Ojos de mujer volando
Patricia Aridjis




En el principio, mirar. Integrar la mirada en el pensamiento. Y al acercar el ojo al visor, atisbar el horizonte. Examinar formas, materia, significado. Entonces decidir el camino en femenino y aprehender pulso, emoción, continente. En el arco de 30 años, los mismos que celebra hoy como fotógrafa, Patricia Aridjis reafirma su declaración de fe: documentar con sus principios éticos y estéticos la particular condición de las mujeres. Cómo se encuentran una con otra, imagen y género; fue como si una perla condujera a otra para engarzarlas en el mismo collar, y las interrogantes sobre la naturaleza de la fotografía y la naturaleza femenina plantean en paralelo. Su travesía la conduce al encuentro de mujeres en distintas circunstancias y contextos que de alguna manera estaban al otro lado de la acera, a oscuras, entre el dolor, el encierro, la incertidumbre, el reto cotidiano de la supervivencia... Con sensibilidad y talento, Patricia Aridjis (Michoacán, 1960) las documenta en intimistas historias por medio de las cuales, literalmente y con delicadeza, enciende una lámpara otorgándoles el derecho fundamental de la visibilidad. Desde aquella noción primigenia de diosa o musa venerada, pero que como terrenal era confinada a la casa y de la cual solo Platón caviló que paradójicamente, sin tener acceso a la educación, a la mujer se le reconocía la tarea de formar a los hijos. Ciertamente han sido siglos y cruentas luchas para reivindicar la presencia y el aporte femenino en todos los campos del conocimiento. El género (término que viene de la raíz griega genos y significa nacimiento, descendencia, linaje o raza) ha sido históricamente dividido en masculino y femenino, forma parte del discurso de nuestro país, pero la igualdad, que está lejos de alcanzarse, se debate en su vértice político, social, académico y, desde luego, artístico.

En nuestros días, se ha consolidado una fuerte tradición documental en la que reconocidas maestras difunden variadas facetas femeninas, y es innegable la activa participación de las más jóvenes; pero en el México de los años noventa, justo cuando Aridjis inició su trayectoria, el abordaje del género en la fotografía no era preponderante; en este sentido, destaca por la persistencia de sus ensayos personales basados en un concepto integrador del tema en torno de la problemática de las mujeres. Por la singularidad y contundencia de sus historias, la agudeza visual de su narrativa y el manejo formal que acentúa la expresión emocional, su producción marca una valiosa pauta en la fotografía contemporánea de América Latina. Cada una de sus series toca fibras afectivas en torno de los diversos roles, entre los cuales destaca la maternidad, que le resulta especialmente sensible: representa cómo se enfrentan la pérdida de los hijos, las malformaciones congénitas, la subrogación o el cuidado de los hijos desde la cárcel. El prisma femenino refleja, en su mayoría, a quienes se encuentran en situaciones vulnerables y resisten con dig-nidad el embate diario. Convictas e invictas, protagonistas que Aridjis busca con ahínco desde Tijuana hasta Mérida, y a quienes siempre —y ante todo— ofrece su mirada honesta y respetuosa. La paciencia y dedicación son claves para cultivar a profundidad narrativas que implican hasta siete años de trabajo, como en Las horas negras. No hay prisas para mirar. “Solo cuando la mirada se abre al par de lo visible se hace una aurora”, escribió María Zambrano, y en un tiempo relativo, la mirada de Aridjis se expande hacia los afectos de su propia aurora.