La amargura de Satanás es inmensa y sincera, su castigo consiste en observar a la humanidad con todas sus “estupideces” en la vida terrenal, un verdadero infierno para una mente superior.
Las siete columnas es un texto complejo de entender, las historias que aborda son distintas y misteriosas de manera que es necesario poner mucha atención.
El texto se centra en el argumento de que las personas se niegan a dar más de lo que pueden ofrecer porque todo lo quieren para sí. Son pobres e infelices porque no pueden ver más deseos que los suyos. Es triste saber que nadie en la tierra recuerda quién fue Satanás, ni Dios, ni quienes eran, la humanidad ha creado el más doloroso de todos los agravios para la divinidad: la ingratitud.
Vibra el corazón de emoción en el instante de leer un pequeño pero muy significativo fragmento de la literatura donde se habla de la repartición de la Tierra entre Satanás y Dios, así, ninguna criatura se aislaría de ninguno de los dos bandos. Como se dice coloquialmente: este libro es una delicia leerlo.
Acracio acepta ser el interlocutor del diablo, conmovido por la inmensidad abismal de su soledad pero a cambio pide un único favor, no para sí mismo sino para toda la humanidad: quitar los siete pecados capitales del mundo y con esa petición se inicia un desafortunado y caótico viaje.
Las siete columnas
Wenceslao Fernández Flórez
José Asgard Arroyo Canales
Equipo de Fomento a la Lectura
Las siete columnas, libro escrito por el gallego Wenceslao Fernández Flórez, se publicó en 1926 por la editorial Aguilar. Ganó el Premio Nacional de Literatura ese mismo año. El libro describe enigmáticos personajes, y relata siete viajes y aventuras donde las personas se encuentran frente a múltiples y polifacéticas problemáticas. La historia se centra en la vida del ermitaño Acracio, quien por razones propias, está apartado del mundo
En un determinado paraje, donde se ubica la choza de Acracio, tiene un encuentro con la versión original del demonio, Satanás, quien se acerca humildemente al ermitaño y en vez de orientarlo hacia el pecado, quiere entablar una conversación con él. Lo irónico de este encuentro es que solo quiere hablar de un tema: Dios.