
Personajes y hechos que dieron vida a la UAEH
Por Martha Lorena Sánchez García
Fotografía: Archivo UAEH
Primera de dos partes

En 2025, la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH) conmemora 64 años de vida, pero su origen se remonta a tiempo atrás. Esta historia está tejida con las voces, el esfuerzo y las aspiraciones de generaciones de estudiantes, docentes y líderes comprometidos con la educación, el pensamiento crítico y el desarrollo social.
Por ello, en este primer número de Memoria Garza nos adentramos a conocer nuestro pasado para construir un futuro fuerte.
La memoria más antigua que se conserva nos lleva al 03 de marzo de 1869, cuando el coronel Juan C. Doria, entonces gobernador provisional del naciente estado de Hidalgo, fundó el Instituto Literario y Escuela de Artes y Oficios (ILEAO), cuyas condiciones eran precarias: se tuvo que rentar una casa, durante cinco años, a para iniciar las clases debido a que el antiguo edificio del siglo XVIII, que albergó el Hospital de San Juan de Dios, se encontraba en mal estado, carecía de los elementales servicios para la educación.

Sin embargo, lo que sobraba era voluntad, los primeros docentes, motivados por la convicción de que la educación era la base de un nuevo país, impartieron las lecciones gratis.
A finales del siglo XIX, México atravesaba cambios importantes en su sistema educativo. La filosofía positivista del pensador francés Auguste Comte influía en las reformas que buscaban integrar la ciencia y la cultura en los planes de estudio. Bajo esta influencia, el Instituto adoptó el lema “Amor, Orden y Progreso”, que el médico hidalguense, Alfonso Mejía Schroeder reinterpretó como: “Amor de libertad de pensamiento; Orden como base para alcanzar logros; y Progreso como fin del empeño”. Además, se tomaron los colores azul y oro de la Escuela Nacional Preparatoria (ENP), así como los programas de estudios, lo que simbolizaba una conexión con los ideales académicos de la Universidad Nacional de México.
Tras poco más de cinco años de vida del Instituto, el antigüo Hospital de San Juan de Dios y la capilla de de Nuestra Señora de Guadalupe al fin pudieron abrir sus puertas a las jóvenes promesas hidalguenses. Entre las figuras destacadas que pasaron por sus aulas se encuentran Teodomiro Manzano, Carlos Ramírez Guerrero, Alfonso y Joaquín Cravioto, Nemorio Andrade, César Becerra, Alberto Zoebisch Sánchez y Medardo Anaya Armas, este último creador del actual escudo universitario. En ese tiempo nació también el término “institutense” para referirse con orgullo a quienes formaban parte del plantel.

Pero fue hasta 1890, cuando el ILEAO se transforma en el Instituto Científico y Literario (ICL), con la misión de impartir una educación preparatoria científica acorde con las leyes de la época, fue gracias a la vocación educativa de sus directivos Pablo Téllez, Miguel Mancera San Vicente, Rafael B. de la Colina y Manuel Romo y de los profesores Antonio Peñafiel, Marcelino Guerrero, Agustín Vergara y Dionisio López.
Durante el siglo XX, el ICL se alineó con los programas académicos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que había conseguido su autonomía en 1929. Esta relación fortaleció su prestigio académico y sentó las bases para una transformación mayor que llegó en 1948.
En el Salón de Actos, el entonces director Ricardo García Isunza presentó su informe académico y administrativo frente al gobernador Vicente Aguirre del Castillo. En ese acto, alumnos y profesores solicitaron formalmente la autonomía del Instituto. El gobernador respaldó la petición y envió la iniciativa al Congreso del Estado. Así, el 1 de abril de 1948 se le otorgó la autonomía al ICL, y el 13 de julio de 1950 se promulgó su primera Ley Orgánica, vigente hasta 1961.

Ceremonia por el 75 Aniversario del Instituto Científico y Literario
Fue durante el 79 aniversario de la fundación del Instituto, cuando estudiantes, docentes y directivos solicitaron al titular del ejecutivo, el otorgamiento de la autonomía para la institución.
Este nuevo capítulo trajo consigo una intensa actividad académica y social. Para 1945, el Instituto ofrecía estudios en Medicina, carrera que atraía incluso a estudiantes de Costa Rica y Nicaragua; Enfermería y Obstetricia, Leyes, y un bachillerato que destacaba a nivel nacional. Su cuerpo docente y la creciente demanda estudiantil confirmaban que el paso hacia una universidad hidalguense era inminente.
En los años siguientes, el ICLA fue sembrando los elementos clave para consolidarse como universidad: un edificio emblemático, laboratorios, escudo, nuevos programas como Trabajo Social, convenios con la UNAM, y una activa participación en la vida académica nacional. En 1960, se sumó a la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), lo que reafirmó su papel como institución estratégica en el desarrollo del país.
Paralelamente, Hidalgo vivía un momento de expansión: la industrialización de Ciudad Sahagún, la llegada del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), la construcción de la Escuela de Enfermería, y la donación de terrenos para una futura Ciudad Universitaria. Todo esto se entrelazaba con una creciente demanda social: el pueblo hidalguense exigía nuevas carreras y más oportunidades educativas.

Fue ese contexto el que dio forma a lo que hoy conocemos como la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH). Su nacimiento fue la respuesta natural al trabajo de décadas, al liderazgo de figuras inolvidables, quienes dejaron en sus muros y pasillos su huella en el añorado ICLA como Enrique Rojas Corona, César Becerra Archer, Alicia Bezies de Baños, Francisco Zapata Ruiz, Joaquín Delgado Díaz, Serafín Trevethan, Alfonso Mejía Schroeder y Gastón Barranco Salinas, entre otros.
Desde entonces, la UAEH no ha dejado de crecer. Hoy es una universidad reconocida a nivel nacional e internacional, con una firme vocación científica, humanista y social. Pero también es una comunidad viva, diversa y comprometida con el presente y el futuro.
La historia continúa y tú forma parte de ella.