Apropiación tecnológica en la vida cotidiana




Mtra. Marisol Mendoza Téllez Girón, Dra. Azul Kikey Castelli Olvera

La tecnología es importante, pero lo único que realmente importa es qué hacemos con ella.
(Muhammad Yunus)



De acuerdo con el 18° Estudio sobre los Hábitos de Personas Usuarias de Internet en México, realizado por la Asociación de Internet MX en 2022, contabilizaron 88.6 millones de internautas en el país; la actividad en línea con mayor proporción de personas usuarias fue la mensajería instantánea con 88.4%, seguida por muy poco margen de diferencia del uso de las redes sociales (87.2%). Por su parte, la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH, 2021) del Instituto Nacional de Estadística y GeograWa (INEGI) registró que en el país el 89.2% de las personas usuarias se conectó todos los días de la semana con un tiempo promedio de conexión cada 24 horas, por persona, de 4.8 horas.

Así, las redes sociodigitales se han convertido en influencias innegables en la vida cotidiana lo que da lugar a nuevas maneras de ser y estar en el mundo de acuerdo con el acceso, las competencias, el uso y la apropiación tecnológica. Si bien en México se ha avanzado en la ampliación de la cobertura de internet, la brecha digital sigue siendo importante ya que solo 7 de cada 10 personas tienen acceso a la red, mientras que en países como Corea del Sur, Reino Unido, Suecia, España, Estados Unidos y Japón nueve de cada diez son usuarias de internet.

Las personas adolescentes se posicionan como un grupo social activo frente a las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) e internet, no sólo por la forma como se utilizan para facilitar la formación, la socialización o el entretenimiento, sino también por sus intereses en la creación de contenidos.

En México, el segundo grupo de edad que registró el mayor uso de internet fue de los 25 a los 34 años de edad. Con respecto a las redes sociodigitales, su uso se ha expandido especialmente entre las personas adolescentes, esto debido a que, a pesar de encontrarse en una edad inferior a la sugerida para hacerlo, hacen uso de ellas para comunicarse con compañeras y compañeros con quienes conviven a diario en la escuela, pero también lo hacen con adolescentes que se localizan alrededor del mundo.



La apropiación tecnológica por parte de las personas más jóvenes es cada vez más notoria, ya que desde temprana edad incorporan internet a sus quehaceres cotidianos como consecuencia de la inmersión en las tecnologías digitales a través del uso de computadoras, tabletas, celulares inteligentes y consolas de videojuegos. Esta apropiación, que parece hoy tan natural, es resultado de un largo proceso histórico y tecnológico que tal y como se describe en los siguientes párrafos ocurrió de forma gradual, primero a pasos lentos y después de manera vertiginosa.


La tecnología en la vida cotidiana


Es necesario partir de la aparición de los primeros artefactos tecnológicos a fin de observar su evolución en el transcurso de la historia, pues de ser utensilios para facilitar ciertas tareas y solventar necesidades, pasaron a ser herramientas de socialización y apropiación cultural. Desde la invención de puntas de flecha, las armas o instrumentos de caza, hasta los objetos culinarios como la invención de la licuadora, se pueden identificar diversidad de artefactos que expresan un uso tecnológico.

Las tecnologías surgen a partir del diálogo con ciertos saberes y expectativas de control. En el desarrollo de técnicas, junto con el deseo de comprender el entorno, se descubre la ciencia, cuyo producto es el conocimiento; por lo que la tecnología es el resultado del uso de técnicas basadas en una o varias ciencias para crear un objeto o para desarrollar ideas.

Objetos como una cuchara, la ropa de uso diario u objetos como el lavabo no han estado siempre ahí, lo que indica que la inserción de la tecnología a la vida cotidiana no es algo natural ni tampoco implica un cambio en la propia conciencia respecto al mundo que nos rodea. La historia de la técnica, a su vez, se corresponde con la historia del culto, la creencia, el conocimiento y/o de los criterios de clasificación.



En los cruces de saberes, técnicas y expectativas de control, el cuerpo, la razón y la emocionalidad no son ajenos, de lo que se desprende que no es posible tratar a la técnica, a la ciencia y a la tecnología como conceptos separados, sino como aspectos interrelacionados y complementarios puesto que desde sus orígenes, el ser humano se ha caracterizado por desarrollar no solo capacidades técnicas para crear artefactos que cubran las necesidades o resuelven determinados problemas prácticos sino herramientas que producen emocionalidad.

En este sentido, la tecnología no puede entenderse como neutral, ya que los objetos tecnológicos no solamente aportan un valor práctico sino también mítico, estético, fetichista y simbólico originando alternativas y resaltando brechas, entre ellas la elección del objeto más eficiente, el que brinda un mayor status, el que se percibe agradable a los sentidos, el que se le atribuye especiales características distintas a sus propiedades, el que se encuentra de moda o el que se cree que reafirma la identidad. Por ello, se sobrestima y vanagloria a la tecnología más allá de la utilización.

En 2006, Raymundo Mier, lingüística mexicano que se ha dedicado a la investigación y producción bibliográfica sobre temas de arte, poder, medios de comunicación, psicoanálisis y estudios de antropología, apuntó que la tecnología no se puede explicar únicamente como un medio o una herramienta, más bien como una razón, en el entendido de que por la tecnología pasan pensamientos y maneras de mirar el mundo, lo cual tiene un impacto en la expresión de las emociones y, por ende, en las reacciones de los cuerpos. Lo anterior, sin dejar de considerar que las innovaciones tecnológicas suponen ciertos desafíos.

El especialista refuerza esta idea al considerar que la tecnología se inscribe en el horizonte de lo social como una esfera autónoma capaz de dominar plenamente el marco de la práctica y de imponerle un régimen de racionalidad propio, ajeno al reclamo de diálogo de la acción humana; un régimen surgido de las disposiciones autónomas del control y de la creciente opacidad radical del objeto tecnológico.



La tecnología supone pues una nueva racionalización dentro de la modernidad, una racionalidad que responde a un sentido de control y de visibilidad las cuales tienen efectos en la configuración de las identidades contemporáneas.

Dicho control se expresa en el manejo de la energía y su distribución, también en el control de sus derivados como el calor, la luz y el movimiento. La tecnología responde así a las necesidades del mercado (el capital se reproduce bajo la producción masiva de mercancías), lo que da como resultado la transformación de la sociedad a partir de un régimen de producción, pero también a partir de un régimen disciplinario, como lo propuso Michel Foucault, filósofo, historiador y psicólogo francés que estudió principalmente las formas de control y sometimiento de los cuerpos, las sexualidades humanas y la ética del sujeto.

Desde esta perspectiva, los cuerpos se consideran preparados para la producción industrial a través del establecimiento de procesos de domesticación masivos de ciertas espacialidades (fábricas, escuelas, milicia, hospitales, centros psiquiátricos, cárceles, entre otros).



Según Abraham González, filósofo mexicano especialista en investigación social y política, en la llamada era digital, cuyo desarrollo tecnológico se concibe de manera global, inmediata y multimedia, se sumó el control social. En este tipo de control el capital se reproduce a través de la dupla datos/algoritmos y ya no exclusivamente de la producción industrial. En consecuencia, se habla de las tecnologías de la mirada y del movimiento, o tecnologías narrativas, tales como el cine, la fotografía, el periodismo, los libros e impresos de tirajes masivos, así como la creación industrial de escenarios y escenificaciones.

Al respecto, Raymundo Mier considera que las tecnologías narrativas transfiguran los usos y los hábitos de la palabra, la relevancia de las diversas acciones simbólicas, las regulaciones de la interacción y la transmisión de los saberes y el intercambio de las afecciones.

De esta manera, las actuales tecnologías digitales no son solo resultado de la constante actualización de los medios de comunicación, sino de la mediatización de las experiencias y los saberes que modulan la conducta, la sociabilidad, la identidad, las afecciones y el sentido de pertenencia.

En 2017 Carolina Di Prospero, comunicóloga y antropóloga argentina indaga sobre las expresiones tecno-artísticas, redes sociotécnicas de aprendizaje colectivo y aprendizaje en contextos de encierro, apunta que se puede establecer una comunicación asincrónica que hace uso del sistema de comunicación en tiempos diferentes, lo cual evidencia que el tiempo no es igual al tradicional, puesto que ya no es lineal y posibilita la co-presencia.

Esta última favorece los vínculos entre las personas usuarias de las plataformas digitales mediante el acceso y conexión estable de internet en los diferentes canales de comunicación, lo cual se complementa con la interacción cara a cara; es decir, se puede estar en una reunión de trabajo por la plataforma zoom y simultáneamente conversar con la pareja a través de mensajería instantánea (o chat), y al mismo tiempo responder a un cliente por correo electrónico.



Para Raymundo Mier, la trama tecnológica se encuentra plagada de la incorporación de lo tecnológico en todos los planos y los pliegues de la vida, de intimidad en el espacio público, de los hábitos más imperceptibles de la vida cotidiana, de estructuras visibles de control y gobernabilidad instituidas, al grado de marcar los tiempos del grupo familiar y sus rutinas.

De modo que la tecnología adquiere la calidad de omnipresente, ya que el contenido de los nuevos instrumentos de información se encuentra por todas partes sin limitaciones en el tiempo o en el espacio, ofreciendo una ilusión resolutiva de no estar solo y de eliminar fronteras. Al mismo tiempo, los contenidos que transitan y se comparten en los entornos digitales se tornan globales.

Se puede decir que la innovación tecnológica lleva implícita la generación de códigos mundiales, por ello Pablo García Ruiz, sociólogo español que estudia las sociedades de información, en 2009 comentó: “en ocasiones parece que todo el mundo en sentido literal está asistiendo al mismo suceso mediático”. Así, las personas usuarias de tales innovaciones se encuentran invadidas por signos o mensajes que las induce a vivir a través de los productos que ofrecen los medios de comunicación, dando como resultado nuevas formas de realidad.



Paralelamente, algunos autores como Néstor García Canclini, antropólogo y filósofo mexicano interesado en la globalización y la interculturalidad, junto con Pablo García Ruíz, advierten de la jerarquía desequilibrada de la información y de las complicidades entre las corporaciones digitales y los gobiernos, aspectos que se destaca podrían actuar de manera tendenciosa contra el reconocimiento de las minorías y las diferencias.

Acá valdría la pena prestar atención a la hegemonía que ciertas plataformas están generando en la producción del conocimiento y del entretenimiento, a las audiencias a las que se dirigen y que participan activamente en ellas. En el caso de las plataformas dirigidas a las y los consumidores más jóvenes habría que analizar a las corporaciones que monopolizan y generan los contenidos que son susceptibles de ciertas manipulaciones y de las posibilidades creativas que se ofrecen.


La apropiación tecnológica


La posibilidad de aumentar la velocidad por medio de la banda ancha propició la evolución tecnológica, dando lugar al formato web 2.0 en 2004. La internet entonces se popularizó al ofrecer por primera vez a las personas usuarias la oportunidad de crear, actualizar y emitir contenido por medio de la red. La participación masiva en el intercambio de ideas trajo como consecuencia un rol activo de creación, a diferencia de la anterior versión (la web 1.0) que limitaba a los usuarios a ser receptores de la información y los contenidos.

A raíz de lo anterior, se propuso el término “prosumidor”, acuñado en 1980 por Alvin Toffler, sociólogo y periodista estadounidense conocido por sus obras sobre la revolución de los medios de comunicación y la evolución digital. Dicho término hace referencia a la participación de las personas usuarias como consumidoras y productoras o reproductoras de contenido y que destaca la doble participación de las audiencias (personas consumidoras y productoras).

Asimismo, el término prosumidor comúnmente es usado en las redes sociodigitales, pues algunas plataformas como YouTube, Instagram o TikTok contribuyen a hacer de la persona prosumidora un o una usuaria creativa, no solo porque tiene la posibilidad de compartir su producto o creación audiovisual, sino porque se coloca en un rol más activo y crítico al aprovechar el medio social para expresar su opinión e intereses, recomendar actividades, llevar a cabo prácticas de sociabilidad e identificación, entre otras.

Más adelante, con el imparable avance de la tecnología se desarrolló la web 3.0, la cual favorece la obtención de respuestas de manera casi instantánea de acuerdo con las preferencias de las personas usuarias gracias al uso de la inteligencia artificial creada sobre una gran base de datos y algoritmos.

Esta reciente evolución tecnológica no se limitó a las computadoras o teléfonos, sino que se adaptó a un amplio espectro de tecnologías como los electrodomésticos, los teléfonos, los servicios domésticos, los relojes, cámaras fotográficas, etc. Estas tecnologías digitales se suelen complementar con asistentes de voz, tales como Siri, Alexa, Google Now o Cortana, y siempre que cuenten con acceso a internet podrán recibir instrucciones verbales por parte de las personas usuarias, como: “pídeme un taxi a tal hora y lugar”, lo cual será ejecutado automáticamente.

Partiendo de la idea de que la internet es un artefacto cultural que forma parte de la vida cotidiana y cuya evolución es incesante, se propone que la mayoría de las personas se apropian de la red para la realización de actividades que en estos tiempos se consideran de comunicación esencial.

Es común ver que las personas satisfacen sus necesidades de aprendizaje, de acceso a la información, de socialización y de entretenimiento por medio del uso de internet. Por ejemplo, una herramienta digital básica como el correo electrónico permite a las personas usuarias recibir y enviar mensajes o archivos de texto e imagen a múltiples destinatarios de manera rápida, eficaz y a bajo precio en diversos ámbitos, tales como el familiar, el social, el escolar, el laboral, el institucional y el corporativo.



En lo que respecta a los usos y formas de apropiación práctica y simbólica que realizan las y los prosumidores de las tecnologías digitales, se puede decir que la internet se ha convertido en un espacio habitable en el que los más jóvenes desean integrarse mediante la conformación de comunidades virtuales. Los espacios digitales son habitables en cuanto que favorecen encuentros guiados por intereses comunes, implica mecanismos más laxos de inclusión y exclusión, acontece un sentido de pertenencia y reconocimiento de las diferencias y posibilita el deseo de trascender más allá de las fronteras domésticas e institucionales.

Dentro de las comunidades digitales, en 2006, Rosalía Winocur, educadora y antropóloga mexicana dedicada al estudio de los medios de comunicación y su relación con la cultura y la sociedad, comentó: “los usuarios exploran la oportunidad de convertirse imaginariamente en muchos otros, mutar entre varios o volverse intocable entre las representaciones posibles”. Las y los jóvenes buscan reconocimiento a través de la representación de los rasgos físicos o características de personalidad que se consideran socialmente aceptables. De esta manera, “El hecho de poder realizar cambios en el sexo, la escolaridad, la personalidad o la pertenencia social o étnica, se convierte en un vehículo ideal para que los jóvenes proyecten aspectos negados o idealizados, liberen deseos reprimidos”.



En efecto, es innegable que las personas adolescentes buscan la pertenencia a un grupo donde puedan compartir con sus pares vivencias y significados de las situaciones que acontecen e influyen en su día a día. Rosalía Winocur propone que las y los jóvenes se integran a una comunidad en el entorno digital para consumir y producir entre coetáneos, por lo que las comunidades digitales se convierten en espacios de socialización. Así, los grupos de jóvenes de diversas pertenencias socio-culturales crean distintos contextos de apropiación de la cultura que les permite reconocer(se) a través de diversas identidades por medio de prácticas y expresiones simbólicas que acompañan el uso de internet en la vida cotidiana. En estos escenarios es que se habla de apropiación tecnológica, entendida como lo señala esta autora, en el “conjunto de procesos socio-culturales que intervienen en el uso, la socialización y la significación de las nuevas tecnologías en diversos grupos socio-culturales”.



Por otro lado, también es cierto que la falta de comunicación y la pérdida de los contactos reales y virtuales genera en las y los jóvenes angustia, puesto que dicha desconexión puede formar parte de un mecanismo de exclusión social, ya sea por la edad, la raza, el género o el nivel socio-económico. Estar desconectado para la mayoría de jóvenes equivale a la idea de volverse invisible.

En términos de lo virtual no constituye en sí mismo un puente que conecta las realidades, más bien, funciona como un conjunto de vínculos estratégicos de interacción social, los cuales nunca dejan de tener contacto con la realidad fuera de línea. Al contrario, el mundo “real” o presencial se convierte en muchos casos en el material de los espacios virtuales de interacción, como lo propuso Christine Hine, socióloga y pionera en el desarrollo de la etnografía virtual para el estudio de las tecnologías y entornos digitales.

Como consumidores-productores de la cultura, las personas adolescentes han encontrado una oportunidad única de agenciarse no solo a nivel social, sino también en los nuevos modos de crear identidades y comunidades. Al ser agentes de universos narrativos a través de las plataformas es posible que tengan la oportunidad de subvertir normas establecidas por otros grupos generacionales dando lugar a otras formas de subjetividad y de identidad que pueden transformar los valores y normas establecidas por la cultura dominante.


¿QUIÉN ES?

Azul Kikey Castelli Olvera es doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Es profesora investigadora titular “C” de tiempo completo en la misma institución. Sus publicaciones más recientes son: Manuela García-Teruel Manso, una señorita decimonónica en el billete, en la Revista Religación; Del periodismo tradicional a las nuevas plataformas digitales para hablar sobre mujeres en el deporte, en Edähi Boletin Cientifico de Ciencias Sociales y Humanidades del ICSHu; La locura como muerte simbólica del deber-ser femenino, en el cuento Río subterráneo de Inés Arredondo, en la Revista GraWa; Suspiria. Imaginarios míticos de la madre terrible. Lo abyecto y corpóreo en el cine de terror de Luca Guadagnino, Revista Visual Review.

Sus líneas de investigación son: imagen, semiótica imaginarios sociales y género. Por sus resultados cuenta con dos distinciones académicas: es miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel I y cuenta con el perfil del Programa para el Desarrollo Profesional Docente (PRODEP).

Contacto: azul_castelli@uaeh.edu.mx




Marisol Mendoza Téllez Girón es licenciada en Psicología por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), maestra en Psicología por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y actualmente cursa el último semestre del Doctorado en Ciencias Sociales por la UAEH.

A lo largo de su trayectoria profesional ha participado en diplomados y cursos relacionados con las prácticas de crianza positiva, violencia de género y modelos de atención psicoterapéutica dirigida a niñas, niños, adolescentes y personas adultas.

En cuanto a su actividad laboral, ha participado como psicóloga clínica, ponente y facilitadora de talleres en instituciones públicas y organizaciones civiles, entre las principales se encuentran el Sistema DIF Hidalgo, Servicios de Salud de Hidalgo, Asociación Civil Mujeres en Acción y en el Instituto de Innovación en Formación Deportiva y Cultural, A. C.

Asimismo, brinda atención psicoterapéutica a niñas, niños y adolescentes de manera privada en la Consultoría para el Bienestar Familiar. De manera simultánea, es docente desde hace 15 años en el área académica de Psicología de la UAEH, lo que le ha permitido participar como integrante del jurado en trabajos de investigación. Actualmente sus estudios se relacionan con la interactividad de las niñeces y adolescencias en los entornos digitales.

Contacto: mtellez@uaeh.edu.mx