De ahí surge Ficciones, su libro más célebre, que de algún modo sentó las bases de la autoficción cuya presencia se haría notar con fuerza en la década de los noventa en la obra de Sergio Pitol, Ricardo Piglia, Enrique Vila-Matas y que ahora tiene su renovación con Cristina Rivera Garza, Guadalupe Nettel y otras autoras, como Valeria Luiselli y sus Papeles falsos y Verónica Gerber Bicecci en Mudanza, dos obras publicadas por primera vez en 2010 —con varias ediciones— que desbordan las convenciones genéricas del ensayo para tomar una ruta alternativa; así, el ensayo actual se piensa y ejecuta desde lo interdisciplinario, más allá de sus fronteras.
Verónica Gerber Bicecci se define a sí misma como una “artista plástica que escribe”, lo que sugiere su búsqueda permanente de un diálogo que va más allá de los cruces de géneros literarios: Mudanza inicia y cierra con dos textos autobiográficos, “Ambliopía” y “Ambigrama”, que reflexionan sobre la vista y la mirada; los cinco textos de en medio, más cercanos al ensayo, también rompen las fronteras de las artes y la literatura para hallar nuevas formas de expresión en lo híbrido y lo desmontable. Mudanza propone una revisión de aquellos artistas y poetas que, amenazados de ambliopía y otras enfermedades de la vista, siguieron un itinerario estético marcado por su mal.
Mudanza
Verónica Gerber Bicecci
Alfonso Macedo Rodríguez
Profesor investigador de la Lic. en Letras Hispánicas, Depto. de Filosofía, Universidad Autónoma Metropolitana - Iztapalapa
En Pensar el ensayo, Liliana Weinberg, una de las grandes estudiosas del género en México e Hispanoamérica, propone leerlo no solamente desde su condición proteica —de acuerdo con su hibridez o combinación de varios registros, en línea con “Motivos de Proteo” de José Enrique Rodó—, sino también desde los “motivos de Prometeo”, desde los actos de rebeldía que, como el titán que desafió a Zeus para darle el fuego a los hombres en el relato mitológico, la escritura ha ejecutado desde el siglo pasado y se ha manifestado de manera definitiva en la obra de varias escritoras mexicanas contemporáneas.
A finales de la década de los años treinta, y a través de la ficción, Jorge Luis Borges rompió las convenciones del género ensayístico con la publicación de varios cuentos en forma de reseña que comentaban libros imaginarios, solo existentes en su mente, pero a los que les dio vida a partir del engaño en que cayeron quienes lo leyeron, incluyendo sus amigos.