Dirección de Fomento a la Lectura

 

 

El camino de María del Carmen es, también, el camino musical de Caicedo. La historia es una carta de amor a las canciones que lo marcaron, Eric Burdon, los Stones, Eric Clapton y el Rock´n Roll que tanto amaba aparecen como melodías constantes que enmarcan la historia. Pero también aparecen Richie Ray, Bobby Cruz, Mike Collazo, Cheo Feliciano y grandes de la salsa que mueven la historia en una transición constante desde lo anglosajón hacia lo latino, la relación y la mezcla de la melancolía inglesa y la nostalgia de la rumba timbalera son el motivo constante del relato, haciendo de este un libro que puede escucharse y bailarse, siguiendo el mismo camino de la banda sonora que representa la vida de la rubia protagonista.

Y lo es tanto así que el título es un homenaje a una canción de Ray Barreto y que, al final de la obra, como punto final, Caicedo añade una lista con todas las canciones que aparecen, en orden, en su historia, como mapa sonoro que el lector puede seguir para saber cuáles fueron esos sonidos bestiales que lo guiaron, paso a paso, hasta llegar, casi abruptamente, al final donde espera la mona en el fuego eterno que arde en el 23.

Sobre el autor

Luis Andrés Caicedo Estela, más conocido como Andrés Caicedo, nació en Cali, Colombia, el 29 de septiembre de 1951. Amante de Poe, apasionado del teatro, melómano empedernido y fanático del cine, fundó un cineclub y una revista de crítica de cine en la que mostraba constantemente su capacidad de análisis y la furiosa y apurada prosa que también impregnaría sus relatos, con los cuales ganaría varios premios a lo largo de su corta vida, a la cual decidió poner fin voluntariamente antes de envejecer, radical como su forma de escribir y fiel a su consigna de que vivir más de 25 años es una insensatez.

El 4 de marzo de 1977, el mismo día que llega a su casa la primera edición publicada de ¡que viva la música! (no sin grandes luchas y contratiempos causados por las visiones más conservadoras de la editorial colombiana en la época, que no querían publicarla por obscena) Caicedo decide tomarse 60 pastillas de secobarbital, y deja una carta a su madre en la que se despide diciendo: “...Dejo algo de obra y muero tranquilo. Este acto ya estaba premeditado. Premedita tu muerte tú también”