Dirección de Fomento a la Lectura

 

Aunque la mayoría de los cuentos incluidos recrean atmósferas cotidianas y de sosiego, la antología se inicia con el violento “Érase un soldado...” de Laura Hird (Edimburgo, 1966), que contrasta notablemente con el resto de las narraciones breves. El relato describe con minucioso horror la manera en que un necrofílico penetra el cadáver de una joven del que luego habrá de deshacerse: “Una vez más, ese hedor empalagoso y el olor fuerte y sucio de sus venidas de los últimos días. Le metió los dedos. La entrada estaba fría y seca, pero el interior estaba húmedo por la cogida de hacía unas horas. Lo sórdido de todo aquello lo volvía loco y, mientras seguía empujándole los dedos, se bajó el cierre y liberó su erección, escupiéndose en la mano para poder lubricarla. Al sacarle los dedos embarrados, los movió para localizar el ano”. Lo grotesco de esta descripción contrasta notablemente con el desenlace del relato: el claro amanecer en el que el soldado ha dado fin a su misión.

Los relatos que completan la antología, conforme ésta avanza, van disminuyendo en intensidad. Así, “Di algo” de Brian McCabe (Edimburgo, 1951) es el monólogo de una mujer que, en el límite y propulsada por el alcohol, reclama a su esposo el hecho de que durante años no haya sido para él sino un complemento decorativo del matrimonio, sin voz propia, reflejo de lo que la sociedad ha intentado hacer con la mujer: “¿Eso es lo que quieres en realidad? Una muñeca. Una muñeca llamada Isabel. Ponerle un lindo vestido floreado, llevarla a la reunión departamental. Luego volver a vestirla y llevarla a la cama. ¿Eso es lo único que quieres de mí?”. En contraste, Ali Smith (Inverness, 1962) retrata en “Una historia de amor” la convivencia íntima y cotidiana de un matrimonio ideal, y A. L. Kennedy (Dundee, 1955) los conflictos familiares y personales surgidos a partir del matrimonio, no siempre feliz, ente un profesor y una estudiante suya en “Té y galletas”.

El mundo de la tercera edad es retratado con ironía por Anne Donovan (Coatbridge, 1951) en “Zimmerobics”, que refiere la revitalización de un asilo de ancianos a partir de una serie de sesiones de aerobics con sus caminadoras, y al de la infancia se acerca Janice Galloway (Saltcoats, 1955) en “Sangre”.

Dos relatos reflejan el absurdo de la cotidianidad en Escocia: “Espectáculo” de William McIlvanney (Kilmarnok, 1936) y “Sus colores son hermosos” de Alan Spence (Glasgow, 1947). En el primero, un hombre se mantiene vivo gracias a que finge ser lo que no es, y en el primero el autor ridiculiza los fervores patrióticos y religiosos al compararlos con una borrachera.

Finalmente, dos relatos giran en torno a sentimientos más hondos de los protagonistas: “Nostalgia” de Candia McWilliam (Edimburgo, 1955), que refleja la vida de un matrimonio que extraña su lugar de origen, y “La visitante invernal” de Jackie Kay (Edimburgo, 1961), el único relato de corte fantástico de la colección, que trata la presencia de la Depresión Invernal.

Esta Antología de escritores escoceses contemporáneos preparada por el veracruzano Roberto Bravo es diversa y se construye como un muestrario diversos estilos, temas e intereses de autores de distintas partes de Escocia, no sólo de su capital, y nos permite asomarnos al quehacer de una tierra en cuya literatura quizá no nos fijamos tan seguido. Desmerecen, sin embargo, la traducción, que por momentos abusa de la mexicanización del habla coloquial escocesa.

Las tres novelas consideradas para la antología merecerían comentario aparte. Son éstas El puente de Iain Banks, El carrusel del diablo de Jeff Torrington y Lanark de Alasdair Gray.

Ficha bibliográfica

Roberto Bravo (selección y prólogo), Antología de escritores escoceses contemporáneos, UNAM, México, 2015, 188pp. Traducciones de Mario Murgía.