La androide es seductora. Alta, atlética, cabello rapado, un tatuaje le atraviesa el rostro y desciende desde el cráneo hasta los muslos. Ágiles los pasos, alertas los instintos. Mirada intensa, abrumadora, incluso a veces intimidatoria. Empero, tras esa imagen vigorosa, plena, fuerte, hay un ser humano “sintiente”, como lo califica la autora de ese personaje extraordinario a quien dio vida primero en Lágrimas en la lluvia, posteriormente en Tiempos de odio y finalmente –¿finalmente?– con El peso del corazón, texto que recibió en En la novela se descubre a una Bruna capaz de conmoverse ante el abandono de Gabi, una niña de modales ariscos y trato áspero que oculta tras esos rasgos una humillación personal y social, y un contagio por radiactividad que hará que la detective Husky logre desentrañar un complot a nivel internacional.
Rosa Montero presenta a otros personajes singulares: Yiannis, un anciano archivista con la tolerancia y sabiduría que otorgan los años bien vividos; Pablo Nopal, un “memorista” encargado de sembrar en la mente de la detective recuerdos familiares, fobias, aficiones, etcétera. Karla Husky, quien aparece casi al final de la novela resulta ser la hermana gemela de Bruna Husky, con idénticas características físicas aunque con notorias diferencias psíquicas.
Otro personaje destacado es una tecnohumana de humor ácido y sorna constante que representa al Movimiento Radical Replicante (MRR) y quien le proporciona a Bruna las claves necesarias para desentrañar un caso desmesurado de corrupción.
El peso del corazón
Rosa Montero
Rosa María Valles Ruiz
Directora de fomento a la lectura de la UAEH
Con El peso del corazón, la escritora española Rosa Montero culmina su trilogía en la cual Bruna Husky, la protagonista de la historia, pese a ser un androide, revela un personaje sui géneris con una capacidad “sintiente” que la lleva a realizar acciones extraordinarias de apoyo y solidaridad hacia los humanos.
Husky, la tecnohumana creada por los hombres en un planeta futurista, es programada para “vivir” solamente una década. Bruna desprecia a los humanos por ser “lentos y pesados paquidermos” a diferencia de los replicantes, como ella, caracterizados por su similitud con los movimientos de un tigre, “rápidos y desesperados”, aunque en el fondo se rebela ante la certidumbre de vivir al máximo cada instante de su existencia: únicamente le quedan tres años, 10 meses y 21 días