Una de las preocupaciones más importantes para la humanidad en este momento es, sin duda, el cambio climático. A partir de la primera Revolución Industrial, a mediados del siglo XVIII, dio inicio una de las etapas de desarrollo más importantes en la historia de las comunidades humanas, y en la cual se encadenaron las revoluciones del pensamiento científico y las ideas políticas para la construcción de nuevas formas de convivencia y organización social.
Con la integración de los Estado-Nación, se logró configurar la economía moderna, el derecho positivo, la construcción y diseño de las instituciones actuales, la homogeneización de las poblaciones en la definición territorial y los nuevos procesos de globalización.
A su vez, en este momento, se dio inicio a la explotación de las fuentes carboníferas como un recurso generador de la energía principal que movería esta gran revolución.
Más adelante, con el desarrollo de la industria química, metalmecánica y de los motores de combustión interna, se logró obtener energía mediante los hidrocarburos o fuentes fósiles, los cuales han dominado desde principios del siglo XX y han tenido una aplicación amplia en múltiples campos de la economía.
Como es el caso del transporte en todas sus formas, maquinaria y equipo industrial, producción de cemento, refinerías, en las termoeléctricas, industria química en general, metalurgia, automotriz, ganadería y agricultura, principalmente.
Estas revoluciones industriales aceleraron la producción de bienes, desarrollaron la manufactura y la tecnología, y generó nuevas dinámicas económicas mundiales, a la vez trasformaron la composición del medio ambiente, alteraron la estructura atmosférica e impactaron sobre los recursos naturales.
La transformación de los combustibles fósiles en energía, a su vez, generan enormes volúmenes de gases, entre ellos el Dióxido de Carbono (CO2) que al integrarse a la atmósfera genera nuevos fenómenos climático, entre otros el cambio climático. En este caso, diversos estudios han demostrado que el CO2 es un regulador natural del clima que al incrementarse, derivado de fuentes antropogénicas, están provocando un incremento en la temperatura de la Tierra.
Además de este tipo de gas, encontramos que otros procesos están generando Metano (CH4), Óxido Nitroso (N2O) y Óxido Nítrico (NOx); vapor de agua (H2O), Ozono (O3) y otros antropogénicos como Hexafluoruro de Azufre (SF6), hidrofluorocarbonos (HFC) y los perfluorocarbonos (PFC). Esta composición de gases son denominados por el Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC) como Gases Efecto Invernadero (GEI), causantes del efecto invernadero y por lo tanto del incremento de la temperatura.
El IPCC fue creado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y la ONU Medio Ambiente con la idea de diseñar un plan de intervención para incidir sobre la mitigación del Cambio Climático (CC). Este panel, con base a estudios científicos, ha definido la situación actual como:
1.- La emisión y concentración de GEI en la atmósfera terrestre está vinculado directamente con el comportamiento de la temperatura media mundial de la Tierra;
2.- Mediante diversos modelos de simulación y grandes bases de datos de observatorios climáticos locales han demostrado que la concentración de GEI se ha incrementado progresivamente desde la Primera Revolución Industrial y, con ella, la temperatura del planeta.
3.- El dióxido de carbono (CO2) es el gas más abundante, pues forma dos tercios de los tipos de GEI, resultado del uso de combustibles fósiles (petróleo-gasolinas-diésel).
El IPCC, en el quinto informe de evaluación, calculó la emisión de CO2 desde el periodo preindustrial hasta el año 2011, generando cambios en el nivel medio anual del mar en cerca de 19 centímetros, un incremento en la temperatura media mundial de 0.85°C y la extensión del hielo marino en el Ártico ha disminuido, con una reducción de 1.07 × 106 km2 de hielo por década, siendo el Cambio Climático (CC) el más impactante que cualquier otro debido a la variabilidad natural o como resultado de actividades humanas.
A su vez, la Convención Marco sobre Cambio Climático (CMCC) estableció al CC como un cambio de clima atribuido directa o indirectamente a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera mundial e incide en los cambios naturales del clima, de acuerdo con datos en periodos de tiempo comparables.
Bajo este panorama, la CMCC en el año de 1992 con la Cumbre de la Tierra, como un paso importante, creó el Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC). Actualmente, México ha ratificado la Convención, junto a 197 países, lo cual lo obliga a intervenir con acciones, recursos, planes, tecnología, políticas públicas y diseño de leyes, reglamentos e instituciones que mitiguen la emisión de GEI e incida sobre el incremento de la temperatura en los próximos años, a través de acciones, programas y aplicación de la ley, bajo sus propias responsabilidades.
En esta semana culminó la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) —que se celebró en Glasgow (Reino Unido) del 31 de octubre al 12 de noviembre de 2021— en la cual participaron representantes de 200 países con el objetivo de tomar acuerdos para el diseño de acciones que incidan sobre la mitigación de emisiones de Compuestos y Gases de Efecto Invernadero (CyGEI) detener el incremento de la temperatura y aminorar los efectos del cambio climático.
Las bases de este encuentro fue el Sexto Informe del IPCC, el cual, con métodos científicos, definieron los actuales escenarios climáticos que estamos viviendo, el incremento irreversible de la temperatura en 1.1°C a 1.3°C y el estado actual del inventario de CyGEI
Los resultados más importantes son:
1.- Se convoca a los países desarrollados a duplicar los fondos destinados a los países en desarrollo para ayudarles a adaptarse al cambio climático;
2.- Los países deben ajustar sus metas de reducción de carbono para 2030;
3.- Se debe definir –por país- las cantidades del uso de carbón en la generación de energía y escalar la reducción de su consumo;
4.- Asegurar diversos subsidios para la reducción del uso de combustibles fósiles ineficientes;
5.- Asegurar la inversión de 100 mil millones de dólares al año para acciones en los países en desarrollo.
Sin embargo, todas estas acciones son propuestas y no tienen un carácter vinculatorio, es decir, se posponen los buenos propósitos para mejores tiempos. Si es que aún nos da tiempo.
Sócrates López Pérez es doctor en Ciencias Sociales en el área de Planeación y Desarrollo Económico por la Universidad Autónoma Metropolitana. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel II y miembro de la Academia de Investigación de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, donde es profesor investigador en el área académica de Sociología y Demografía.
Realizó una estancia posdoctoral en la Universidad de Munster, en Alemania. Es fundador de la Cátedra UNESCO en la Universidad Autónoma de Hidalgo, de la maestría y doctorado en Ciencias Sociales, de las licenciaturas en Economía, en Sociología y en Planeación y Desarrollo Regional, así como de la Especialidad en Desarrollo Social.
Fue coordinador de la maestría en Estudios de Población, Coordinador de Investigación y posgrado y director de la Escuela Superior de Tlahuelilpan.
Ha coordinado importantes proyectos, entre ellos, el titulado Estrategia Estatal de Mitigación y Adaptación al Cambio Climático de Hidalgo, el cual fue reconocido con el Premio Hidalgo 2018 en la categoría de Innovación.
Recibió la medalla al Mérito Académico del Doctorado por la Universidad Autónoma Metropolitana y el Premio Nacional de Economía Ricardo Torres Gaytán 2002, otorgado por la Universidad Nacional Autónoma de México.
Actualmente es integrante del Comité Científico Asesor de la Comisión Ambiental de la Megalópolis.
De manera reciente fue distinguido por el Décimo Premio Nacional de Investigación Social y de Opinión Pública 2020 que otorga el Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública (CESOP) de la Cámara de Diputados por sus destacadas investigaciones en materia de cambio climático.