Las narraciones de este libro despliegan un sentido del humor y un lenguaje muy peculiares, tal como lo son cada uno de los personajes que protagonizan estas historias. La autora trata temas y emociones propios de la niñez, sí, pero también los adultos pueden verse reflejados aquí: Juan, tan distraído que terminó viviendo en las nubes; una niña que invitó al fuego a “jugar” con ella; el misterio que esconden las grandes barbas o la vida de una niña con cara de pantalón. Se trata de una propuesta ingeniosa, una treintena de cuentos que, en palabras de la autora, son situaciones disparatadas, descritas de una forma muy literal y llevadas hasta al absurdo pero que, “por extraño que parezca, terminan siendo más lógicas que la realidad.
El libro de los niños singulares y otras cosas inusuales es, como su nombre lo indica, singular. Poblado de personas únicas, nos maravilla con la manera en la que el lenguaje se vuelve literal, en este universo que la autora vislumbró y que dibuja, a veces literalmente, en estas páginas. Un universo que sin duda existe en algún lugar, en el que, a través de esta puerta, de este libro, los niños y hasta nosotros los adultos podemos entrar a divertirnos. Durante la lectura, las risas y el asombro son constantes. Conocemos personas altas altas y largas largas o de las que de su boca brota agua a montones, niños que se borran y que se dibujan y que se reconstruyen cada día, y niños con la capacidad de lograr sus sueños pero que no lo saben. A través del juego, distorsiones de las palabras, y siempre dentro de las familias, la visión que nos proporciona la autora es extraordinaria, construida para todos los niños y, tal vez, si son osados, para sus adultos.
