En estos ciclos, Baudelaire lleva al lector a través de un viaje donde confluyen los pecados (tema original que inspiraba al libro antes de cambiar de nombre), el sexo, el erotismo, la muerte y el hastío de una forma descarnada y, al mismo tiempo, de una sensibilidad simbólica desconocida en la poesía de la época, más preocupada por la pulcritud de las formas.
Es con la propuesta simbólica de los versos marchitos de las flores del mal que nace el simbolismo como movimiento, como forma de ver el mundo. La visión de Baudelaire hizo contrapeso a la visión racional de la época y a la visión clásica que promulgaban el parnasianismo y el realismo en boga. La poesía que entonarían los poetas malditos, inspirados por esta obra, se alejaría de manera definitiva de los ideales burgueses para sumergirse de lleno en las esquinas oscuras y fangosas del corazón humano y sus pasiones más bajas.
El corazón y las pasiones precisamente como símbolo contra el ser humano idealizado del racionalismo o la naturaleza pacífica del romanticismo. Cada esquina y cada pequeño espacio de la ciudad y de la humanidad, por pequeño y mundano que parezca, se carga con nuevos símbolos bajo la mirada atenta del poeta. La realidad cobra nuevo sentido en las rimas de Baudelaire, que, llenas de nueva musicalidad y capacidad expresiva, son una búsqueda constante por nuevas formas de experimentar, de sentir, de expresar la vida misma con todo su misterio y toda la bajeza que es capaz de contener: nuevos ritmos, nuevas resonancias, nuevas sugerencias musicales y nuevos símbolos decididamente bohemios y profanos lanzados como un escupitajo a la cara de las formas académicas y burguesas de la “literatura de bien”.
Las flores del mal
Charles Baudelaire
Las flores del mal, o los limbos, como originalmente iba a llamarse, es una obra indispensable para entender la lírica moderna, así como para cualquiera que disfrute siquiera un poco con la poesía. Publicado en 1857, el libro sufrió la censura de varios de sus poemas y fue devastado por la crítica del momento, que tildó a la obra de blasfema, monstruosa y pornográfica, lo que obligó al autor a crear versiones posteriores con algunos poemas diferentes.
Originalmente, más de cien poemas estaban organizados de acuerdo a una estructura marcada por seis partes o “ciclos”, a través de los cuales se podía identificar, no solo la existencia de casi una línea argumental, como si se tratara de un libro escrito en prosa, sino además los temas y relaciones entre los ciclos que brindaban al poemario una cohesión y sentido que se pierden un poco en las ediciones posteriores a la censura.