoestima y el proyecto de vida de cada uno de los perjudicados (Figueroa, 2007).

De modo que, la violencia en las instituciones educativas, es un fenómeno multifactorial que incide directamente en el rendimiento escolar y en la vida cotidiana de los individuos que la padecen. En este punto es conveniente precisar que la violencia escolar no solo se da entre alumnos, sino que está puede venir de los profesores hacia los alumnos o de los alumnos hacía los profesores. “para muchos la violencia es una realidad de todos los días: está en los juegos de las computadoras, en dibujos animados, en las películas, es las autopistas, en las escuelas, en los parques infantiles, en los vecindarios, en los hogares” (Rivera, 2011. P. 15). De acuerdo con Bourdieu y Passeron (1981) quienes plantean que los seres humanos tendemos al aprendizaje por imitación, entonces si la constante que nos envuelve es la violencia, la probabilidad de que dicha conducta sea adoptada por el adolescente será proporcionalmente mayor.  En el entendido de que los contextos socioeconómicos, culturales y familiares en las que se desenvuelven los sujetos que participan en las situaciones de violencia escolar,  en la mayoría de las ocasiones  están marcados por la descomposición social, es predecible que tengan una actitud violenta en las instituciones educativas a las que asisten.

“Es la ley de la vida. En este país chingas o te chingan. Al que no es      cábula, lo cabulean. Yo era una gandalla en la secundaria. Solía escupirles a las niñas desde el piso más alto de la escuela. A otras les quitaba sus cuadernos o les pegaba chicle en la falda. Pero los niños fresas y tetos eran los que más lloraban. Entre ellos había uno que era mi cochinito. Un niño chaparrito, flaquito al que le decíamos el Chuky (…) ¿Y sabes porque lo traía en chinga? Porque ser el verdugo entretiene, resulta divertido y es la mejor manera de matar el tiempo en la escuela (…) tenía que demostrarles quién era la que mandaba. (Citado en Domínguez, 2011, p. 23).

En efecto, la escuela se parece a una ciudad, pero en pequeño, cada aula o salón de clase se convierte en la segunda casa en donde los sujetos sociales que participan en la interacción escolar reproducen las representaciones sociales que rigen a la sociedad en donde viven los actores sociales. La convivencia cotidiana y prolongada por largos periodos de tiempo entre los sujetos sociales que interactúan en las escuelas (alumnos, maestros, directivos, trabajadores administrativos, guardias, etc.), compartiendo alegrías y tristezas genera lazos afectivos entre sus miembros; “es en ella en donde se desarrollan los sistemas de convivencia y aparecen el dominio de las emociones, afectos y valores que ponen en juego no sólo durante la etapa de escolarización sino a lo largo de toda su vida y que al romperse ante la separación de alguno de sus miembros provoca sentimientos encontrados” (Zapata, 2014, P.297).

Tal como lo plantean los autores Remedi, (2004), Domínguez, (2011), Herrera, 2010.Valdés, et. al, (2014),“El acoso escolar o bullying en inglés y mobbing en noruego y en danés, constituye el fenómeno más común de la violencia entre estudiantes, particularmente en primaria y segundaría, aunque sus definiciones varían, es una conducta que se puede caracterizar por maltrato e intimidación y concretamente por ser una conducta agresiva y repetitiva que tiene la intención de dañar a una persona o a un grupo con menor poder dentro del ámbito escolar” (Domínguez, 2011).

La cotidianidad de la violencia escolar

Ahora bien, para entender cómo se materializa la violencia escolar en la cotidianidad de la institución educativa, analizaremos dos trabajos que abordan la problemática que estamos estudiando. El primer trabajo corresponde a un estudio realizado en el municipio de Huehuetoca, en una escuela primaria del fraccionamiento Santa Teresa, Estado de México (Domínguez, 2011).  Mientras que el segundo se realizó en la Ciudad de México en los bachilleratos que recientemente ha creado el Gobierno de la Ciudad de México, para dar cobertura a los sectores más desfavorecidos de la megalópolis (Herrera, 2009).

El municipio de Huehuetoca, Estado de México se caracteriza por ser un territorio donde se están asentando una serie de megafraccionamientos habitacionales que dan cobijo a  pobladores provenientes de la periferia marginal de la Ciudad de México.

Con el arribo intensivo de los habitantes a los nuevos fraccionamientos también llegaron las necesidades básicas de bienestar, entre ellas, la educación. Por norma de construcción, se contemplaron las edificaciones de espacios escolares desde el nivel preescolar hasta media superior, tanto estatales como federales. En este contexto es que surge la Escuela Primaria Maestro Mexiquense a la cual alude el estudio.

“La institución desde su inicios ha contado con una gran población escolar, al momento de iniciar sus funciones, abrió 10 grupos, con todos los grados de educación primaria, que son de 1° a 6°, por la población infantil, que provenía de otras instituciones y que como consecuencia del cambio de residencia que vivieron sus familias, tuvieron que cambiarse a una escuela, ubicada cerca de su casa con el paso del tiempo, tal situación no se ha detenido, en bien de la propia institución, que al ser considerada ex profeso, al actual ciclo escolar 2010-2011 opera en el turno matutino con 17 grupos y en el vespertino 13” (Domínguez. 2011, P. 24).

Ahora bien, para desarrollar su estudio Domínguez utilizó una muestra representativa de 350 alumnos, que conforman los grupos a, b, c y d, de 4°,  y a, b y c de 5° y 6°, que representa el 58% del total de la población estudiantil total de la primaria estimada en 600 alumnos. A quienes les aplicó un cuestionario con doce variables en las diversas modalidades que representan a la violencia escolar.  Las edades de los alumnos entrevistados en la investigación oscilan entre los 9 años y los 12.

Según los datos obtenidos por la autora del estudio 126 alumnos reportaron haber sido agredidos ocasionalmente, mientras que 33 niños manifestaron haber sido agredidos recurrentemente y en 21 casos la violencia escolar fue de forma sistemática. Un hecho sobresaliente es que 75 alumnos señalaron haber sido atacados durante semanas, mientras 28 mencionan que durante meses, 12 durante el curso y 15 siempre han sido violentados. Las cifras expuestas nos enseñan que un poco menos de la mitad de los alumnos encuestados han sido víctimas de la violencia escolar. El 36% de los encuestados manifestaron que es el salón de clases como el lugar más común donde sus compañeros ejercen la violencia escolar contra su persona.  Mientras que el lugar menos frecuente donde se práctica la violencia escolar es el patio de la escuela en presencia de un profesor. “…en primera instancia destaco (sic) el hecho de que la forma más frecuente de maltrato que se manifiesta entre los alumnos es la verbal, específicamente en este caso, el insultar o poner apodos, mientras que la forma menos recurrente, es el aislamiento, rechazar, no juntarse con alguien, o no dejar participar” (Domínguez, 2011, p. 52).

Como lo muestra Domínguez (2011) la violencia escolar alumno-alumno es una constante en la Escuela Primaria Maestro Mexiquese pues esta problemática afecta a más de la mitad de los alumnos. Para algunos alumnos la violencia es sistemática, mientras para otros es una cotidianidad a la que se tendrán que enfrentar ocasionalmente tarde o temprano durante su vida escolar dadas las condiciones del contexto sociocultural donde se desenvuelven los niños.

Como lo pudimos visualizar el trabajo de Domínguez (2011), nos muestra la violencia escolar entre pares (buillying)

Por otra parte, el trabajo de Herrera Mijangos (2009), nos narra una serie de hechos donde se pone de manifestó la violencia escolar de manera latente en las preparatorias del Instituto de Educación Media Superior del Gobierno del Distrito Federal, creadas para dar cobertura educativa a los barrios marginales de la Ciudad de México, donde la pobreza y la marginación se encuentran por todos lados. “El contexto social dentro y fuera del IEMS es -entre muchas otras cosas- de delincuencia, violencia, drogadicción, pobreza. Hay una realidad dura en la cotidianidad de los estudiantes en su estilo de vida” (Herrera, 2009,  p. 172).  Generalmente, los planteles de la IEMS se ubican en medio de barrios marginales en casi todas las delegaciones de la Ciudad de México.

El contexto socioeconómico, marcado por la pobreza, violencia,  drogas,  armas, alcohol, en el que viven la mayoría de los alumnos del bachillerato de IEMS nos enseña el tipo relaciones que se tejen al interior de los planteles. La violencia es una constante entre alumnos-alumnos o alumnos-profesores, mientras que las autoridades de las instituciones hacen oídos sordos ante la problemática que viven en sus planteles. Para muestra los siguientes ejemplos:

“En una ocasión –en el salón de clases—un grupo de estudiantes se encontraba esperando al profesor y, minutos previos al inicio a clases, uno de ellos saca la pistola y les dice a sus compañeros cáiganse con todo los que traen […] A un chico se le cambió de plantel en un día porque le pusieron una pistola en la cabeza y le dijeron que si no dejaba en paz a la chava lo mataban […] Otro chavo saca la pistola a mitad de la clase y dice oiga maestro no sabe cómo se descasquilla una pistola. El maestro no sabe qué hacer y sigue dando la clase y el otro jugando con la pistola ahí, y todos los chamacos hechos bola” (Herrera, 2009, Pp.172-174). 

Al contexto socioeconómico y cultural se le suma la laxitud del modelo educativo que maneja el IEMS, pues permite a los estudiantes pasar la mayoría del tiempo socializando en los espacios de esparcimiento en lugar de cumplir con las tareas académicas.

Una escena a las once de la mañana en cualquier preparatoria del IEMS podría ser unos 20 estudiantes jugando fútbol, diez practicando voleibol en el patio; en las escaleras como 15 desayunando y escuchando música grupera. En el lado opuesto está el grupo que escucha música de salsa y, en una pequeña área, algunos hombres que se encuentran haciendo ejercicio en las barras junto a otro que está jugando baraja, ajedrez o dominó. Falta mencionar a los estudiantes que están observando a sus compañeros que juegan, bailan o hacen ejercicio. Si pudiéramos comparar el número de alumnos que están realizando estas actividades con el de los que están estudiando en los salones, la biblioteca y los cubículos, éstos serían superados por aquellos que van exclusivamente a socializar” (Herrera, 2009,  Pp.172-173). 

Como podemos apreciar en la cita anterior, el modelo de selección aleatorio de estudiantes que maneja el IEMS constituye otro elemento que se suma al contexto de violencia que se vive en los planteles pues ha permitido el acceso a individuos con serios problemas académicos y de conducta, lo que se traduce en situaciones de violencia al interior del plantel.

Es interesante el trabajo de Herrera (2009), porque nos muestra como los alumnos pueden ejercer violencia sobre los docentes. Con lo que podemos evidenciar que la violencia escolar no solo se da entre pares (estudiantes), sino que esta puede adquirir múltiples variantes e involucrar a varios actores sociales.

Conclusiones

En conclusión, de acuerdo con lo expuesto en la primera parte del texto, así como los trabajos que analizamos en la segunda parte, la violencia escolar es una constante en los planteles educativos. Los alumnos, profesores, directivos y trabajadores administrativos se ven envueltos en una problemática que los toca de cerca y que merma su rendimiento escolar y laboral que afecta su entorno cotidiano. Por lo tanto, resulta de vital  importancia que desde cada institución educativa se diseñen estrategias que ayuden a prevenir la violencia escolar.

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[a] Profesor Investigador de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.