Dirección de Fomento a la Lectura

 

Este apremio empezó por anularse cuando Lena conoció a Alex, un joven con quien compartió el saludo una sola vez, el tiempo suficiente de un instante para sentir electricidad recorrer toda su piel. Lo conoció en una fiesta a la cual su mejor amiga Hanna la invitó, y aunque no quería, accedió.

Sin darse cuenta, Lena, en tanto más conocía a Alex mayor era el número de emociones que él le provocaba. Sus ojos ambarinos y la constante batalla de opiniones hacían que se sintiera una ley de atracción. ¿Alguna vez lo has experimentado? Ese acelerar-frenar cual auto de carreras como si ambos estuvieran esperando a estallar frente a un muro de contención. Lo peor vino después.

Lena se había enamorado, y aunque intentara negarlo el sentimiento ajeno y desbordante dentro de su cuerpo no paraba al estar junto a él. Esa necesidad de estar cerca pero no lo suficiente hacía una perfecta sinonimia entre la luna y el sol. Y de pronto un beso, luego caricias, un susurro. No había quién lo detuviera.

En el marco de una batalla por recluir a los infectados de amor, Alex y Lena intentaron huir a Tierra Salvaje, un lugar sin garantías de vivir. Cómo no cometer el riesgo si la fuerza del amor le daba el empuje a todo, a correr, a gritar, a besar, a volar, y sobre todo a huir.

Nadie podría decir que no lo intentaron o que no vivieron su amor en tanto pudieron, pues durante la persecución de pasar a Tierra Salvaje ambos fueron encontrados por las fuerzas protectoras del orden de quienes osaran revelarse en contra de corregir a los enfermos de amor. Lena conducía la moto que los llevaría a cruzar el muro que dividía el calor y el frío de un corazón, en tanto helicópteros, coches y balas se disponían a hacer de ellos personas con un corazón palpitante y no de sentimiento. Alex le hizo prometer que haría lo que él le pidiera siempre y cuando no mirara atrás. Llegó el momento decisivo. Lena saltó.

Al abrir los ojos Lena apenas y soportaba el dolor. Se movió hacia delante y se vio en la necesidad de romper su promesa, o por lo menos parte de ella. Al voltear si su amado iba tras de ella, se presentó la negativa. Las fuerzas del orden recogían el cuerpo de rostro pálido de Alex para hacer con él lo debido. Que, si Lena encontró la fuerza para seguir, no podría decirlo ni ahora ni aquí. Pero cómo no entender el hecho de querer una cura para el amor que tanto ella como muchos pudimos sentir acompañado de dolor. Ahora es cuando entiendo el significado “Duele el amor”.
Unos cuantos tienen conocimiento del antídoto, una cura para evitar la agonía del amor, el delirium. El único problema es que esta medicina solo existe en la dimensión de la tinta y el papel.

Sobre la autora

Lauren Oliver, autora de la saga Delirium (Delirium, Pandemonium y Requiem). En la Universidad de Chicago estudió Filosofía y Literatura, posteriormente adquirió un máster de Bellas Artes en la Universidad de Nueva York.

Inició su vida laboral como asistente editorial en la misma universidad. Con Lex Hillyer fundó una editorial de jóvenes autores con el nombre de Glasstown, y aunque reside en Brooklyn para dedicarse de tiempo completo a escribir, sus hobbies se resumen en practicar, ballet, pintura y canto.