La novela intriga desde el primer párrafo, en el cual Frank reflexiona:
Mi padre y mi madre debieron haberse quedado en Nueva York, donde se conocieron, donde se casaron y donde nací yo. En vez de ello, volvieron a Irlanda cuando yo tenía cuatro años, mi hermano Malachy, tres, los gemelos Oliver y Eugene, apenas uno, y mi hermana Margaret ya estaba muerta y enterrada. (McCourt, 2017: 9).
Las infancias felices, considera, no merecen atención y las desgraciadas sí aunque estas últimas son peores si son irlandesas “y la infancia desgraciada irlandesa católica es peor todavía” (p.9).
Instalada la familia en un paupérrimo callejón de Limerick, Irlanda, Frank va descubriendo su ruda existencia: Su padre cobra el subsidio por desempleo y en lugar de comida (una hogaza de pan para todos, un poco de té y algunas papas), se para en la taberna ubicada al paso a “echarse una pinta”. Bebe y entona canciones nacionalistas en las cuales recuerda los héroes que lucharon contra los ingleses. Al llegar a casa sin nada y muy borracho, exige a dos hijos mayores, Frank de 4 años y Malachy, de 3, adopten la postura de soldados y se comprometan a morir por Irlanda. Frank se asombra: Su padre, a quien ama, pese a su carácter desobligado, no piensa en la vida, sino en la muerte.
Las cenizas de Ángela
Frank McCourt
Rosa María Valles Ruiz
Directora de Fomento a la Lectura
La lectura de la novela Las cenizas de Ángela, de Frank McCourt, provoca sentimientos diversos: alegría, asombro, indignación y al final de todo, la convicción de que la esperanza existe y las posibilidades de un mundo mejor, también. Publicado en Nueva York, en 1996, por la editorial Scribner, el texto de McCourt registra la vida del propio autor, quien se describe a sí mismo, “bendito entre los hombres”, por la buena influencia sobre él de varias mujeres, de manera especial, de su nieta Chiara quien, subraya, le ayudó “a recordar el sentimiento de asombro de un niño pequeño”.
Ese niño, Frankie, Francis o Frank relata sin autocompasión ni rencor la cotidianeidad de su familia en Nueva York sus primeros cuatro años, el transcurso de su vida en Irlanda (Limerick) adonde llegó posteriormente con sus padres Malachy y Ángela, y sus tres hermanos.