Desde finales de la década de los setenta y principios de los ochentas, las economías, tanto ricas como pobres, han observado dos tendencias: uno, la caída en la participación de los salarios en el ingreso nacional y dos, un incremento en los empleos precarios.
Con respecto a la primera tendencia, uno puede imaginarse al ingreso nacional como un gran pastel que se puede dividir en dos grandes rebanadas, una es el pedazo que se comen las y los trabajadores; la otra, es la que se comen el sector empresarial. La caída en la participación salarial implica que la rebanada que se come la clase trabajadora es cada vez más pequeña. Debido a que la mayoría de la población obtiene su ingreso del trabajo que vende, esto implica que el ingreso relativo de la mayoría de la población se está reduciendo, es decir, se están empobreciendo.
Para ilustrar la reducción de la participación salarial pongamos en la mesa algunos datos. En promedio, la participación de los salarios en el ingreso de los países ricos, en 1980, era del 73.4%; para el 2007, era del 64%. Es decir, la participación de los salarios se redujo en casi 10% del ingreso. En México, en 1976, la participación de los salarios era del 42.5% del ingreso nacional; para el 2008 era del 27.6%, es decir, ésta se redujo en más del diez por ciento.
Fuente: Elaboración propia con base en datos de INEGI.
Con respecto al incremento en el empleo precario, basta decir que, de acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en 1991, el 44.9% de las y los trabajadores en el mundo estaban cerca de la línea de pobreza; para el 2021, este porcentaje ascendía al 81.9%. El caso de México no es más alentador, pues para 1996, el 68% del sector laboral estaban cerca de la línea de pobreza y en el 2021 este porcentaje era del 94.7%; es decir, de cada 100 trabajadores mexicanos 94 son pobres o están cerca de la pobreza.
Fuente: Elaboración propia con base en datos de la OIT
Existen varias explicaciones del porqué estas dos tendencias están ocurriendo. En este documento hablaremos brevemente de una de ellas, la deslocalización de la producción. Este fenómeno inició a mediados de la década de los setenta y se caracteriza porque las grandes empresas transnacionales situan sus procesos productivos fuera de sus países de origen, regularmente en países pobres o en vías de desarrollo. Este fenómeno afectó tanto a los trabajadores de los países ricos como de los pobres. En los países ricos debilitó a los sindicatos ya que, por ejemplo, no pueden emplazar a huelga exigiendo mejores condiciones laborales cuando la empresa amenaza con irse a otro país y dejar a todos sin empleo.
Por su parte los gobiernos de países emergentes y pobres mostraron interés en que esas empresas que dejaban sus lugares de origen, se asentarán en sus territorios y para lograrlo compitieron entre ellos ofreciendo condiciones laborales laxas y permisivas. Así, la deslocalización productiva provocó empleos inseguros.
Con la finalidad de explicar cómo la inseguridad en el empleo causó que la participación de los salarios en el ingreso cayeran y el empleo precario aumentara, iniciaremos por analizar cómo las empresas ofertan salarios. Para ello pongamos un ejemplo. Supongamos que un estudiante universitario trabaja en un proyecto de investigación con su profesor; sin embargo, si él no recibe ningún pago por su labor, su trabajo no estará entre sus prioridades, por tanto, no se esforzará al máximo. Ahora supongamos que el profesor consigue una beca equivalente a ocho salarios mínimos, nada despreciable para un estudiante, entonces el estudiante se esforzará con la finalidad de cuidar su trabajo. El ejemplo simplemente ilustra que los trabajadores suelen esforzase más si les pagan bien. Así, cuando una empresa oferta un salario suele tener en cuenta que es un costo para ella, pero también es un instrumento para garantizar que la persona trabajadora se esfuerce al máximo.
Pagar salarios altos no es la única forma de garantizar que las y los trabajadores se esfuercen al máximo. Piense ahora en una persona trabajadora que es el único sustento de su familia y está preocupada porque ha habido despidos en su empresa y el tiempo que tardan sus ex compañeros en encontrar un nuevo trabajo es largo. Si su jefe le pide que se quede horas extras sin paga, no dudara en hacerlo pues esforzase es una forma de cuidar su trabajo, aún si no recibe una mayor paga por ello.
La deslocalización de la producción provocó inseguridad en el empleo, lo cual generó que las y los trabajadores se esforzaran más para cuidar su empleo; por ello, las empresas se vieron motivadas a reducir los salarios, pues ya no tenían que incentivar el esfuerzo de sus empleados y empleadas. La brecha entre la mayor productividad de la clase trabajadora y sus menores salarios causó que creciera la ganancia y que cayera la participación de los salarios en el ingreso. También es causante de la mayor precariedad laboral.
Si te interesa conocer más sobre el tema te dejo la liga del artículo científico que publiqué sobre el cual está basado esta información de divulgación: https://www.cepal.org/es/publicaciones/47290-reduccion-la-participacion-salarial-ingreso-precarizacion-empleo
Daniel Velázquez Orihuela es doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Autónoma Metropolitana y maestro en Ciencias Económicas por la misma institución; estudio su licenciatura en Economía en la Universidad Nacional Autónoma de México.
Recibió la medalla al Mérito Universitario en 2007 y 2010 otorgada por la UAM a sus estudiantes de excelencia. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) desde 2011.
Es profesor de tiempo completo del Área Académica de Economía de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH) desde el 2008; es miembro del Cuerpo Académico de Economía con estatus de consolidado por el Programa para el Desarrollo Profesional Docente (PRODEP).
Centra su trabajo de investigación en la teoría macroeconómica y distribución del ingreso y ha escrito artículos en revistas especializadas y libros sobre estos temas.