Sonoridad imaginaria y cadenciosa

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Artista: Dalia Monroy
Lugar: Museo Casa Grande, Iturbide No. 6 Col. Centro, Mineral del Monte, Hgo.
Horario: martes a domingo de las 10:00 a las 18:00 horas.

Esta obra se nos presenta a la mirada ante todo como expresión visual que existe como tal, en sí misma, y que se refiere a las cosas de la vida y del mundo de una manera tan específicamente pictórica que hace difícil, y quizá, innecesario en términos literarios. Algo que puede y debe afirmarse de su pintura, es que si bien mantiene su valor e interés artístico cuando se mira en reproducción fotográfica, ambos se enriquecen sobremanera cuando se tiene un contacto real con las obras, ya que éstas están concebidas a partir de la relación que su formato tiene con el espectador, al tiempo que sus texturas contribuyen de manera significativa a apreciarlas. La riqueza de sus texturas en la obra de Monroy fue una cualidad que señaló la maestra Raquel Tibol , indicando que este valor del relieve no ‘ invade los terrenos de la escultura’, pero si le otorgan a su trabajo, eminentemente pictórico, una particular vitalidad, un sentido de la pintura como un objeto que, más que una imagen, ocupa un lugar singular en nuestro mundo.

El hecho de constituirse como pinturas que, más o además de imágenes, son objetos no es la única paradoja que podemos encontrar en la obra de Monroy. Otra destacable es constituirse como composiciones sabiamente contenidas, fijadas dentro de un continente rectangular, pero que hacen continuas referencia formales al movimiento, a la música y a la danza, contribuyendo a este dinamismo evocando temerarias combinaciones cromáticas. Esa habilidad virtuosa del color misma que en el caso de México practicaron a ese nivel pocos y muy notables pintores, como Rufino Tamayo y Pedro coronel sugiere a primera vista una sensibilidad nutrida en la estética popular latinoamericana, en la africana o en la del Sudeste Asiático, al tiempo que esta evocación cromática ‘tropical ‘ nos la ofrece una pintora que, parte de su sólida formación, la realizó en el Reino Unido y en una región balcánica que se llamaba Yugoslavia.

Esa combinación entre el tumulto y la algarabía formal con un depurado sentido constructivo que nos recuerda a Gunther Gerzso es otra de las afortunadas paradojas o convivencias presentes en la pintura de la maestra Monroy. Como en el caso de Gerzso, muchas de ellas no pretenden la representación figurativa, pero nos sugieren constantemente una relación con la arquitectura, el paisaje o la naturaleza, mientras que en las que la imaginación confirma elementos figurativos nos reclaman constantemente a un ámbito autónomo y abstracto,; mencionaríamos que en esta paradoja se colude la combinación entre gestos orgánicos y el formalismo geométrico. El equilibrio cordial entre los opuestos, entre la forma, textura, color, referencias figurativas y aliento abstracto es el producto muy personal de una dilatada experiencia visual y plástica, de un dominio consecuencia del intenso y reflexivo ejercicio del oficio pictórico cuya madurez han señalado sus propios colegas como el maestro Gilberto Aceves Navarro.