Dirección de Comunicación Social, 05/Enero/2024
Boletín Informativo UAEH No. 05
*Los padres primerizos tienden a dar esta sobreprotección en los primeros años de vida
*La disciplina en el desarrollo integral de todo individuo es necesaria; en infantes es a través de reglas en el hogar, la escuela e incluso en los mismos juegos
Pachuca de Soto, Hidalgo. – “El bienestar de un menor es algo que a los padres les preocupa y, en algunos casos, las acciones que realizan para conseguirlo no son las adecuadas, ya que pueden caer en actitudes sobreprotectoras y eso afecta al desarrollo del infante”, explicó David Jiménez Rodríguez, profesor investigador del Área Académica de Psicología de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH).
A través de una entrevista, el experto del Instituto de Ciencias de la Salud (ICSa) dio a conocer que actualmente la sobreprotección en los hijos e hijas se ha vuelto un problema social, el cual se debe tomar en cuenta.
Puntualizó que proteger a las y los hijos es un instinto que se genera en los padres, como ayudarles a desarrollarse en el mundo que los rodea y velar por su bienestar; enriquecer esas conductas facilitan el desarrollo y salvaguarda su seguridad física y emocional. Pero al generar atención excesiva hacia las y los más pequeños, buscando siempre solucionar sus inconvenientes es sobreprotegerlo y esto causa grandes problemas en su desarrollo a corto, mediano y largo plazo.
Los padres primerizos tienden a dar esta sobreprotección en los primeros años de vida, pero en su mayoría aprenden con el paso del tiempo a darle un espacio necesario al menor, pero quienes no logran desapegarse del infante lo sobreprotegen, lo que impide el desarrollo de habilidades tan importantes como la solución de problemas, la generación de alternativas, la empatía y la autonomía, entre otros.
David Jiménez recalcó que un niño o niña que vive en un núcleo familiar con demasía en sus cuidados presentará conductas como ser demandante, no mostrar iniciativa, manifestarse irritable y con poca tolerancia a la frustración, ser menos autónomo en comparación a otros niños de su misma edad, tener dificultades para adaptarse a situaciones nuevas, tener un retraso en el desarrollo de su lenguaje por no esforzarse en ser comprendido, generar inseguridad o temor afectando su autoestima, así como el desarrollo de ansiedad a temprana edad.
“Este tipo de infantes tienden a generar mucha frustración y enojo a través de rabietas y berrinches, para posteriormente pasar a la rebeldía en etapas de edad más avanzada, como la adolescencia e incluso en la juventud. Trae muchas consecuencias negativas el no dejar que los niños se manifiesten adecuadamente, no darles oportunidad a que desarrollen su propia identidad y que resuelvan sus problemas, además de no ponerles límites. Así como tienen derechos, que también conozcan sus obligaciones”, reiteró el especialista de la UAEH.
Mencionó que la disciplina en el desarrollo integral de todo individuo es necesaria. En las infancias se da a través de reglas en el hogar, la escuela e incluso en los mismos juegos, mientras que al no acatar estas deben recibir llamadas de atención o correctivos que hagan entender al menor que toda decisión inapropiada que tome tendrá una consecuencia.
Asimismo, no se debe restar autoridad entre padres. Si bien es obligación de los tutores estar al pendiente del cuidado y desarrollo de su hija o hijo como primera figura de autoridad, se debe considerar a agentes externos, como otros familiares o los maestros escolares, donde el infante comprenda que se debe un respeto hacia esas personas.
“Los padres tienen la obligación de poner reglas en su casa, pero a la vez de enseñarle a sus hijos a respetar las de otras casas o lugares, como los restaurantes, parques, tiendas y la misma escuela, entre otros. Además de demostrarle que figuras como los maestros tienen jerarquía en su desarrollo y no restarles autoridad al confrontarlos por sobreproteger al menor”, subrayó el psicólogo universitario.
Dado que los padres siempre se han asegurado de que no sufran por nada ni se frustren cuando no consiguen lo que quieren, no han aprendido a tolerar la frustración, con el tiempo, al enfrentarse a un problema, lo más probable es que reaccionen a las frustraciones con ira, exigencias e incluso agresividad, lo que los puede llevar a tener dificultades en las relaciones sociales y en la vida en general.
Finalmente, David Jiménez recomendó claves para fomentar la autonomía: sustituir el miedo por la confianza, no hacer lo que ellos pueden hacer, pensar juntos en soluciones, aprender de las consecuencias, motivar a que las infancias solucionen sus problemas de acuerdo a su edad, ayudar en las labores de la casa y promover a que cumpla con sus obligaciones escolares.