Cuando miramos nuestra humanidad queremos enterarnos del otro como si su existencia no me hiciera corresponsable del lugar que compartimos en existencia, frustramos nuestro diálogo amargo e insatisfecho, envidioso del otro. Miguel Jarquín con su polifonía reflexiva profundiza en el “orden de amores” con la humanidad de la que somos capaces no solo para compartir, sino para construir. Retoma de San Agustín de Hipona: “la intuición anuncia lo posible, pero es el amor el que hace que lo posible se vuelva real…es total novedad” (p.28).
Dejemos la modernidad líquida por un momento, metáfora con la que Bauman (2000) refleja al hombre que deja de lado esa sensación de estar satisfecho y que delega su bienestar a la industrialización, despreocupándose cada vez más de lo que sucede, no quiero decir a su alrededor, sino en lo cercano de su propia circunstancia .Ser humanista, no es cualquier cosa, y mire usted que en nuestra genética ya abordamos el sentido de ser humano, ser humanista para aquellos renacentistas significa edificar al mundo que devastó la Edad Media y el arte sale adelante no solo como manifestación, sino como un grito de batalla. Manifestar en un arte ordenador, casi matemático en la música y es así como “La tocata y fuga en D menor” de Bach nos conmueve con esta muestra de organización mental de donde emana su humanidad creativa. Buscar la veta, que como un río deja brotar sus aguas vertiginosas las manifestaciones del orden del corazón del hombre.
El Humanismo: la rebelión de la esperanza
Miguel Jarquín
Alina Eugenia Peniche Ortíz
Catedrática del Área de Comunicación
No soy de este mundo, soy ciudadano de mi comunidad, lugar donde la persona construye percepciones, donde nos dan los síntomas del enamoramiento, del desencanto, del sufrimiento. Vecinos de un entorno que se construye o se aniquila, no es solo hacerse presente, sino hacer presencia y ser responsables de nuestras elecciones.
Cuando observamos un paisaje se aprecia la grandeza, la singularidad y la belleza.